Málaga

Los vips abandonan a Julio Iglesias por Jesús MARIÑAS

Fueron de la ilusión al desencanto. Aunque la media de edad del público era de cincuenta años, pronto pasó del entusiasmo a una sorpresa preñada de interrogantes: ¿por qué a un artista de fama internacional siempre le falla el sonido?

Julio Iglesias, el martes, en Aranjuez
Julio Iglesias, el martes, en Aranjuezlarazon

Era realmente inaudible incluso en las mesas de primera fila, que lo mismo sentaban a Paco y Paloma Segrelles que al clan Tablada y al incombustible Pedro de Felipe. También a un rendido Juan José Hidalgo, dueño del Air Europa, con quien Julio Iglesias viajó desde Málaga y con el que compartió el vuelo de ida y vuelta.
No estuvo la anunciadísima Elena Tablada. Falló como la mayoría de populares; únicamente destacó Pitingo y un Jaime Martínez-Bordiú endomingado junto a la viguesa, tierna y entregada Marta. Apareció de los últimos, con tiempo de admirar el suculento menú de ¡siete platos!, comida regada con Albariño, Ribera del Duero y champán Mumm. Las exquisiteces gastronómicas del Casino de Aranjuez –que pagó 240.000 euros al cantante, triplicando lo que cobró recientemente una Isabel Pantoja que metió mil espectadores más hasta llenar las 1.500 plazas habilitadas–, sólo fueron degustadas por unos quinientos comensales con posibles, edad o encanto como el de María José de Tena, directora general de Viajes Halcón, impecable bajo calados blancos.
Fue premonitorio que como tercera canción Julio ofreciese –me resisto a decir que la entonó– el tango «A media luz». Era lo que privó, como la insistencia de buen sonido, pese a los ensayos de toda una tarde. Es una cruz que Julio arrastra a donde va, y lo digo con conocimiento de causa, tras seguirlo por medio mundo desde Río a Suráfrica. Siempre la misma historia, una cantinela de imperfecciones repetida año tras año. Él intentó justificar tal desastre auditivo con un «siempre que vuelvo a casa me pongo muy nervioso». Jugó a ser crío a sus casi 68 años (que cumplirá el próximo 23 de septiembre). Buscó enternecer, pero algunos buscaron otro consuelo: «¡Suerte del menú realmente exquisito!», exclamaron ante la opípara cena. También se oyó magnífico al grupo de diez músicos y gustó el trío minifaldero que conformaba el coro, pero Julio pasó con más pena que gloria. A 400 euros la noche, no caben justificaciones, excusas, ni paños calientes . Julio se lo llevó calentito dejando un ambiente gélido. Será verdad que es el principio del fin. Será.