Opinión

La crónica de Amilibia: ¿Debería Tamara Falcó meterse a monja?

Tamara Falcó
Tamara FalcóSáshenka GutiérrezAgencia EFE

Es una pregunta que dejó ahí, en el aire, donde en realidad están todas las grandes preguntas existenciales. ¿Debería Tamara Falcó meterse a monja? Lo quiso ser de joven, según tiene dicho. Y ahora, después de probar la gloria terrenal y su frenesí, ¿cabe un retorno a su vieja vocación? Debería hacerse una encuesta. En una ya publicada, la mayoría apoya la ruptura de Tammy con Íñigo Onieva (o nieva o truena), pero no han preguntado si sería del gusto del personal que la marquesa de Griñón profesara en la orden de las agustinas, las benedictinas, las capuchinas, las franciscanas, las cartujas o las carmelitas descalzas, por ejemplo. De momento, se ha refugiado en Dios: «La divina providencia tenía un plan», dijo en la tele, porque hay momentos en que ella se confiesa mejor en «El Hormiguero» que con el padre Ángel.

Piadosa, la marquesa le suplicó a la Virgen: «Si no es el hombre de mi vida, quítamelo». Eso fue el verano pasado, o sea, que algo se olía ella, y no era precisamente a incienso, sino a cuerno quemado. Es lo que tiene acercarse tanto a los cirios. «Lo que no sabía era que los planes de la Virgen era quitármelo televisión mediante», ha explicado ahora. Es que los designios de las Vírgenes también son inescrutables y lo ven todo, hasta «Sálvame». Como Tammy le ha cogido el gusto a la dolce vita, la tele, las redes, la alfombra roja y todo eso, existe un evidente peligro: que ya en el convento, aún novicia, la visitara un Don Juan Tenorio. ¿Se imaginan la escena del sofá en la portada de «¡Hola!».

¿Podría Tamara olvidar el mundo? ¿Podría el mundo olvidar a Tamara? Vivo sin vivir en mí. La encuesta ya, porfa.