Opinión
La crónica de Amilibia: Ella es real, ella es auténtica, ella es así
Los analistas llevan tiempo investigando sin resultado qué es Irene Montero y la necesidad de su presencia en el Gobierno. Unos dicen que vive en el Metaverso (uno suyo, no el de Zuckerberg) y otros que tiene alma de cántaro o de influencer LGTBI+ con una app de citas apostólicas: «Sólo sí es sí». Creen que incluso vive en la realidad virtual cuando besa casta y políticamente a su Pablo Iglesias. Quizá su alma, su mente intelectual, pueda explicarse a través de la física cuántica, que ahora trabaja la hipótesis de que existe y no existe a la vez. Todo es más sencillo: ella es real, ella es auténtica, ella es así. Se refleja en sus campañas, donde pone/impone su fe y la pasta de los contribuyentes, y en sus lemas: ahora toca esa que dice «soy real, soy auténtica» para mostrarnos cuerpos de mujeres gorditas, viejas, calvas, con pelos en las axilas…
Lucha contra los cuerpos irreales, o sea, los cuerpos cañón, las glorias del photoshop, por si acaso nos habíamos creído que todas las mujeres deberían ser como Pilar Rubio o Sara Carbonero, por ejemplo. Dios nos libre. No, hijos míos, nos viene a decir la Madre Irene: las mujeres reales y auténticas son así, y también merecen un sitio en el mercado laboral y en el de vuestros sueños. Paréntesis: se echa de menos una campaña contra los estereotipos de belleza masculinos como Jon Kortajarena o Pedro Sánchez, que tanto daño hacen a los tipos reales y auténticos como yo, viejo, calvo y con barriga panadera.
Hasta Cristina Almeida se ha venido arriba y confiesa que en su día rechazó un polvo con Bertín Osborne porque era «un señorito facha». Real y auténtica.
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