DANA
El debate de la solidaridad en Valencia: del buen “efecto llamada” al mal de los "influencers"
El chef, que trabaja sin descanso desde el primer día junto a la cocinera Pepa Muñoz, ha generado una inaudita reacción en cadena
El hombre es solo una caña, la más débil de la naturaleza, pero es una caña que piensa. Este pensamiento de Pascal nos lleva a Valencia: 845.371 personas con el lomo partido por la tragedia y las palas con las que achican barro y escombros. Gentes dobladas, pero pensantes, igual que los miles de voluntarios que arriman el hombro. Entre ellos, el chef José Andrés, que esta misma semana no pudo contener las lágrimas al contemplar a su alrededor tanto altruismo, esa extraña cualidad que nos hace humanos. Dicen que este asturiano de Mieres, nacido en 1969, está hecho de otra pasta.
Su labor filantrópica ha merecido importantes premios, como el Princesa de Asturias 2021. La revista «Time» le nombró una de las cien personas más influyentes del mundo y por la cascada de solidaridad que genera podríamos pensar que anda a medio camino entre la humanidad y la divinidad. Él, poco dado al culto humano, reduce su papel al de simple cocinero que conoce su propósito y que aprendió de su madre a hacer alta cocina cuando en la nevera no había más que un huevo y un trozo de jamón seco. Poco después, la mili le enseñó el respeto por su país y por el prójimo y a trabajar en equipo.
Estos apuntes biográficos fueron los que le propulsaron hasta Haiti en 2010, cuando un devastador terremoto mató a 300.000 personas, sin más empeño que cocinar para los que realizaban las labores de ayuda. Fue el germen de su organización World Central Kitchen. Desde entonces, ha alimentado a las víctimas de las guerras y desastres naturales de todo el mundo. Donde se abre una herida, inmediatamente está él y su ejército de voluntarios y cocineros.
Una de las embajadoras de su organización es la famosa cocinera Pepa Muñoz, que trabaja incansable desde el mismo día que irrumpió la DANA. Cada día cocinan unos 25.000 platos de comida caliente y preparan unos 8.000 sándwiches; distribuyen fruta, mantas y botas de agua e incluso han proporcionado bombas para achicar agua que han entregado a la UME. Su mujer, Mila Nieto, nos atiende por ella desde Valencia: «24 horas al día no le bastan para esta situación», dice disculpándose. Nos cuenta que fue en la pandemia cuando José Andrés recurrió a la propietaria de El Qüenco de Pepa. «Una noche recibió una llamada preguntándole si estaría dispuesta a liderar una cocina, ante la necesidad existente. Pepa no se lo pensó ni un momento. Llevaba días pensando en la forma de ayudar y apareció José Andrés ofreciéndole esta posibilidad. Desde entonces, no se han separado. José dice que Pepa es su hermana gemela y que fueron separados al nacer».
Mila la conoce desde hace más de 20 años y da fe de «su empeño en ayudar a otros, más allá de la solidaridad y su generosidad. Es su naturaleza. Es asombrosa. World Central Kitchen le pone más fácil esta necesidad de estar al lado de los más desfavorecidos y te diría que su aspecto solidario se ha acentuado más si cabe. Esto, unido a su entrega y capacidad de trabajo, se transforma en algo extraordinario y vital en situaciones como la que estamos viviendo. Os sorprendería la cantidad de cosas que José y Pepa están resolviendo en Valencia. Tanto que son incapaces de salir de allí».
Y lo asombroso es también la cadena de solidaridad que esta pareja genera a su paso. Rosalía se unió esta semana a los voluntarios de World Central Kitchen en un almacén de Paiporta donde la ONG guarda alimentos y materiales de limpieza para luego distribuirlo por diferentes zonas. La artista no compartió imágenes de su labor solidaria en las redes sociales, pero fue reconocida y algunas personas quisieron fotografiarse con ella. Tamara Falcó, Paz Padilla, su hija Ana Ferrer o la influencer Ana Matamoros se han desplazado también hasta allí para colaborar con la organización.
«Yo soy tan bueno como la gente de la que me rodeo. No aprobé ni contabilidad, ni cocina, ni inglés. Muchas veces hacemos el culto a la persona y tenemos que hacer mucho más el culto al colectivo», declaró el chef, casado y con tres hijas, con motivo del Premio Princesa de Asturias. No le falta razón. Cerebralmente, los seres humanos estamos cableados para ser solidarios, aun a costa de posibles riesgos. Está en nuestra propia biología y es verdad que activa nuestros circuitos de recompensa, pero eso no nos hace egoístas.
¿Es necesario dar visibilidad a las celebridades que ayudan en Valencia? El neurocientífico Diego Redolar, autor de «La mujer ciega que podía ver con la lengua», confirma a LA RAZÓN, que el ser humano tiene predisposición al altruismo, pero es también contagioso, sobre todo en situaciones extremas. «La red de neuronas espejo podría estar implicada en este contagio que, por otra parte, puede ser más marcado ante personas que son bien vistas socialmente. Si tú ves una persona que admiras o que socialmente está bien valorada, esas neuronas actúan de una manera más acentuada».Anónimos, influencers, famosos, grandes fortunas… Con foto para las redes sociales o sin ella. Cada acto de bondad es parte de ese combustible que permite a mucha gente continuar cuando se han agotado los recursos.
La otra cara de la DANA, los bulos de las influencers
Como suele ocurrir en una situación de emergencia, los bulos han empezado a sembrar el caos en la población y, con el caos, el miedo. La mala gestión de la DANA ha creado el caldo de cultivo perfecto para que afloren las ideas más descabelladas, de manera que, frente a la ola de solidaridad humana, emerge esa otra cara del desastre sobre la que ya advirtió Felipe VI en su visita a Paiporta: «No hagáis caso a todo lo que se publica porque hay mucha intoxicación informativa. Hay personas interesadas en que el enfado crezca, ¿para qué? Para que haya caos».
Uno de los bulos más sonados tiene a María Pombo, influencer con 3,2 millones de seguidores en su cuenta de Instagram, como protagonista, con una información muy delicada acerca de las posibles víctimas mortales en el túnel de Alfafar: «Aquí han muerto 40 personas. Lo están silenciando, qué puta vergüenza», publicó. Enseguida fue difundida y comentada por otras personas.
Como ella, otras influencers con un buen número de seguidores, como María Fernández Rubíes, con 813.000, han compartido durante estos días otras informaciones erróneas que daban por ciertas sin ocuparse de contrastar mínimamente. La creadora de contenido Gigi Vives, de 30 años, ha entonado el «mea culpa», tras haber caído en la trampa, con este mensaje. «Ayer compartí varios bulos sin querer. Así que a partir de hoy voy a filtrar muy bien lo que subo a Instagram. Para que no nos supere la cantidad de información (que entonces pierde foco porque es muy agobiante) creo que menos es más. Y a mis compañeras influs les animo a que centremos la atención en la información real».
La UME ha sido una de las mayores damnificadas en esta propagación de teorias conspirativas. El teniente general Javier Marcos ha tenido que explicar en rueda de prensa cómo se despliegan en los territorios en caso de catástrofe para despejar cualquier duda. El mayor riesgo es la capacidad amplificadora de estas personas y su poder de influencia. Cuando quieren enmendar, es ya demasiado tarde. Son faros de vida para quienes siguen sus publicaciones. Copian sus hábitos, sus estilismos y sus creencias. Moldean sus biografías casi al dictado y, por tanto, creen a pies juntillas sus informaciones y, por desgracia, las redes son la principal fuente de información para la generación joven.
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