Opinión
La crónica de Amilibia: ‘Cosa fina: Irene Montero y las meretrices’
Anuncian un gasto de 217 millones en un programa de Irene Montero para abolir la prostitución. Poco dinero me parece: ya era hora de hacer un poco de limpieza en la clase política que está haciendo la calle ofertándonos ideologías rebajadas y poliamor a cambio de votos. Pero no va Irene por ahí, sino más bien a limpiar calles y puticlubs de meretrices. Los de Stop Abolición ya han dicho que se hace «una ley para ellas sin contar con ellas» y Emilio Albi ha publicado una excelente novela («La amante ciega») en que la trata, entre otras cosas, de la tan necesaria asistencia sexual a los discapacitados. Arrabal confiesa que «el sexo es más importante a los 90 que a los 20».
Todavía me falta algo para los 90, pero alguna asistencia sexual a cargo de la Seguridad Social merecemos los viejos, le grito al televisor. No pido que nos regalen cupones de masajes con el bonobús, pero al menos un detallito, ¿no?
No caerá esa breva: Irene no está por el «momento feliz» de los viejos, le inquieta mucho más la cosa trans. Macarena Olona cuenta que ellas, las rabizas, estudian la posibilidad de publicar la lista de los políticos que solicitan sus servicios. «Caería el Gobierno», advierten. Caería con más ruido si además publicaran las especialidades que solicitan y lo que largan en el catre en el momento relajado del cigarrillo y el whisky. «Información vaginal, éxito garantizado», que dijo Lola Delgado en tertulia con Villarejo.
Susana Pastor, portavoz de la Asociación de Trabajo Sexual, directora de una casa de masajes, explica que «si nos legalizaran y pagásemos impuestos, podríamos pagar la Deuda de España».
Ojo al dato: no sé si la ministra de Economía, Nadia Calviño, ha hecho números.
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