Extremo centro

Ni los suyos les siguen

No sé qué hará Netanyahu con la idea de Sánchez de vetarle la participación en el certamen de canción ligera, pero yo le mandaría el emoji de la caca con ojos

Comparecencia del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez para informar sobre las medidas que el Ejecutivo va a adoptar para responder a las nuevas necesidades de seguridad y defensa de la Unión Europea y para informar de la acción del Gobierno ante la crisis energética que tuvo lugar el día 28 de abril Asisten al pleno Alberto Nuñez Feijoo, María Jesús Montero, José Manuel Albares, Félix Bolaños, Fernando Grande-Marlaska, Jordi Hereu, Carlos Cuerpo.© Alberto R. Roldán / Diario La Razón.07 0...
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el CongresoAlberto R. RoldánFotógrafos

El poder en España se esfuerza en producir para los creyentes saltos de fe imposibles. Al misterio de trenes y apagones, ahora se suma la investigación de Eurovisión. Ya no les siguen ni los suyos. Las búsquedas de comprensión, cuando no son correspondidas por los propios, funcionan como agresiones mediáticas dolorosas.

A mí me daría apuro producir minutos en los telediarios en los que se va probando en mi cara el veneno de propuestas llenas de chorradas. Sal a bailar Sánchez, que seguro te toca las palmas el internet muerto. Con sus interacciones sociales de deshecho te bañas en una arqueta de aguas negras que no devuelve los golpes y traga con la mierda que le eches.

Lejos de mi ánimo sentir pena por Pedro, pero alguien le debería decir a los suyos

que paren un poco con la máquina del «tira que libras». No sé qué hará Netanyahu con la propuesta de vetarle la participación en el certamen de canción ligera, pero yo le mandaría al marido de Begoña el emoji

de la caca con ojos. Por lo pronto, sabemos que el estilo frívolo y desenfadado de los maestros de la comunicación lleva a una dimisión acelerada de las audiencias públicas en España.

Después de esto, quién es el listo que se pone mañana a mirar datos, bibliografía y hacer un papel en condiciones. Los sueldos públicos, la falta de esfuerzo y el «lowcost» intelectual dejan siempre un reguero de inútiles para el servicio. A los obreros perezosos les da igual que los veas venir desde la mañana del jueves con la murga. El viernes en Semillas se entregaron páginas enteras de bullets sobre atentados y judíos y comparaciones con Rusia. No sé cómo llegaron a la conclusión genial de que era buena idea, tras el certamen de canciones brilli brilli, exigirle cuentas a Israel por la guerra. España iba mejor cuando los chiquilicuatres, en vez de componer payasadas para las ruedas de prensa, se dedicaban

a hacer coreografías. Quizás ya no quede nadie con algo de experiencia y dos dedos de frente. Quizás algunos ya no se recuerdan fuera del gabinete. Quizás por eso piensan que menudo ideón es la ocurrencia de

pronunciar solemne el nombre de Eurovisión. Por el respeto que le tengo al cargo le diría al presidente que desconfíe si las mentes maestras que le aconsejan le siguen empujando a que se nos ponga a hacer malabares tailandeses con varias pelotas de pingpong.

Más riesgo que en el fentanilo hay en la cursilería. Los que nos hacemos los tontos no pasamos a mayores porque nos da la risa floja cuando vemos cómo el circo de «freaks» se pone a hablar en serio juntando el televoto de los tangas masculinos no heteronormativos con el estilo de rostro duro y cenizo de los incidentes internacionales. A esta hora Sánchez ya debería saber que lo de TVE nunca fue de salvarle a él. Va listo si cree que van a dar la cara los mismos que acordaron entre barro y víctimas de la crecida llevárselo muerto en los repartos extraordinarios de gasto público en la televisión. Los que producen ficción en formato de comunicados están encantados porque no son los que ponen la cara ni el nombre en la factoría pública de bailes chumineros. Tenemos al cuerpo de baile pseudo-intelectual de mi generación destrozado por las prácticas de riesgo de la cursilería. Aún les recuerdo felices como niños con los nombramientos. Empezaron a hablar como un bebé, mintiendo en público sobre cuánto les importaban los negritos del «Aquarius».

Cada vez que el corazón les llora sólo importan las muertes que se puedan aprovechar para tuitear. Respetaría más la campaña de boicot si fuera la ocurrencia amateur de unos adictos canosos y medio calvos sin gracia. Es triste desvelar que, en realidad, mi profesión se ejerce por personas problemáticas de vida y sonrisa congelada. «Millennials» de piel grasa a los que saldría más fácil sacar de la adicción al caballo que de los años que llevan fingiendo empatía. No hay suficientes clínicas que nos rescaten a la generación del maldito «crack» de la buena fe fingida.

Si no llegamos a las manos es porque la mayoría tenemos que recoger a los niños y mantenemos una paciencia insana ante la generación que elevó a los altares al pensamiento nocilla. Algunos suspiramos porque vuelva una generación de políticos cínicos que nos mientan lo normal y así reduzcan las posibilidades de bochorno. Gente que no lea ni cite a los clásicos, pero que sepa de algo. Canta, oh, musa, la historia de aquellos que venían a dignificar la política y que acabaron cociendo todas las semanas una olla de espaguetis que tirar a una pared para ver cuál se pega.