Día de los Enamorados
El “síndrome San Valentín” los vuelve locos
Estos días las redes se llenarán del más exultante exhibicionismo de felicidad de las «celebrities»
El amor llega a hacer de la extravagancia, mesura; de la exageración, virtud, y de la locura, una necesidad. Los famosos suelen cumplir con estas edulcorantes premisas cuando airean ante el mundo lo afortunados que son por haber encontrado a la pareja de su vida, aunque a menudo tarden mucho menos que eso en probar el peor de los antídotos: la decepción. En los próximos días no habrá síntomas de ese veneno, solo el más exultante exhibicionismo de felicidad que muchos personajes populares difundirán en las redes sociales por San Valentín. Como es difícil resistirse a esta ola de emociones públicas, nos sumaremos a ella con algunas inolvidables declaraciones amorosas.
Todo es poco para ti
Diamantes, relojes, coches… A Beyoncé y Jay-Z les gusta demostrar al otro su generosidad y su fortuna con presentes que rozan lo escandaloso, pero ninguno tan espléndido como la isla con la que él la conmovió durante una fiesta de Cupido. Está en Ábaco Norte, uno de los territorios insulares de las Bahamas, y tiene un valor de dos millones de euros.
Travis Scott hace de la ostentación una forma de vida, algo consustancial en los raperos superventas, de modo que a su pareja, Kylie Jenner, le debió de parecer muy propio de su personalidad que le regalara un Rolls-Royce de los años 50, una edición especial, personalizada para la «socialité», con detalles de oro y diamantes en el salpicadero. El amor de los auténticos magnates solo tiene el cielo como límite, por eso Francois-Henri Pinault, presidente de un conglomerado de lujo y moda (Gucci, Balenciaga, Saint Laurent…), en un arrebato, decidió comprar un avión a Salma Hayek, su esposa desde hace 13 años «para así tenerla de vuelta a mi lado lo antes posible cuando esté lejos». El multimillonario ruso Roman Abramovich quiso ir más allá: buscó en este planeta y no encontró nada lo bastante bueno para su entonces esposa, Dasha Zhúkova, de modo que adquirió para ella una parcela de 40 hectáreas en la Luna (sí, se puede, y es carísimo).
Para algunas parejas, en cambio, el exceso resulta demasiado impersonal, por lo que aprecian más los detalles íntimos, esos que ofrecen una parte de ti mismo, lo que en el caso de Scarlett Johansson es del todo literal: sorprendió a Ryan Reynolds, con el que estuvo casada durante tres años, con una de sus muelas del juicio bañada en oro y prendida en una gargantilla. Sí, a menudo los pequeños gestos dicen mucho más de cómo algunos conciben las relaciones. Otro ejemplo: el músico Machine Gun Kelly ha mostrado un escalofriante sentido de la posesión al regalar a su próxima esposa, la actriz Megan Fox, un anillo de compromiso con espinas para que si se le ocurre quitárselo le produzca un intenso dolor. Aunque tal vez solo pretendía corresponder al dramático romanticismo de Megan, que en el anterior San Valentín le obsequió un collar con su sangre para que lo llevara siempre sobre su pecho.
Qué no harían ellos por amor
Un «te quiero» no suele ser suficiente entre los amantes mediáticos. El escenario en el que viven debe centrar los focos en golpes de efecto con los que demostrar que sus afectos deslumbran. Con ese propósito Seal ordenó que construyeran un iglú en un lugar de las Montañas Rocosas de Canadá al que solo se podía acceder en helicóptero. Aquel pedazo de hielo, preparado con todo lo necesario para un cómodo y cálido San Valentín, es uno de los mejores recuerdos que la modelo Heidi Klum se llevó tras su divorcio del cantante. Kim Kardashian y Kanye West también siguen ahora caminos distintos, pero resulta difícil imaginar que puedan volver a vivir una petición de mano como la que organizó el músico en el colosal estadio de los San Francisco Saints de beisbol. Llenó el campo de familiares y amigos, contrató una orquesta que tocó el tema de Lana del Rey Young & Beautiful y al finalizar explotó una batería de fuegos artificiales mientras en los videomarcadores se podía leer «Marry me!» (¡Cásate conmigo!).
Ryan Reynolds merece también aquí una mención. A su actual pareja, Blake Lively, le encantan unos pasteles de manzana que preparan en Vancouver, la ciudad canadiense donde nació Ryan. De modo que el actor viajó hasta allí en avión y alquiló un coche para regresar con el cargamento prohibido: se considera delito pasar verduras y frutas entre ambos países. Le detuvieron en la frontera y, a pesar de su nerviosismo, según relató él mismo en una entrevista, al reconocerle le permitieron seguir sin registrar el vehículo.
Pero dicen que no hay mayor demostración de amor que la renuncia. Y si es así, Enrique de Inglaterra debería figurar en un lugar especial entre estos locos románticos. Títulos, una vida de royal…, a todo ha renunciado por la exactriz Meghan Markle. Aunque, visto lo que deja atrás, tal vez no haya sido tanta locura…
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