Castilla-La Mancha

Las mil caras del presidente José Bono

Bono de día y Bono de noche; Bono en público y Bono, en privado... El presidente del Congreso, el hombre de las mil caras, sorprendió ayer a propios y a extraños. A los primeros por meterse «en jardín ajeno», dijeron. A los segundos, por pronunciar el día de la Constitución el discurso menos institucional que se recuerda en la historia de nuestra Carta Magna

Bono y Rojo presiden izado de la bandera
Bono y Rojo presiden izado de la banderalarazon

Y a todos, a los primeros y a los segundos, por telefonear a Rajoy para pedirle disculpas por decir de él en una entrevista en «El Mundo» que era un «tesoro para el PSOE que mimará y colmará de atenciones mientras él descansa».

Así es la tercera autoridad del Estado, según un portavoz del PP: «El hombre de denigra en público y pide disculpas en privado». El caso es que nos reafirmamos en la idea de que en la recepción del 32 aniversario de la Constitución el ambiente estuvo raro, y no sólo por la declaración de alarma. Pues raro, inusual e inapropiado sonó también el discurso de Bono, y no porque llamara a los ciudadanos a «no retroceder en la búsqueda del bienestar porque el presente está en sus manos». Nada extraño hasta aquí de no ser por su alusión a los «especuladores, estén o no en la bolsa», a las «castas o profesiones» y a quienes quieren ganar un titular «en su periódico de referencia». Hubo para todos. Tanto es así que sus palabras fueron motivo de conversación, y no para elogiarlas. «Nunca antes un presidente del Congreso había hecho un discurso tan partidista», se quejaba la popular Fátima Báñez. Y es que el presidente del Congreso llegó a mencionar el conflicto de los controladores y el abandono de sus obligaciones para echar un pulso al Estado para colegir que «la Constitución, sabiamente, ha ofrecido la fortaleza de su letra para alertarnos a todos de que quienes recurren al chantaje para defender privilegios son los únicos culpables».

Y si estas palabras fueron comentadas, lo mismo ocurrió con la escasa representación de las comunidades autónomas. Tan sólo estuvieron tres presidentes, el de Castilla-La Mancha, el de Aragón y el de Galicia. ¿Ministros? Salvo la de Defensa, Carme Chacón, que no hizo acto de presencia –como tampoco los portavoces del PNV, ERC, ICV y BNG– , estuvieron prácticamente todos: Rubalcaba, escurridizo; Salgado, pegada a Zapatero; Leire Pajín repartiendo sonrisas a quienes le hacen la pelota desde que es ministra; Gabilondo, para felicitar el día de la Constitución y poner mesura a este desmadre de la política; Blanco, para atender las preguntas que otros no contestaban; Jáuregui, para dar explicaciones técnicas; Sebastián, para lucir corbata y derrochar simpatía; Caamaño, de notario mayor del Reino; Rosa Aguilar, para interpretar las incomprensibles palabras de un Llamazares que invocó el Estatuto de los Trabajadores para resolver el problema de los controladores. ¡Señal de que hemos acertado con la declaración de alarma»!, respondió un socialista tras escucharle. ¿Y el resto de asistentes? Para que se les viera, como cada año. Del mundo judicial: la presidenta del Tribunal Constitucional, María Emilia Casas; el fiscal general del Estado, Conde-Pumpido; y el presidente de la Audiencia Nacional, Ángel Juanes. También hubo ex presidente del Congreso: Manuel Marín, Luisa Fernanda Rudi y Gregorio Peces-Barba, empeñado en meterse en todas las conversaciones ajenas.