Estreno

Sexo, pasión y dinero: la historia entre el rey Juan Carlos y Barbara Rey llega a Atresmedia

Mañana llega a la pequeña pantalla una de las series más esperadas del año

Pocos lo sabían, muchos lo intuían y al resto se lo ocultaron para no dañar a la monarquía. Mañana domingo se estrena en Atresplayer la serie de ocho episodios “Cristo y Rey”, que cuenta la tumultuosa vida matrimonial de Barbara Rey y Ángel Cristo, con el añadido de la historia sentimental, más bien sexual, de la artista y el hoy rey emérito, don Juan Carlos.

Una fuente cercana al padre de Felipe VI nos desvela que “el rey estaba enganchado a esa mujer, nunca llegó a sospechar que en sus citas íntimas Bárbara grababa a escondidas todo lo que ocurría entre ellos, incluidas las escenas de cama. Cuando rompieron, salió a la luz la existencia de esos vídeos y hubo que comprar el silencio de la vedette. Ella salió ganando mucho dinero. Bien le pagaron sus encuentros con el monarca”.

Parece ser que los servicios secretos españoles intentaron hacerse con tan polémicos vídeos, pero la protagonista femenina de los mismos los tenía a buen recaudo y, además, había hecho varias copias de los mismos.

Sofía Cristo, Bárbara Rey y Chelo García-Cortés
Sofía Cristo, Bárbara Rey y Chelo García-CortésJUANJO MARTINAgencia EFE

Choca ahora que Bárbara haya consentido que se airee en la pequeña pantalla un romance del que nunca quiso hablar. Se rumorea que la productora de la serie, cuyo responsable máximo es Daniel Écija, ex marido de Belén Rueda, ha contado con la indispensable colaboración, bien pagada, de una Bárbara que cumplirá setenta y tres años el próximo dos de febrero.

Al contrario que otras presuntas amantes del soberano, que callaron y permanecieron en el anonimato cuando don Juan Carlos se cansaba de ellas y buscaba nuevas aventuras, Bárbara entró en cólera al sentirse despreciada y dejó muy claro que no pensaba quedarse muda. Entonces, el mecanismo extraoficial se puso en marcha y silenciaron su boca con unos cuantos millones de las antiguas pesetas y otros favores profesionales.

En ocasiones se veían en un chalet alquilado en la zona norte de Madrid , e incluso en el domicilio de la artista. El rey no se prodigaba en hacer regalos pero le compró un valioso collar que le robaron a su dueña, junto a ciertos documentos, una agenda personal, diapositivas, cintas, cartas y otros objetos que perjudicaban seriamente a las dos partes.

Hace unos días, ella sorprendía a todo el mundo confesando que “estuve varias veces en el palacio de la Zarzuela”. Unas visitas que nunca salieron a la luz y que nos dejan estupefactos. ¿Quién encubría esas citas en tan real escenario? Imaginamos que se producían cuando la reina doña Sofía y sus hijos no se encontraban en palacio.

Para curarse de males mayores, y a la vista de una trama tan escabrosa, desde la productora se avisa de que la serie es una versión novelada de hechos reales. Y tan reales, nunca mejor dicho.

Por otro lado, quien esto escribe conoce bien la historia matrimonial de Bárbara Rey y Ángel Cristo. El domador era un hombre con doble cara, capaz de ser la persona más cariñosa del mundo, para transformarse en minutos en alguien agresivo. La que fuera su esposa bien lo sabe. Seguro que recuerda aquella noche en la que su marido se enzarzó a puñetazos con un conocido actor en el interior de una discoteca, al ver que ese hombre intentaba flirtear con Barbara. Yo estaba presente y fui uno de los que separaron a los contendientes. Un espectáculo vergonzoso. Igual que viví otro episodio en la casa que la pareja tenía en la lujosa urbanización de La Moraleja, cuando Ángel se puso a chillar a su esposa sin importarle lo más mínimo mi presencia. Y el cabreo fue por una tontería intranscendente. Escenas como esa se sucedían casi a diario.

Las drogas y las malas compañías convirtieron aquel matrimonio en un infierno. La ruptura fue la consecuencia final de tanto enfrentamiento.

Semanas antes de fallecer quedé con Ángel en un hotel de la madrileña calle de Santa María de la Cabeza. La espera se hizo insoportable. Al final, Cristo llamó a recepción para pedirme que quedáramos al día siguiente. Su voz denotaba su lamentable estado. Y al regresar, un nuevo plantón. Un empleado me reveló que el domador estaba tan alterado que había roto los muebles de la habitación. La entrevista no se hizo nunca.

Aún así, su ex mujer jamás me ha hablado mal del padre de sus dos hijos. Es más, ella fue quien pagó los gastos de su entierro, porque él se había arruinado. En el fondo, la pena por la autodestrucción de aquel hombre dejó atrás todo lo que le hizo sufrir en vida.