
Opinión
La Transición: legado y reto para el centro político
Uno de los mayores méritos de aquel proceso fue no levantar trincheras nuevas ni excavar las antiguas

La Transición española fue, en las democracias occidentales, una de las obras políticas más brillantes del siglo XX. Supuso una transformación integral «de la ley a la ley a través de la ley», como dijo su autor. Logró cambiar para siempre la historia de España.
Uno de los mayores méritos de aquel proceso fue no levantar trincheras nuevas ni excavar las antiguas. La Transición supuso un acuerdo entre españoles que pensaban distinto, incluso radicalmente distinto, pero compartían un propósito común: devolver la soberanía al pueblo, construir un marco de convivencia y sentar las bases de un futuro mejor. Fue un pacto generacional, político y social. La prueba de su éxito es que, gracias a aquella arquitectura institucional, nuestra nación, en apenas unas décadas, se convirtió en una democracia homologable a las europeas, próspera, con una Constitución respetada dentro y fuera de nuestras fronteras y con alternancia política.
Esa es la pedagogía que necesitamos hoy. Porque no se trata de repetir la Transición, ni de anunciar una Segunda con juegos retóricos. Se trata de asumir que necesitamos un blindaje de la independencia de las instituciones del Estado para, otra vez a través de la ley, volver a mirar hacia adelante con una idea clara de país. Y para eso, debemos inspirarnos en aquel ejemplo de hace 50 años: responsabilidad, sentido de Estado y voluntad de entendimiento.
La redacción de la Constitución fue un proceso complejo, lleno de equilibrios delicados y decisiones valientes, pero convertir cada matiz en una enmienda a la totalidad es, además de injusto, profundamente irresponsable. Fue su carácter abierto, pactado y gradual lo que permitió unir a los distintos sin borrar sus diferencias. Un acto de madurez colectiva. Y esa es su grandeza.
El Partido Popular es heredero directo de ese legado. Y no solo por la presencia fundamental de Manuel Fraga como uno de los siete padres del texto constitucional, habida cuenta de que también Gabriel Cisneros y Miguel Herrero son patrimonio de este partido. Quien impulsó la Transición fue el centro político, con el presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, como actor clave y, con el respaldo y apoyo del Jefe del Estado. Hombres y mujeres de Estado que soñaron con un futuro compartido a izquierda y derecha y cuya divisa no fue otra que la reconciliación nacional después de cuarenta años de dictadura.
Desgraciadamente, a quienes hoy ostentan el máximo poder Ejecutivo les resulta incómodo hablar públicamente de este legado. El Gobierno prefiere mirar a la Guerra Civil antes de al pacto constitucional. Prefieren agitar el pasado más traumático antes que reconocer el episodio más evocador de nuestra concordia nacional. Por eso, si algo necesita hoy España, en estos tiempos de polarización y desconfianza institucional, es recuperar esa vocación de encuentro.
Hoy la democracia también se la juega en los entornos digitales donde el anonimato a menudo degrada el debate público, donde las verdades compiten con los algoritmos y donde muchos jóvenes, aunque hiperconectados, se sienten políticamente huérfanos.
Defender el espíritu de la Transición exige también adaptarlo al tiempo de las redes y la inteligencia artificial. Mi desafío es poner sus valores y principios a la altura esta nueva era. Que sepan todos los españoles, que mi partido cumplirá con el deber de defender, ampliar, proteger y transmitir ese legado.
*Alberto Núñez Feijóo, presidente del Partido Popular
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