El desafío independentista

"¡Viva España y viva la Policía! ¡No estáis solos!"

Un centenar de personas acudieron a la Vía Laietana de Barcelona para ofrecer su apoyo a las fuerzas de seguridad que cada noche hacen frente a los violentos.

Una mujer ayer en Barcelona entrega unas rosas a un policía en una imagen agridulce ya que lo tiene que hacer detrás de unas verjas colocadas allí desde los disturbios
Una mujer ayer en Barcelona entrega unas rosas a un policía en una imagen agridulce ya que lo tiene que hacer detrás de unas verjas colocadas allí desde los disturbioslarazon

Un centenar de personas acudieron a la Vía Laietana de Barcelona para ofrecer su apoyo a las fuerzas de seguridad que cada noche hacen frente a los violentos.

La Jefatura de la Policía Nacional volvió a estar sitiada ayer al mediodía. En esta ocasión, no hubo insultos, ni reproches, ni gestos de odio, ni siquiera rabia intimidatoria, ni ningún estallido de violencia pro independentista, sólo un sentir de agradecimiento y un aplauso continuado. Cerca de un centenar de personas se acercaron in situ donde el viernes noche sólo había fuego, humo y desolación para agradecer la labor de Policía Nacional, Mossos y Guardia Civil durante estas cinco largas y violentas noches. Porque es sencillo mirar al policía con desprecio, demonizarlo por intentar mantener el orden, culparle de todos los males. Pero es mucho más sencillo agradecer el esfuerzo que hacen por aplacar la furia incontrolada. Ayer fue buena prueba de ello.

A las 13.00 horas, la comitiva, organizada por la plataforma «Dolça Catalunya» se dejó ver frente a la jefatura. Iban con flores, incluso con cajas de pizzas y otros comestibles para entregarlos a los agentes uniformados que custodiaban la puerta. Los policías, sorprendidos, no sabían cómo agradecer la muestra de apoyo, visiblemente emocionados. Cuando mil personas te insultan, sólo hace falta el abrazo de una persona para volver y continuar con tus convicciones.

En ese momento se oían gritos espontáneos de «viva la policía», «mucha fuerza», «ánimo, buen trabajo, chicos», «no estáis solos», «¡viva España!». No había espacio para el reproche. «Es indignante lo que está pasando. Nunca creí que vería algo así.Y que día sí y día también salgan a acusarles de abusos, yo no lo entiendo», decía Ángel, un vecino de L’Eixample que vino a mostrar su apoyo. «Te juro que pongo la tele todas las noches y parece que esté viendo una película, pero no, está pasando debajo de casa. Cada noche es una pesadilla», afirmó Teresa, otra vecina que no dudó en dejarles un ramo a pesar de las vallas que no permitían el acceso a la acera.

El único momento extraño fue cuando un hombre con una señera atada al cuello pasó desafiante por donde estaba la gente. Las palabras de reproche fueron mutuas, pero no pasó a ser más que una anécdota que refleja hasta qué punto están caldeados los ánimos. «Los independentistas estaban convencidos de su arcadia feliz, que cuando Cataluña fuera independiente sería ese espacio sin violencia, ni crimen. Espero que esto les haga ver que en una Cataluña independiente también habrá violencia, caos y destrucción. Para mí, su utopía ha muerto», destacó José María, que no dudó en celebrar la actuación de la policía.

A esta iniciativa pública y espontánea no tardaron en añadírsele políticos como Cayetana Álavarez de Toledo, número 1 del PP en Cataluña en las próximas elecciones o la plana mayor de Ciudadanos con la portavoz parlamentaria de Ciudadanos, Inés Arrimadas, el presidente del Grupo Parlamentario en el Parlament, Carles Carrizosa, y la portavoz Lorena Roldán. Sin embargo, el protagonismo seguía estando en la comunión entre la policía y la gente. Esto sí que era una revolución de las sonrisas, que llegó al paroxismo cuando empezaron a regalarles a la policía desde múltiples pizzas hasta una paletilla de jamón.

La mayoría de presentes aseguraba sentir impotencia cada vez que veían los estragos causados por los disturbios. No sabían cómo ayudar a la Policía, «así que lo único que hemos pensado que podíamos hacer era acercarnos y darles las gracias», decían Antoni y Mercè, un matrimonio de jubilados que aseguraban que no sabían cómo explicar a su nieta lo que estaba pasando. La marcha, que se resistía a marcharse, fue disipándose poco a poco, a pesar de que muchos seguían aplaudiéndoles a medida que pasaban por la calle. La noche volvía a prometer violencia, pero la policía sabe que, a pesar del ruído, no están solos, muchos barceloneses los apoyan.