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Luis Font, fundador de Locomía que hoy canta en la calle: "Caí en un pozo sin fondo que me causó una fuerte depresión"

Fue uno de los fundadores del famoso grupo de los 80 y 90, llegó a cantar ante cincuenta mil personas, pero hoy entona los temas que le impulsaron a la fama en las calles y el Metro de Madrid.

Una de las formaciones primigenias de Locomía, con Xavier Font, a la derecha de la imagen
Una de las formaciones primigenias de Locomía, con Xavier Font, a la derecha de la imagenLa Razónfreemarker.core.DefaultToExpression$EmptyStringAndSequenceAndHash@1825b

Luis Font ha vivido durante casi treinta años un infierno marcado por la depresión y las adicciones e intenta "reconstruir mi vida desde la humildad". Sus problemas económicos casi le llevan a vivir en la calle. Hoy ocupa una habitación en la casa de un amigo en el barrio madrileño de Villaverde.

¿Por qué pasó de la popularidad al olvido?

Mi propio hermano hizo que me expulsaran de Locomia y caí en una pozo sin fondo que me causó una depresión y una adicción muy fuertes. Afortunadamente, las estoy superando… Me rompí en mil pedazos, mi vida era un caos total, pero ahora me empiezo a sentir más fuerte y con muchas ganas de vivir, de reconstruirme, de dejar atrás esa depresión tan profunda. Hace tres meses me vine a Madrid, llamé a muchas puertas y no se me dieron posibilidades de reinventarme, soy una persona muy válida y me merezco seguir cantando… y empecé a hacerlo en el Metro, donde he encontrado mucha comprensión y cariño. Yo no soy un indigente ni pido limosna, canto desde la humildad más absoluta, compartiendo al nuevo Luis reconstruido.

¿Está recuperando la autoestima?

Poco a poco me voy sintiendo más feliz y orgulloso de quién soy. Sigo en mi lucha diaria y la voy compaginando con mi vida personal. Esta misma semana empezaré a trabajar a media jornada como camarero y estoy tramitando el permiso para cantar en la calle y en el Metro.

Porque hace unos días le expulsaron del suburbano.

Fue una humillación, vinieron los vigilantes y me sacaron a la calle. Pero tengo que decir que lo hicieron con amabilidad.

Su situación económica es preocupante.

Lo he pasado muy mal. He estado viviendo con una paga social de poco más de doscientos euros, y han sido algunos buenos amigos los que me llenaban la nevera para poder comer. Son gente maravillosa de mi pasado, mis ángeles de la guarda. Me escondí muchos años, sentía vergüenza por mi situación, y hoy ya me atrevo a pedir ayuda para comprar comida, unos alimentos que me saben a gloria, porque vienen de personas que me demuestran un cariño tremendo. Me ayudan con tanto amor que la emoción es continua. Me proyecto hacia la felicidad y la serenidad…