Tomás Gómez
Sálvese quien pueda
Sánchez invirtió gran parte del capital socialista en tener un año electoral relativamente tranquilo. Sin embargo, parece que todo se está yendo por el desagüe
Las discrepancias con Podemos seguirán aumentando en los próximos meses; ya veremos si Sánchez resiste como para mantener la coalición o la rompe.
Lo más probable es que la liquide en el último momento, es decir, cuando la fecha de las elecciones generales no dependa de la salud de la coalición. Mientras tanto, los morados han encontrado un espacio que les permite mantener su posición diferencial, al tiempo que generan tensiones internas en el Partido Socialista.
El otro frente que le va a tocar lidiar al líder socialista es el del independentismo. El Tribunal Supremo ha abortado el intento de resolver judicialmente el ingreso en prisión de cargos intermedios, devolviendo la patata caliente al propio Sánchez.
Los líderes independentistas de primera línea están en la calle, mientras que sus subordinados pueden entrar en la cárcel. Sin duda, la nueva exigencia al Gobierno será de otros indultos.
Pero Sánchez no correrá ese riesgo con un año tan complejo en términos electorales y los secesionistas pisarán el acelerador porque si dejan pasar diciembre, lo que suceda es una pura lotería para ellos.
La disyuntiva es jugársela a que Sánchez repita en Moncloa con su necesario apoyo parlamentario en la investidura, modulando la presión ahora, o quemar lo que queda de legislatura ante la previsión de que Feijóo consiga ser presidente.
De momento, Junqueras no podrá ser el candidato de ERC, que se verá obligada a tranquilizar internamente a sus filas a la vez que competirá con Junts, que podrían recoger los frutos de un sentimiento de decepción en el mundo independentista.
Los tirones desde un lado y desde otro serán los protagonistas. Las reformas de los derechos civiles y las posiciones podemitas, junto a la cuestión política en Cataluña ahogarán cualquier intento de centrar el discurso en los aspectos sociales.
Sánchez invirtió gran parte del capital socialista en tener un año de elecciones relativamente tranquilo. Sin embargo, de momento, parece que todo se está yendo por el desagüe. Lo peor para él es quedarse atrapado en el fango de conflictos en que le puedan situar sus socios de investidura.
La política de bloques tiene el hándicap de que, cuando llegan elecciones, la consigna es "sálvese quien pueda". Sánchez mantiene la coherencia y los compromisos si no necesita cambiarlos. Si bien esto es algo que suele dañar gravemente a un político, en su caso está amortizado, porque los electores saben que forma parte de su manera de hacer las cosas. Puede pasar de todo.
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