Belleza
Ana Lérida, la colorista de las melenas más naturales de la alta sociedad
La estilista deslumbra con una velada exclusiva junto a Tamara Falcó Preysler y amigas de Anara
Crecimos con el «Rupert, te necesito» de una jovencísima Victoria Abril, que convirtió al de Tomelloso en el más comercial y el peluquero de las celebridades del momento, a él le debemos esa portada con Lola Flores con cabellera alisada, entre otras muchas. La colorista Ana Lérida no ha necesitado una exitosa campaña en televisión para llevar casi tres décadas tratando el cabello de las damas influyentes de la alta burguesía catalana («mi primera clienta VIP fue Guiomar Zuleta de los Reales, nieta de la escritora catalana Mercedes Salisachs, que fue clienta mía durante muchos años»), un trabajo perfeccionista y diferenciador cuando medio país se oxigenaba con frenesí el cabello, y de ahí, dar el salto al resto de España. En la Ciudad Condal siempre la visitan las actrices Marta Torné, Amelia Bono, María Adánez, Mónica Pons, Cristina Brondo, la socialité Alejandra Prat y el grueso de las esposas de futbolistas del FC Barcelona… También Alice Campello, esposa de Álvaro Morata, que viaja expresamente desde Italia. O Michelle Salas, la influencer mexicana, hija del cantante Luis Miguel, que no dudó en acudir a su salón antes del concierto de su padre en Barcelona a hacerse mechas y escoger el tratamiento de hidratación y brillo de Kubo. Un boca a boca que hace que regente Anara en la parte alta de Barcelona con mano firme. No en vano tiene un equipo numeroso en sus dos salones. La llaman «Ani», pero ella marca con su perfeccionismo, rudo y exquisito a la vez, la cercanía.
La niña de Jaén que se escapaba de clases de tutoría para maquillar, cambiar el aspecto y peinar a sus compañeras de clase, con el consiguiente disgusto de sus progenitores («siempre estaba castigada»), acabó regentando un salón de peluquería en su ciudad natal con 22 años hasta que después de casarse, se asentó en Sant Gervasi, su barrio, donde montó su negocio: el espacioso salón Anara, responsable de que muchas empezaran a cogerse el AVE a Barcelona solo para hacerse mechas y probar su paleta exquisita. «En mi familia fue un disgusto que quisiera dedicarme a la peluquería, no había tradición y hubieran querido que apostara por estudios universitarios. Hoy, nadie duda de que fue la mejor opción», dice acercando el sillón. Sonríe y le sale el gracejo andaluz sin perder la mirada a una mesa nueva que acaba de entrar para organizar esta noche una velada que celebra la unión de Ana Lérida con Wella Professionals. Por nada del mundo tiene que rozar las maxiplantas que flanquean la entrada a su negocio. Es inflexible.
Rubio de pija
Lérida está atenta a la mecha bien dada en el otro extremo del salón, al estado de ánimo de la clienta que se ha sentado con pocas ganas de hablar, y sobre todo a que esa orquesta, llamada salón de peluquería, discurra en armonía. No en vano acaba de conseguir que Forbes la distinga como referencia en el mundo de la belleza. Y lo sabe. Tiene gana de ser una celebridad en el sector y no lo oculta. Es muy consciente de lo que tiene y de los que le ha costado conseguirlo. «Famosas, anónimas.. Todo el que entra por aquí se convierte en un cliente preferente. Nadie me va a dejar su herencia», apostilla. Arranca el espectáculo.
Psicóloga, primero
Su mejor escaparate «mass media» –además de Sofía, su eficaz (y aparentemente invisible) directora de comunicación– es su cuenta de Instagram, que maneja ella misma y «jamás» pondría en manos de terceros. Lérida acumula casi quinientos mil seguidores, labrados a golpe de introducir en el mercado su receta mágica que pasa por ingredientes como el «melting», el «french balayage» apostando por los ingredientes naturales pergeñados en California y Nueva York que tiene en exclusiva. «Hola, melenas elegantes. Adiós, ejército de señoras de rubio y moreno sin matices y de melenas apelmazadas sin texturas. «A diario pasan por mis salones unas setenta personas con apellidos ilustres: médicos, futbolistas, empresarios, artistas... Siempre busco la salud capilar de mis clientes, apostando por colores naturales y veganos. Tengo muchas clientas que viene con cabellos destrozados. Mi reto es sacarles los rojos a los morenos, hacer vainillas con rubios anaranjados, camuflar canas haciendo tonos cálidos. Esto exige hablar mucho con mis clientas. Puedes ser el mejor, tener la mejor formación en corte y color, pero si no hay empatía, no te puedes dedicar a esto».
En el salón hoy está Tamara Falcó. La reconocida colorista y estilista Ana Lérida ha celebrado una selecta cena de bienvenida a la marquesa de Griñón como Gran Ambassador de Salones Anara y Wella Professionals. Le ha definido un bob y su color es el avellana. Le dice que se le ha quedado cara de niña. La marquesa esboza una sonrisa. Ha dado en la tecla. Se sale un momento. Ha recibido la llamada de una princesa saudita que es asidua del salón. Cuenta que la primera vez, vinieron de protocolo para explicarles que no la podían tocar ni mirar a los ojos. El día que llegó la comitiva, la recibió con un abrazo. Poco más hay que contar.
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