Nupcias
50º aniversario de la boda de Carmen Martínez-Bordiú y Alfonso de Borbón: los intereses escondidos de los novios
Mientras que él miraba al trono, ella veía su matrimonio como una oportunidad para ser libre
Tal día como hoy, hace ya 50 años, Carmen Martínez-Bordiú y Alfonso de Borbón se dieron el ‘sí, quiero’ en una fastuosa boda celebrada en la capilla de El Pardo. La novia entró a la iglesia vestida de Balenciaga y acompañada del dictador Francisco Franco, su abuelo, que la guio hasta el altar para unirse en santo matrimonio con el nieto de Alfonso XIII. Por aquel entonces, los novios parecían estar completamente enamorados, pero años después se conoció que tras esas nupcias se escondían intereses y aspiraciones que poco o nada tenían que ver con los sentimientos.
“Fue una boda de conveniencia. Es posible que algún miembro de la familia lo viera como una manera de perpetuarse en el poder”, llegó a confesar José Cristóbal, el hermano de la novia. A Alfonso de Borbón le convenía contraer matrimonio con ‘la nietísima’ por sus aspiraciones reales. Creía que vincularse a la familia de Francisco Franco abriría la posibilidad de que el dictador lo escogiera como sucesor al trono. No se equivocaba, y durante un tiempo fue la misma Carmen Polo quien se dirigía a la pareja como futuros reyes de España.
Según cuenta Paloma Barrientos en ‘Vanitatis’, la esposa de Francisco Franco exigía a sus amigas que se reverenciaran ante Carmen Martínez-Bordiú cuando se encontraran con ella, y obligó al servicio a dirigirse a su nieta como “alteza”.
En lo que respecta a Carmen Martínez-Bordiú, a ella no solo le venía bien casarse con Alfonso de Borbón porque se imaginaba como reina de España, sino porque también suponía una liberación en su estilo de vida. Antes de pasar por el altar, se controlaba cada uno de sus movimientos, pero en cuanto se convirtió en ‘señora de’ Borbón, tuvo vía libre para hacer lo que le viniera en gana. “Todo eran facilidades. Mi padre, de pronto, dejó de cuestionar mi vida, mis amigos y de amenazar con castigos tremendos como eran los internados. Todo cambió, y entraba y salía cuando quería sin dar explicaciones. No existía horario nocturno de: ‘a las diez en casa’”, explicó ella misma en sus memorias, ‘Carmen Martínez Bordiú, a mi manera’.
Las pretensiones reales de ambos se fueron al traste cuando, seis años después, se les acabó el amor y decidieron tomar caminos separados. No fue un divorcio amistoso. De hecho, a lo largo del proceso de nulidad matrimonial, Alfonso de Borbón dedicó palabras muy poco amables a la que tiempo atrás definía como la mujer de su vida: “insufrible, caprichosa, de vida alegre, inmadura para el matrimonio, maniática, frívola, irresponsable. Ha tenido que recibir una buena formación religiosa, eso no lo dudo, pero no se ha reflejado prácticamente en su vida”.
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