
Entrevista
Antonio Carmona: "Mi nieto Ismael me da la vida"
A punto de lanzar nuevo disco, el cantante se sincera en LA RAZÓN sobre el «regalo» que su familia supone para él en un íntimo encuentro promovido por Citroën

Antonio Carmona es un artista con mayúsculas, con alma y raíces que laten al compás del flamenco. Proviene de una estirpe legendaria, los Habichuela, un linaje que ha hecho historia en la música, y cuyo eco sigue resonando en las voces de sus hijas, Marina y Lucía. Pese a que tanto él como su inseparable compañera de vida, Mariola Orellana, desearon para ellas caminos distintos, el arte es una herencia invencible. «El ADN es el ADN, no se puede luchar contra eso», reconoce el cantante en un encuentro culinario en el Club Financiero Génova, organizado por Citroën, casa de la que es embajador desde 2019. «Es una marca que me aporta familiaridad, porque es donde viajo con mi familia, donde vamos de giras y mantenemos una relación durante horas. Yo creo que es una manera también de unificar a mi familia y de poder viajar con ellos, que es lo que más me gusta», explica con esa cercanía que le caracteriza.
Aunque lleva años sin publicar un álbum -silencio que pronto se romperá, entre finales de este año y comienzos del próximo-, su vida sigue marcada por el escenario. Las giras continúan, y casi ningún Carmona se queda fuera. La familia, en su caso, no es solo sangre, es compañía. Admite que hay días en los que la convivencia se vuelve más fácil con los elegidos que con los heredados, pero no pierde el humor ni la ternura: «En mi casa, aparte de ser muy familiares, somos gente que abrimos mucho las puertas. Viene gente de todo tipo, desde amigos, músicos, pintores, políticos… Tenemos una amplia gama de amigos. Es verdad que cuando vienen los hijos son más pesados. Se presentan allí, te quitan la ropa, te quitan los coches, te dicen ‘oye, aquí te dejo al nieto’... Son mucho más complicados los hijos que la familia que se elige».

Su gesto se transforma cuando suena el nombre de Ismael, su primer nieto, hijo de Lucía y del cantante Ismael de la Rosa. Antonio hace gala en ese momento del amor puro e instintivo que solo ofrecen los abuelos. «Estoy encantado con él. Me da la vida, me despierto y me acuesto con él. Siento una cosa fuera de lo normal, muy bonita, no sé explicarlo, porque como se quiere a los nietos, no se quiere a los hijos. A tus hijas las has educado, pero a tus nietos lo que haces es consentirle absolutamente todo. El mío anda todo el rato en pelotas por ahí, con el barro. Intento que sea lo más salvaje que se pueda y que disfrute, porque esa época de niños pasa muy rápido. Intento que sea lo más feliz que se pueda», relata, con la mirada y la voz rebosantes de emoción. Tanto lo quiere que le ha compuesto una canción, un tema que formará parte de su próximo disco: «Es una nana que todavía no he terminado. Tengo ya la letra, lo tengo todo y simplemente le faltan unos retoquitos. Quiero que tenga un recuerdo pequeñito de su abuelo».
Su expectativas son altas en lo que al futuro del niño se refiere. Igual que ocurrió con sus hijas, preferiría que no siguiera sus pasos en la música, consciente de que se trata de una forma de ganarse la vida tan bonita como sacrificada: “Quiero que sea futbolista. Si sale artista nos aguantaremos, pero ya debería romper con la profesión y salir por otro lado. Que sea un futbolista con cuerpazo”. Su mujer, contrariada, le interrumpe: “¿Futbolista con la cabeza que tiene? ¡Es listísimo! Que sea científico, que los científicos también pueden tener buen cuerpo”.

Pese a sus aspiraciones, dejarán que el niño vuele libre, como hicieron con sus hijas, que pese a haberse formado académicamente en los mejores centros, han terminado siguiendo el camino de la música. Su padre las apoya, pero a sabiendas de que todavía tienen mucho que aprender para alcanzar la excelencia del apellido Carmona: “Les queda mucho, tienen que trabajar mucho. Yo empecé con 13 años, pero ellas muy tarde porque han tenido otra educación. Se han formado en el Liceo y en Cambridge, y de eso también estoy muy orgulloso. A ver qué les depara la vida y la música”.
Un amor predestinado
Junto a él, en un segundo plano tan discreto como constante, se encuentra Mariola Orellana, con la que está a punto de irse de vacaciones «por primera vez en no sé cuántos años». La pasión sigue viva, como si el tiempo solo hubiera servido para reafirmar lo que el destino ya había trazado. «La unión nuestra ha sido tan fuerte y la tenemos tan arraigada que yo creo que es muy difícil que algo venga y que la destruya. Ni su familia me quería a mí ni la de mis padres a ella, entonces nosotros nos unificamos frente a eso, y ahora tenemos unas familias que llevan 34 años juntas. Ya somos un poco más mayores pero sí que es verdad que el romanticismo, la ganas de estar juntos y de compartir nunca se van a ir», cuenta Carmona, mientras Mariola lo observa desde el otro lado de la mesa.

Define su matrimonio como una «aventura» que estaba escrita antes incluso de conocerse. «Nos conocimos porque Dios quiso. Estaba planeado desde arriba, y así estamos y así estaremos. Es la mujer de mi vida, aunque tampoco puedo decir otra cosa con ella enfrente», remata con el humor que corre por su sangre Carmona.
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