Casa Real
El exilio interior que Doña Sofía busca en Marivent
Marivent sigue siendo el refugio de la Reina emérita adonde acude siempre que puede
A Doña Sofía le hubiera encantado retirarse en Mallorca. Instalarse de manera definitiva en el Palacio de Marivent para desde allí cumplir con sus compromisos oficiales. La isla balear le recuerda a su Grecia natal y su infancia y adolescencia en el mar navegando, su gran pasión. Pero hace algunos años que la madre del Rey Felipe VI tuvo que hacerse a la idea de que su sueño no iba a poder cumplirse. Los escándalos que han salpicado a la Casa Real, desde el caso Nóos que implicó a la infanta Cristina y condenó a Iñaki Urdangarín, a los presuntos delitos fiscales cometidos por Don Juan Carlos y que le han obligado a marcharse a Abu Dabi, le han otorgado a la que fue durante casi cuatro décadas Reina de España, un papel menor en la actual estructura de la Institución. Sus actos oficiales están vinculados ahora a los proyectos de la Fundación Reina Sofía, aunque también ha intensificado su agenda con su apoyo a los bancos de alimentos, tan necesarios en estos meses.
Las fuertes restricciones sanitarias que han acompañado a los españoles en la lucha contra la pandemia del coronavirus y las limitaciones de viajes por causas injustificadas, han hecho también mella en una Reina Emérita que no ha podido refugiarse en el Palacio de Marivent tanto como le hubiera gustado, no solo en verano, sino durante todo el año; era habitual que Doña Sofía pasará Semana Santa en la isla en compañía de su inseparable hermana, la princesa Irene, y de su prima Tatiana Radziwill, su mejor confidente. Sus paseos por el centro de Palma, desde el Passeig des Born donde para a tomar un café en alguna terraza a la vista de todos, al carrer Jaume III; sus compras en unos conocidos grandes almacenes, pero también en pequeñas tiendas de producto local, son tradicionales y fotografiables. La emérita se siente cómoda y los mallorquines, siempre discretos y atentos, la tratan con respeto y sin sobresaltos. Aplausos a su paso y bienvenida cariñosa cuando asiste, por ejemplo, a recitales o conciertos solidarios como los que organiza Proyecto Hombre, asociación dirigida por su gran amigo, el padre Tomeu Català que, año tras año, cursa invitación a la emérita y siempre recibe respuesta.
Pero todo ha cambiado. Lejos han quedado las imágenes que la familia unida ofrecía a bordo del yate Fortuna, o animando durante las regatas a los suyos; lejos han quedado las celebraciones en el restaurante Flanigan, de Puerto Portals, o últimamente en el Ola de Mar, en el Portixol. Cuando los Reyes Felipe y Letizia, junto a la Princesa Leonor y la infanta Sofía se instalan los diez días de rigor en Mallorca, Doña Sofía desaparece, en una especie de exilio en las cuatro paredes de palacio para marcar distancias y evitar que alguna noticia sobre su marido enturbie la imagen de la Familia Real.
Rifirrafe en la Catedral
Fue en 2018 cuando trasel comentado rifirrafe en la Catedral de Palma entre Doña Letizia y Doña Sofía en la Misa de Pascua, vinieron dos veranos de paz, una especie de tregua, entre ambas. Las dos Reinas y las pequeñas de la casa ofrecieron por aquel entonces estampas idílicas: salida al cine, visita a mercados, escapada a Pollença en perfecta sintonía. Don Juan Carlos, desde aquel aciago día de Pascua no ha vuelto a pisar la isla. Ni se le espera.
A pesar de que goza de una salud envidiable a sus 82 años, todas las precauciones son pocas, por eso el pasado 2020, aunque acudió fiel a su cita estival en Mallorca, tuvo un perfil mucho más bajo del habitual coincidiendo, precisamente, con la llegada de los Reyes, con quien no se dejó ver de manera pública. Coincidió, eso sí, una de sus primeras apariciones en la isla 48 horas después de la confirmación por parte de Zarzuela de la marcha de España del Rey Juan Carlos; entonces, Doña Sofía lucía aún su alianza de casada y la sonrisa, a pesar de todo, escondida tras la mascarilla.
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