Lobos solitarios

El riesgo para España del yihadismo en el Sahel

Con el frente abierto en esa zona de África, una de las vías de entrada de los terroristas es la costa española

Agentes de la Guardia Civil conducen al joven marroquí detenido hoy por su supuesta relación con la célula yihadista que cometió los atentados de agosto en Cataluña , trás el registro del domicilio de Vinaròs en el que vive con unos tíos suyos y la inspección de una furgoneta blanca. EFE/Domenech Castelló
Agentes de la Guardia Civil conducen al joven marroquí detenido hoy por su supuesta relación con la célula yihadista que cometió los atentados de agosto en Cataluña , trás el registro del domicilio de Vinaròs en el que vive con unos tíos suyos y la inspección de una furgoneta blanca. EFE/Domenech CastellóAgencia EFE

«Lobos» solitarios y células organizadas son el gran peligro del yihadismo en España. La gran pregunta que se formulan muchos españoles cuando llega el mes de agosto, al igual que en el de marzo, es la de si es posible que células terroristas como las que cometieron los salvajes atentados de 2017, en Cataluña, y 2004, en Madrid, se puedan formar de nuevo: la respuesta es afirmativa –ya se han evitado algunos intentos—con el añadido del peligro que supone el crecimiento del yihadismo en el Sahel africano. La percepción de esta amenaza es muy pequeña entre la opinión pública y, sin embargo, está ahí. Es cierto que, en 2022, el terrorismo en occidente descendió un 27% respecto a 2021, pero ello se debe, entre otros factores, a la mayor eficacia policial gracias a sus acciones preventivas y a que los yihadistas no han contado, en especial el Estado Islámico (Daesh, Isis), con una «zona de confort» para sustituir a las que disponían en el «califato» de Siria e Irak.

Ahora, con la particular situación que se da en el Sahel, azotada por una serie de golpes militares, como el reciente de Níger, detrás de los que está Rusia y sus mercenarios de Wagner, la situación está cambiando con el aumento del riesgo. Dar la llave de la lucha contra este terrorismo a unos soldados de fortuna cuyos métodos salvajes solo sirven de banderín de enganche para futuros terroristas constituye un auténtico suicidio. Tiempo al tiempo.

Putin, después de abrir un frente en el norte, Ucrania, ha hecho lo propio en el sur, el Sahel. Esta zona de África es la más castigada por el yihadismo, y registra el 43% de las muertes por terrorismo de todo el mundo durante 2022, un 7% más que el año anterior. Cuatro de los diez países más afectados por el terrorismo global están en la región saheliana, en especial en la zona de las «tres fronteras»: Burkina Faso, Níger y Mali. ¿En qué nos afecta a los europeos y, en concreto, a los españoles? El yihadismo no va a tardar muchos meses en tener la capacidad operativa para mandar de nuevo, como hacía cuando disponía de su «califato», células operativas a Europa. La vía de entrada, según expertos antiterroristas consultados por LA RAZÓN, pueden ser las corrientes migratorias que desde Libia se dirigen hacia Italia, pero no se puede descartar que hagan lo propio con las que producen hacia las costas españolas (Baleares y Canarias). Que los objetivos de estos grupos sean españoles o que nuestro país sea territorio de paso hacia Francia o Alemania, que parecen concitar el mayor odio de los yihadistas, está por determinar. Pero el paso de terroristas por España no es una buena noticia.

A este peligro, hay que añadir, en lo que se refiere a España, el de los actores - «lobos»- solitarios que por miles se esconden en distintos puntos de nuestro país y se dedican a labores de autoadoctrinamiento, proselitismo y recaudación de fondos. El que pasen o no a cometer atentados depende de una decisión personal, casi siempre inducida por terceros que los manejan desde las redes sociales; la acción preventiva, al detener a estos individuos en cuanto se detecta el más mínimo riesgo, ha evitado muchas tragedias que, al no haberse producido, no son interiorizadas por la opinión pública como el peligro real que suponen.

Las redes sociales, sobre todo para el Estado Islámico, son de vital importancia. En publicaciones de esta banda criminal se dice, entre otras cosas, lo siguiente: «La ‘guerra de las redes sociales’ es fundamental para avanzar en el campo de batalla ideológico, pero también para contrarrestar la atracción de los ‘encantadores’ influencers de las redes sociales. La guerra se presenta de muchas formas y se dirige a diferentes aspectos de los humanos. Una guerra puede pelearse militarmente contra el yo físico o puede pelearse ideológicamente contra el intelecto. Tanta importancia tiene los enfrentamientos físicos como los ideológicos; importan también, si no más. La batalla física se puede perder incluso antes de que comience si las personas, en nuestro caso los musulmanes, son derrotados o al menos atrapados en la batalla por los corazones y las mentes».

Daesh está preocupado por el creciente número de detenciones de sus «lobos» al hacer uso de internet y de las redes sociales. Les bombardean con manuales para que no se dejen atrapar «por los infieles». Esta guerra ideológica, que pueden atrapar a tantos jóvenes musulmanes de primera o segunda generación presentes en nuestro país, es otro de los peligros que no interioriza la opinión pública, pero está ahí. Como dicen los terroristas, es uno de los campos de batalla.

El mantenimiento de un nivel alto de alerta antiterrorista, como ocure en España, supone un acierto, ya que no se puede olvidar, recuerdan los expertos, que nuestro país es para los terroristas «Al Andalus» un territorio que invadieron los musulmanes hace siglos, hicieron suyo y después fueron expulsados al ser derrotados militarmente. Ahora, preconizan métodos criminales combinados con masivas campañas en las redes sociales para recuperarlo. Se les intoxica al presentar a las sociedades occidentales como intolerantes y anti-islamistas cuando está demostrado que los que se no quieren integrar son ellos. Ahí está el ejemplo de Francia, el país que más dinero se ha gastado para lograr dicha integración. Los recientes disturbios que ocurrieron tras la muerte en un control policial de un joven argelino han demostrado que tanto esfuerzo ha dado muy pocos réditos.