Ginebra

Salzburgo caliente caliente

En ropa interior blanca y practicando sexo, la soprano Patricia Petitbon se transforma en una pelirroja Lulú que dispara la temperatura del patio de butacas

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Aunque aparenta cierta fragilidad, quizá incrementada por su piel blanca y su cabello con destellos de fuego, Patricia Petitbon conoce a Lulú como si fuera su «alter ego» porque antes de cantarlo y vivuirlo en Salzburgo ya lo había representado en la Ópera de Ginebra. El domingo, Patricia y Lulú pusieron rumbo a Salzburgo bajo la mirada atenta de la directora de escena, Vera Nemirova, uno de los nombres de referencia en el panorama lírico y que forma parte de una nueva generación de registas que quieren ir un paso más allá. La soprano cantó y lució su figura, enmarcada por una sucinta ropa interior. Las voces, antes del estreno, no tardaron en alzarse contra una nueva versión sensual hasta el extremo y en la que el sexo está muy presente. Provocación es la palabra que ha acompañado esta puesta en escena, una de las más esperadas por novedosa. Aunque en Salzburgo, a qué engañarnos, cada vez se asombran de menos, aunque de «Lulú» se va a hablar.

Noventa años cumple el Festival de música y en esa casi centena ha visto desfilar por su escenario prácticamente de todo. Una de las últimas revoluciones salzburguesas la protagonizó Gerard Mortier cuando se hizo cargo del encuentro musical, allá por los años 90 (llevó las riendas de 1990 a 2001). «Aires nuevos», dijo para sí y para el respetable, y abrió la ventana de par en par para que se colara el viento hasta el patio de butacas. El experimento fue celebrado, vivió sus buenos días, rejuveneció al público, y acabó.

Cercano al porno

El punto final se lo dejó el belga al director de escena Hans Neuenfels, que parió un montaje de «El murciélago», de Johan Strauss tan delirante como hiriente para un patio de butacas que quedó semidesierto al final de la representación y en el que puso en solfa a todos los poderes fácticos y fuerzas vivas de Salzburgo. Aún se recuerda. Hoy, Neunefels llena en Bayreuth el escenario de ratas fieramente humanas con grandes patas y rabos largos mientras Jonas Kaufmann, el tenor del momento, da lo mejor de sí. Apenas recién empezado el festival austriaco, la que se anunciaba como una de las novedades más esperadas se ha dejado ver. La «Lulú» de Alban Berg, cuya dirección de escena firma Vera Nemirova, se estrenó el domingo y puso varios grados de más al termómetro salzburgués con un montaje que se ha anunciado como cerca de lo pornográfico y que calienta el agosto de la localidad austriaca. El Festival acogerá hasta el día 17 seis representaciones de la segunda ópera del compositor en su versión en tres actos, el último completado por Friedrich Cerha a partir de los apuntes del autor. Patricia Petitbon, que se ha metido a fondo en la piel del personaje, recibió el domingo los aplausos del patio de butacas, que premió su esfuerzo, sin embargo, y como suele suceder con respecto a la dirección de escena, hubo división de opiniones para Nemirova, cuya regia no llenó de entusiasmo, pero que no supuso un tirón de orejas como en anteriores puestas de escena. Si apenas había huecos al comienzo de la representación (la expectación que había generado era bastante grande), al final de las cuatro horas que dura la misma no era difícil toparse con bastantes asientos vacíos.

La ducha de «Macbeth»

Desde los medios locales se ha destacado la escenografía que firma Daniel Richter (de Jürgen Flimm, años antes de abandonar la dirección del festival austriaco, partió la idea de encargar a artistas plásticos algunas de las escenografías de Salzburgo, aunque no todos cumplieron con la misma fortuna), cuya visión pictórica se ha señalado como «el corazón del espectáculo» visto desde el patio de butacas. La crítica aseguraba ayer que después de algún que otro tropiezo, Nemirova «podrá respirar tranquila», ya que esta «Lulú» no ha recibido la durísima contestación de que fue objeto «Macbeth», montaje que en diciembre de 2009 llevó hasta la conservadora Ópera de Viena y que levantó ampollas porque en un momento de la representación los dos protagonistas disfrutaban de una ducha caliente, eso sí, sin dejar de cantar, con el consiguiente ruido del agua cayendo y que levantó protestas entre el público. No hubo precisamente aplausos, sino todo lo contrario. Aquella función supuso el debut del batuta español Guillermo García Calvo en la casa de Viena. El director no criticó la puesta en escena, pero mostró su escepticismo sobre que fuera del agrado del público y, sobre todo, pidió que «no se nos meta a todos en el mismo saco». ¿Se presta «Lulú» a la polémica? La pregunta, después de este estreno, está en el aire. El título ha levantado este año controversia al menos ya en dos ocasiones. En febrero, Olivier Py, otro «enfant terrible» de la nueva dirección de escena, llevó hasta la Ópera de Ginebra, coliseo que se caracteriza por ser uno de los más rompedores y menos encorsetados, su particular visión de esta mujer bella y seductora que acaba ejerciendo la prostitución en las calles de Londres. Antes de la representación y mediante carteles se advertía de que el montaje era sólo «apto para mayores de 16 años» y que podía herir la sensibilidad del público. La dirección del coliseo colgó, tanto en su entrada como en su página de internet, la advertencia de que «para traducir las intenciones del compositor y de su inspirador Frank Wedekind, Olivier Py y su equipo han recurrido a imágenes que, si bien son cada vez más frecuentes, siguen siendo raras y poco habituales sobre un escenario lírico y podrían chocar a un espectador no advertido», para que nadie fuera engañado. El motivo era que durante el tercer acto se proyectaba un filmación pornográfica. Ese mismo montaje es el que recalará en noviembre en el Teatro del Liceo, no sabemos si con la misma recomendación o con un montaje que no incluya la citada proyección.

Aún están a tiempo de poder disfrutar de esta «Lulú» tildada de provocadora y con la firma de Vera Nemirova impresa.