Psicología

Que un “cerebro"cause muerte y dolor no puede tener una única explicación

Antonio Ortuño

Que un “cerebro"cause muerte y dolor no puede tener una única explicación
Que un “cerebro"cause muerte y dolor no puede tener una única explicaciónlarazon

La semana pasada volvió a suceder: Un chico mató de manera indiscriminada a sus compañeros de clase en Florida, Estados Unidos. La matanza la perpetró Nikolas Cruz, de 19 años. Había dado señales de ser una persona que no se integraba y de hecho en el momento de la matanza estaba expulsado del instituto por indisciplina. El debate se reabre de nuevo y nos hacemos la misma pregunta: ¿qué estamos haciendo mal como sociedad para que gente tan joven tenga semejantes niveles de agresividad?

La semana pasada volvió a suceder: Un chico mató de manera indiscriminada a sus compañeros de clase en Florida, Estados Unidos. La matanza la perpetró Nikolas Cruz, de 19 años. Había dado señales de ser una persona que no se integraba y de hecho en el momento de la matanza estaba expulsado del instituto por indisciplina. El debate se reabre de nuevo y nos hacemos la misma pregunta: ¿qué estamos haciendo mal como sociedad para que gente tan joven tenga semejantes niveles de agresividad? Antonio Ortuño es psicólogo en Familias Inteligentes.

-¿Cuál cree que es el perfil psicológico del asesino de USA?

-Según la información que dispongo, podría ser un perfil psicológico cuyos indicadores más importantes serían: labilidad emocional, introversión, retraimiento social, aislamiento social, insensibilidad, manipulación, hostilidad, agresión, desinhibición, escasa empatía... Es decir, dificultades a la hora de adaptarse a diferentes contextos sociales. Lo último que he oído, las declaraciones ante el juez con respecto a sus alucinaciones auditivas, hace que los profesionales que están evaluándole tengan que afinar en el diagnóstico diferencial.

Me gustaría aclarar que los profesionales, al estudiar un perfil, tratamos de encontrar una explicación, las causas de los comportamientos por muy atroces que sean. Pero hay que huir de explicaciones simplistas, evitar buscar una causa exclusivamente. No podemos extraer sólo una variable que explique toda la complejidad que tiene cuando una persona comete un atentado de estas características. Escucharemos que es adoptado, que le gustaba cierta música, que nació en algún lugar, que le gustaba tomar una marca determinada de cerveza...pero nada de esto lo explicara todo. Sin embargo, es muy sencillo, pero poco ético, sacar este tipo de conclusiones “cometió este asesinato por...”

-¿Cómo se construyen estos perfiles? ¿En qué medida influye la familia?

-Según mi punto de vista, tendría diferentes elementos a valorar. En mi trabajo diario con adolescentes, me encuentro una triada muy peligrosa: ira – agresividad - hostilidad. A lo largo de su infancia y adolescencia, aparecen situaciones a diario donde la frustración es protagonista. La frustración, a pesar de su mala prensa, es un recurso emocional necesario que todos tenemos que aprender a manejar. Casi todas las problemáticas psicopatológicas en el mundo adulto tienen en común la baja tolerancia a la frustración. Probablemente, esta persona no ha tenido las circunstancias educativas adecuadas para aprender a gestionar los episodios de frustración habituales en todos los hogares.

La ira es diferente a la frustración. Se añade un componente cognitivo de injusticia. La ira es una emoción adaptativa que nos ayuda a afrontar las injusticias que nos encontramos o encontraremos en nuestra vida. Por eso hay que enseñar a los niños y niñas y adolescentes a gestionarla, a expresar esa ira. Si no se canaliza adecuadamente, esa ira buscará otras vías de escape.

La ira y la frustración son adaptativas. Sin embargo, puede aparecer en escena la hostilidad. Es una actitud negativa hacia el mundo, provocativa, con la búsqueda continua de enfrentamiento, sin motivo alguno aparente. Se piensa que el mundo está contra ti, que todo el mundo pretende hacerte daño, y te toca defenderte.

Y se completa la triada con la agresividad hacia el otro, hacia objetos o animales, o hacia sí mismo. La empatía desaparece y puedes llegar a pensar que la única manera de relacionarte con los demás es a través del ataque.

Frustración, ira, agresividad y hostilidad. También podríamos hablar de la tristeza, la desesperanza... En cualquier contexto educativo aparecen, y por ello, hay que saber afrontarlos. Y el contexto familiar es vital. Este tipo de noticias debe motivar a las familias a revisar sus habilidades parentales, sobre lo que se puede mejorar. De cómo se gestionen los conflictos cotidianos en casa, en el día a día, aprenderán los hijos a gestionarlos fuera. Por mi experiencia, cuando se resuelven los conflictos de manera inadecuada en casa, nuestros hijos suelen ser más influenciables fuera de casa, con el aumento de probabilidades de que gestionen peor los riesgos y tomen decisiones vacías de responsabilidad e inteligencia.

-¿Es un enfermo mental?

-Recuerdo un chico que tuve en terapia con 11 años. Le pregunté, entre otras cosas, por qué no estudiaba. Y me contesto porque era un vago. Fue hace 20 años. Desde entonces, me convencí que las etiquetas pueden inmovilizar. Digo esto porque tenemos la tendencia de etiquetar, de buscar respuestas sencillas para saber cómo actuar en la realidad. En este tipo de casos, aunque se demanden pautas concretas de acción, no hay que perder de vista la complejidad de la situación. Que un “cerebro” decida entrar en un instituto con la intención de causar muerte y dolor no puede encontrar una única explicación. La etiología suele ser multicausal, y por eso su tratamiento debe ser multidisciplinar. Siempre teniendo en cuenta que este tipo de perfiles psicológicos son difíciles de tratar, muy complicados. Depende de muchas variables el posible éxito de un tratamiento: motivación al cambio, percepción del problema, deterioro cognitivo, consumos de drogas, apoyo social y familiar...

¿Es recuperable para la sociedad una persona así?

-Al igual que un médico tiene la función de salvar vidas, independientemente de que sea buena o mala persona, los profesionales de la psicología debemos pensar que siempre hay una solución a cualquier problema psicológico. Cuando los padres en consulta me dicen que si su hijo tiene remedio, la repuesta es si, siempre y cuando se introduzcan los cambios adecuados y se lleven a cabo las pautas terapéuticas consensuadas (sobre todo en el mundo adulto). Lo que está claro es que cuanto antes actuemos, más eficiente es la intervención. No es lo mismo intervenir cuando tiene 7 años que con 18 años. El problema es que “aguantamos” el conflicto en las familias demasiado. Y cuanto más tarde, más compleja y dificultosa es la intervención.

Por eso, no nos cansaremos de repetir una y otra vez la importancia de la prevención. Un ejemplo: aquí en España, un menor, en un centro de menores, cuesta al Estado alrededor de 30.000 €. Si con ese dinero anual, consiguiéramos que un profesional trabajara con las familias para prevenir las circunstancias de riesgo social y desamparo de los menores de forma previa, con que se “salvara” un menor, ya se justifica la inversión (los dispositivos que funcionan bien pueden sacar adelante bastantes familias por profesional y año). Pero la política no se lleva bien con la prevención. El Consejo de Europa, en 2006, apostó por lo que se llama la Parentalidad Positiva, es decir, poner en marcha políticas que faciliten las buenas prácticas educativas en las familias. Falta mucho por avanzar en este terreno.

-¿Crees que una sociedad como la norteamericana favorece que estos casos se den?

-Los aspectos macrosociales, los culturales, los económicos...todo influye. Este tipo de conductas son el resultado de una compleja interacción de factores psicológicos, sociales, biológicos y ambientales. Resulta paradójico que en Estados Unidos no puedas beber alcohol hasta los 21 años, pero a partir de los 18 si puedes comprarte un arma. El debate de armas si, armas no, va a seguir existiendo. Si es el país con mayor número de homicidios en el mundo, es normal que se replanteen el uso irresponsable de esas armas. Si piden mi opinión, lo tengo claro.

Creo que lo importante es revisar cómo estamos educando a nuestros hijos. Está claro que todos podemos mejorar como padres y madres. Si ejercemos bien nuestra labor, este tipo de acontecimientos no existirían. Aprovecha y analiza el tiempo que dedicas a hablar con él, a pasarlo bien, o a regañarle y echarle broncas. A decir lo que vale, lo positivo que tiene, o lo que no vale. A educar para que haga el bien en la sociedad, o para que aprenda a evitar sus males. A que aprenda a cooperar, a resaltar lo que nos une, o a fomentar estrategias competitivas, resaltando lo que le separa de otros seres humanos. A dedicar el tiempo a los deberes y obligaciones, o a sus ilusiones y deseos. A animarle a hacer nuevas iniciativas, o a hacerle sentir culpable por lo que ha hecho. Desde casa podemos y debemos construir buenos ciudadanos.