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Ámsterdam

Más me molesta a mí que te hurgues con el palillo la boca después de comer

De los ofendidos por ver a una mujer amamantar a su bebé

Más me molesta a mí que te hurgues con el palillo la boca después de comer
Más me molesta a mí que te hurgues con el palillo la boca después de comerlarazon

Una mujer emprende un viaje en avión con su bebé con origen en San Francisco y destino Ámsterdam y es amonestada por la tripulación porque ofende a algún pasajero.

Una mujer emprende un viaje en avión con su bebé con origen en San Francisco y destino Ámsterdam. Ciertamente un vuelo largo, pesado y, seguramente, incómodo para el bebé que carece de recursos para atenuar las molestias de la presión en sus oídos salvo que beba, preferiblemente, pecho. Y eso hace la madre que, más que probable, sabrá perfectamente cómo calmar a su bebé.

Incomprensiblemente alguien se siente ofendido por ver una teta. Una teta que, presumo, no mostrará ni siquiera su pezón que estará bien tapado en la boca del bebé. Ese alguien, que bien pudiera ser hombre o mujer, porque aquí nadie está libre de ser ridículo o ridícula, protesta a la tripulación que, seguramente imbuida en el estilo actual de sociedad absurda que tiene muchísimo cuidado con no ofender a nadie consiguiendo cabrear a casi todos, le pide a la señora que, por favor, se tape la mama, en un ejercicio de puritanismo que impide al bebé comer a sus anchas y como es debido. Que digo yo que la madre no se pasearía por el avión con las lolas al aire dando a su retoño una teta cada veinte minutos mientras la otra la tenía al aire.

Cuando tienes hijos y viajas en avión en primer lugar subes aterrada por el posible comportamiento de los mismos. Ojo, explico que depende de qué edades. Yo tengo 3 de 8 y 6 años y un bebé de 20 meses. Puedo garantizar que las mayores se portarán bien porque las tengo bien educadas. Al menos se saben comportar y si se cansan tengo mil recursos para entretenerlas que es, al fin y al cabo, el único motivo por el que los niños se portan “mal”: porque se aburren. Pero lo que no puedo firmar es que Jomío, que todavía no sabe dónde tiene la mano derecha, se vaya a comportar comme il faut o lo que es lo mismo, que no vaya a dar el coñazo durante el vuelo. “Pues no vuele usted, señora”, pensarán algunos. Y sí, claro, pueden tener razón. Y, de hecho, todavía no he volado con él porque necesidad, lo que se dice necesidad, pues no hemos tenido. Ahora bien, de haberla tenido, lo que es seguro segurísimo es que no hubiésemos ido en barco para cruzar el Atlántico evitando así que alguien se ofenda por un llanto o una teta descubierta dando de mamar. ¡Qué obscenidad!

Antes de que nadie se me ofenda quiero y debo dejar claro que no soy una madre que impone a toda costa la presencia de sus hijos allá donde va. Entiendo que existen lugares donde no deben estar primero porque no les corresponde y segundo porque no hay necesidad de ir molestando porque sí a los demás. Sí, los niños pequeños suelen molestar a los demás cuando se ponen en modo niños, es decir, corren, gritan, lloran e incluso patalean. Forma parte de su crecimiento cuando se les ponen límites y ellos luchan por saltárselo. Muy sano, por cierto. Lo no sano sería sentarlos y que se quedaran como setas o como vacas mirando al tren.

Pero una cosa es el ocio y otra muy diferente, la necesidad. Y si tienes que pillar un avión, pues lo haces. Y si tu bebé (o hijo de 3 años) toma teta y la quiere en mitad del vuelo, pues se la das y aquí paz y después, gloria. Que la humanidad lleva miles de años alimentando así a los niños incluso hasta los seis años. Siento decepcionar a quiénes creen que dar la teta más allá de 3 meses es moderno para decirles que lo moderno es el biberón. Miles de años frente a apenas cuarenta así lo atestiguan. La resta es sumamente fácil, no me sean obtusos. Que no, que no es de modernas dar el pecho. Es lo natural, lo lógico y lo más saludable en cualquier especie de mamíferos. Que no quita (no se me ofendan las del biberón) que hoy día, habiendo más opciones, una elija porque sí y sin dar explicaciones a nadie, dar leche de bote.

La compañía aérea ha pedido disculpas, pero con la boca torcida y ha puesto el foco donde no debe. Es decir, ha explicado que ellos sí están a favor de la lactancia materna (como si eso importase) pero lo que desean es que las madres tengan garantizadas su privacidad. Ajá. ¿Se puede ser más cínico? Si una madre desea tener garantizada su privacidad seguro segurísimo que llevará un pañuelito para taparse. Pero es que a la mayoría de mujeres, cuando hemos amamantado, nos ha preocupado mucho más ese momento placentero y amoroso que es alimentar a tu hijo con tu propio cuerpo (quién lo ha probado, lo sabe), que andar preocupada de que alguien te vea un centímetro de teta (Virgen Santa, una teta), y se pueda sentir molesto por ello. O excitado, cualquiera saber que hay de todo en la Viña del Señor. Un correcto agarre, además, ofrece todo el pezón en la boca del bebé por lo que teta, lo que se dice teta, se ve poca. O no más de la que se ve en cualquier señora con escote generoso y que tanto proliferan en esta sociedad y que no pasa absolutamente nada (como es lógico).

No voy a hacer un alegato feminista ni voy a echarle la culpa a ningún patriarcado. De hecho, si hay algo que el patriarcado ha cuidado con mimo, por la cuenta que le trae, de toda la vida, es la maternidad y todos sus cuidados, incluida, lógicamente, la lactancia. El biberón es más, digamos, capitalista (con todos mis respetos lo digo, no se me vayan a confundir que por ahí no voy que si algo soy es una gran defensora del capitalismo). Y, por cierto, un estupendo utensilio del que muchas feministas echaron mano, especialmente en los setenta, para reivindicar la corresponsabilidad de cara a la alimentación del bebé.

Aquí lo que yo denuncio, por si sirve de algo, es la ñoñería supina en la que vivimos, unos más cómodos que otros, no sé si con retorno a ser más normales o a ir a peor. A mí a veces los puristas de lo políticamente correcto me parecen las reencarnaciones de aquellos simpáticos señores y señoras que arribaron costa norteamericana en 1620 procedentes de Inglaterra y que en todo veían pecado. Todo aquello que durante siglos la iglesia se encargó de tutelar y que ahora ya no hace, básicamente porque no les dejan, lo ha recogido ahora una parte de la sociedad civil que dicta cómo ser, cómo pensar y cómo actuar. No señalaré a nadie que todos sabemos a qué nos referimos.

Ya por último una pequeñísima apreciación. Las compañías aéreas y, por extensión, el resto de locales públicos donde adultos y niños nos mezclamos, harían bien en tomar nota de esto y si nos vamos a poner a tutelar las conductas humanas les hago unas cuentas sugerencias de qué prohibir en los restaurantes, aviones y demás:

-Estar descalzo. Esto se ve mucho en aviones, señores, un poquito de decoro, sobre todo si no cuida con esmero su higiene.

-Sentarse a comer, véase en un chiringuito, sin cubrirse el torso. Ver lo pelos de la barriga del comensal de al lado no es agradable. Sí, ya sé que en su familia se hace de siempre pero al resto no nos suele agradar esa imagen. Es más, nos da bastante asco. Cúbrase, por favor y ya de vuelta a la arena, se vuelve usted a desvestir.

-Hablar a gritos. No hay nada más desgradable que intentar mantener una conversación con la persona con la que comes y no oírla porque el de al lado habla a gritos.

-Reírse con carcajadas que superan los decibelios de una discoteca. Sí, sí, seguro que lo que cuentan es mega gracioso pero ríase más bajito. Gracias.

-Sonido del móvil con una canción hortera y machacona. Por supuesto con el máximo volumen. Generalmente este tipo de personas, además, reciben muchas llamadas en la comida y tardan en contestar. ¿Conocerán la opción vibración o incluso silencio? O, mejor aún, ¿no coger el teléfono durante una comida?

-Hablar a gritos con esa persona que le llama para que el resto escuchemos su apasionante vida: Pues nada, que me estoy aquí apretando una mariscada mirando al mar (y se está tomando un pincho tortilla).

-Lo de hablar a gritos por el móvil es aplicable también a metro, autobús y, afortunadamente (todavía) imposible en un avión.

-Hablar con la boca llena. Sin comentarios.

-Hurgarse con palillo después de comer la boquita fina (y no, señora, no sirve que se ponga la mano delante para taparse, ya sabemos qué está haciendo). Concretamente a mí esto me provoca muchas arcadas y me arruina la comida.

-Beber tanto que das un espectáculo lamentable diciendo tonterías a los demás comensales

Así a bote pronto se me ha ocurrido estas, pero, a buen seguro, hay muchas más. Todas las mencionadas se ven a diario en lugares concurridos. La cosa empeora muchísimo en verano y chiringuitos de playa y, hasta dónde yo sé, en ninguno se prohíbe nada de lo mencionado. Eso sí, dar de mamar a tu bebé, les puede parecer a algunos un escándalo con mayúsculas. Que se lo miren.