El desafío independentista

Un abogado picapleitos, una periodista verdulera y un político patético

Los soberanistas son conscientes del fracaso de la convocatoria y ayer volvían de Estrasburgo con «las caras largas y de decepción»

Carles Puigdemont dialoga con Pilar Rahola, en una imagen de archivo / Efe
Carles Puigdemont dialoga con Pilar Rahola, en una imagen de archivo / Efelarazon

Los soberanistas son conscientes del fracaso de la convocatoria y ayer volvían de Estrasburgo con «las caras largas y de decepción».

«Hoy Puigdemont ha hecho el ridículo. Es injusto, pero esta estrategia no puede ser». Esta frase no es mía. La lanzó ayer por la tarde el presentador del programa vespertino de Catalunya Ràdio, Roger Maiol. A partir de ahí, recibió más palos que una estera de ofendidísimos partidarios de Puigdemont. No fue el único que se mostró crítico. El rapero Valtònyc, huido en Bélgica de la justicia española, se pronunciaba en términos parecidos: «La independencia no llegará de las palomitas de Boye ni de un milagro político. Quien así piense solo tendrá decepciones», y termina su tuit con un «toca hacer autocrítica y reflexionar». También recibió lo suyo, aunque Valtònyc tuvo muchos seguidores entre los que quieren doblar el brazo a Junts per Catalunya y a ERC a los que acusan de traidores o blandos. Este tuit muestra este malestar: «El Sinn Féin defendiendo mejor los derechos de los catalanes que todos los políticos de este país».

El malestar era evidente. El pinchazo fue mayúsculo. Solo diez mil personas dieron apoyo a Puigdemont. Bastantes menos que hace unos meses en Bruselas. «Las caras largas y la decepción en los autobuses de vuelta eran demoledoras. Eran la cara del chasco», de todos los que fueron a Estrasburgo, apunta a LA RAZÓN uno de los ocupantes. El malestar llegó hasta la propia ANC calificada de «elitista» por montar una zona VIP en la manifestación, un espacio para «gente acreditada, qué vergüenza», reza uno de los mensajes en las redes sociales. El abogado independentista Pepe Fajula lo dejó claro en las redes: «Se dejaba entrar a la gente en plan portero de discoteca», y añadía un rotundo «pedid disculpas» a los dirigentes de la ANC.

El chasco empezó ayer, cuando el Tribunal Europeo dejó a Puigdemont compuesto y sin novia. Situándose en el extremo del puente que une Francia con Alemania, en el extremo alemán claro, porque como siempre el valiente presidente en el exilio dejó tirada a su gente. No fue a Francia por temor a que lo detuvieran. Puigdemont miente a sabiendas, pero sigue siendo el referente para muchos catalanes. Dijo que volvería si ganaba las autonómicas y no volvió. Se presenta como un héroe cuando dejó a los suyos en la cárcel. Dijo que iría al Parlamento Europeo y no ha ido. Prometió grandes triunfos en la justicia europea y hasta ahora solo puede presentar un informe, más bien penoso, de un grupo de estudio de la ONU que no pasa ninguna prueba de calidad.

Su abogado Boye y su musa tertuliana televisiva que ejerce de agitadora, pelota y pseudoperiodista, Pilar Rahola, nos prometieron palomitas para ver el paseo triunfal de Puigdemont por Europa. De hecho, el abogado Boye dijo en Catalunya Ràdio hace unos días que «Puigdemont y Comín estarán el 2 en Bruselas. No revelaremos la estrategia entre otras cosas porque sería muy aburrido». Pues ni paseo ni triunfal, tras un abogado picapleitos, una periodista verdulera y un político patético.

Puigdemont se quedó en Alemania. No fue a Francia. Sus voceros hicieron circular informaciones sobre unidades de la policía española desplazadas a Estrasburgo para detenerlo. Una «fake» más de las que usan sin ningún tipo de pudor. Puigdemont no pasó la frontera porque es simplemente un cobarde. No se atrevió envuelta en esa paranoia esquizofrénica que luce como bandera. Refugiarse en que es más importante en libertad para internacionalizar el proceso es una excusa de niño de párvulos, o de un sinsustancia, o de alguien sin vergüenza. Da igual que lo escriban junto o separado, en su acepción más amplia es lo mismo.

Puigdemont utiliza a la gente para sus piruetas y aspavientos, mientras llena los bolsillos de las empresas del «procés», desde los que organizan viajes, reservan hoteles, fletan autocares o vuelos chárter, o realizan el «merchandising». Estos están encantados. Los que no son VIP que fueron a Estrasburgo volvían decepcionados. Conscientes del fracaso de la convocatoria. Conscientes de que en Europa las cosas se están complicando. Conscientes de que la unidad independentista es una quimera, y conscientes de que el rey está desnudo y nadie se atreve a decírselo.