Londres

Espías en el parto de Kate

Los «paparazzi» ya no son la principal amenaza: se teme que del bebé sea objeto de los servicios secretos. Las potencias mundiales tienen más interés que nunca en Buckingham porque mueve millones

EL HOSPITAL: el pequeño nacerá en el St. Mary's Hospital, en el que vio la luz su padre, en 1982
EL HOSPITAL: el pequeño nacerá en el St. Mary's Hospital, en el que vio la luz su padre, en 1982larazon

Cuando la duquesa de Cambridge dé a luz, un coche oficial se trasladará rápidamente desde el hospital St Mary´s hasta el Buckingham Palace. El vehículo, flanqueado por altas medidas de seguridad, trasportará un documento clave que llegará directamente a manos de Isabel II. Una vez que la monarca lo haya leído y firmado, siguiendo la tradición ceremonial, será expuesto al pueblo en un caballete en las puertas frontales de palacio. Las cámaras de televisión recogerán la información. Entonces, y sólo entonces, se dará la señal. El sexo, el peso y quizá el nombre del bebé se publicarán en Twitter y en la página web oficial de la corona. Tanto Kate como Guillermo se mostrarán como padres orgullosos. Lo que no imaginan es que, en tiempo real, los datos, muy probablemente, aparecerán en grandes pantallas a ambos lados del Atlántico y serán analizados por un grupo de expertos que, siguiendo las órdenes de sus superiores, intentarán copiar las claves y cualquier otra pista que les permita entrar en el sistema informático de Palacio. Con tan sólo unos segundos de vida, el heredero a la corona británica será una de las personas más espiadas del planeta.

La Prensa ha dejado de ser la gran amenaza contra la intimidad de los miembros de la familia real. La guerra cibernética es ahora la que gobierna el siglo XXI y Londres lo sabe mejor que nadie. Esta semana, el rotativo «The Guardian» publicaba cómo el centro de escuchas británico GCHQ espió a los hombres más poderosos del mundo en la cumbre del G20 celebrada en 2009. Las llamadas telefónicas de los líderes políticos, sus correos y sus claves, eran interceptados por un grupo de 45 informáticos que hacían llegar la información a los servicios secretos. En cuestión de segundos, Downing Street recibía los documentos. El sistema se activaba en cuanto el espiado en cuestión pulsaba el primer clic del ratón del ordenador que, a modo de cebo, se había colocado en cibercafés falsos. Ayer mismo el diario hacía públicas las prácticas de Londres y Washington respecto a la privacidad de millones de usuarios de internet: los dos países hacen acopio de datos interceptados a través de las redes mundiales de fibra óptica.

Millones de euros bajo el brazo

Aunque Diana tenía pavor a que los focos de las cámaras se acercasen hasta sus pequeños, ahora Kate tendrá que estar más preocupada por los emails que mande desde su ordenador personal. Y es que las potencias mundiales tienen más interés que nunca por la monarquía británica. Buckingham ha pasado de ser emblema de reportajes del corazón a convertirse en símbolo de una institución que mueve miles y miles de millones. Y el dinero, al fin y al cabo, es poder.

Según «The Times», se espera que el «babyboom real» inyecte a la economía británica alrededor de 280 millones de libras sólo con ventas de souvenirs y otros objetos de interés relacionados con el nacimiento. A la cifra habría que sumar luego los beneficios del turismo. Las atracciones relacionadas con la realeza británica generan aproximadamente 5, 29 mil millones de euros al año, pero ante ocasiones especiales, la suma se incrementa. Ya pasó con la boda real en 2011. Sólo en turismo las arcas británicas se embolsaron tres mil millones euros. Desde entonces, Kate no ha dejado de ser una máquina de generar dinero.

Los expertos aseguran que la joven ha aportado en sólo dos años a la corona más de 1.170 millones de euros. Las donaciones para la fundación de los príncipes Guillermo y Enrique se han multiplicado por diez desde que Catalina se uniera al proyecto. En 2011 se recaudaron 5,64 millones de euros comparado con sólo las 739.000 euros de 2010, antes de que la pareja anunciara su compromiso.

No es de extrañar entonces que los servicios secretos del mundo entero hayan centrado su atención en el bebé que un día se convertirá en rey o reina. Porque tanto si es niño o niña, desde el primer momento se le tratará como Su Alteza Real, príncipe o princesa. El Parlamento trabaja contra reloj para cambiar la normativa que daba prioridad a los varones sobre sus hermanas mayores, por lo que si es niña, la primogénita de los duques de Cambridge no tendrá ningún obstáculo legal para colocarse la corona de una de las monarquías más respetadas y antiguas del mundo.

Sin duda alguna, el sexo del bebé es la gran incógnita y a pesar de que desde los primeros meses algunos periódicos han asegurado que se trata de una niña, desde Palacio aseguran que los padres pidieron a los médicos no saberlo hasta el momento del parto. Cuando Guillermo nació el 21 de junio de 1982, la fuente de la céntrica plaza de Trafalgar se tiñó de azul, aunque los británicos tuvieron que esperar un mes para ver la cara del recién nacido. Su nombre también tardó en hacerse público. Carlos y Lady Di tardaron una semana entera para ponerse de acuerdo. Finalmente optaron por William Arthur Philip Louis. Kate tiene sólo dos nombres: Catalina Isabel, pero, siguiendo la tradición, el pequeño o la pequeña tendrá cuatro.

Los detalles del parto no se han dado a conocer. Las británicas firman el llamado «abour planing» donde especifican si quieren epidural o no, la postura con la que están más cómodas e incluso si quieren escuchar un tipo de música especial con un parto en el agua. Pero lo único que se sabe de las preferencias de Catalina es que, en la medida de lo posible, quiere que sea un parto natural. Por lo tanto, aunque la duquesa viene de familia acomodada, ha roto con la tradición de «too posh to push» (demasiado pija para empujar). La máxima la siguen las mujeres de los barrios más ricos, que programan la cesárea para evitar el dolor.

Lady Di estuvo deciseis horas de parto y fue la primera en dar a luz a un heredero al trono en un hospital en vez en Buckingham Palace, aunque el detalle se mantuvo en secreto hasta el momento en el que ingresó en la llamada Lindo Wing, el ala privada del St Mary's Hospital en Paddington. Después de treinta años, el centro se convertirá de nuevo en el centro de todas las miradas. Está vez, sin embargo, los focos de los paparazzi no serán los más intimidantes.

Marcadas por julio

Julio es, a todas luces, el mes con más celebraciones dentro de la casa real de Gran Bretaña. Sin duda, supone una época cargada de contradicciones. En él, se han aglutinado algunos de los momentos más relevantes para Diana de Gales y para Kate Middleton. Mientras Lady Di veía la luz por primera vez un 1 de julio; la que acabaría por convertirse en su antagonista, Camila Cornualles, lo hacía el día 17. Es esta coincidencia temporal la que crea más incógnitas en torno a qué día nacerá el bebé de Kate y Guillermo. Todos los medios de comunicación británicos apuntan al 13 de julio como fecha escogida por la duquesa de Cambridge para dar a luz, aunque este dato no ha sido confirmado aún, ni desmentido, por parte del Palacio de Buckingham. El trece es un número que, además de crear superstición en medio mundo, está más cerca del número 17 que del 1, algo que no ha gustado nada a los fieles de Diana, quienes prefieren que la niña nazca el mismo día que la que fuera princesa de Gales. Fue en este mismo mes, el día 29 exactamente, cuando contrajo matrimonio con el príncipe Carlos, en una boda que sería el broche a un amor que acabó de forma trágica. Puede que fuese ese final, tan alejado al de los cuentos, el que impulsó a los duques de Cambridge a variar su fecha de compromiso de julio a abril.