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Casi tragedia griega

La Razón
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En este caso más bien catalana. Me refiero al libro de Arancha Sánchez Vicario sobre sus padres. No he leído nunca acusaciones tan terribles de una hija. Aunque la verdad estuviese cerca de la tenista, seguiría siendo tremendo. Incluso quiere desahuciar a sus padres del piso en el que viven desde hace más de 20 años, añadamos la edad y la terrible enfermedad del padre. Lo dicho tiene tintes de tragedia griega. Por el citado libro conocemos que los ingresos de la magnífica carrera de Arancha –trofeos, premios, exhibiciones y publicidad– ascienden a 45 millones de euros brutos. Habrá que descontar los muchos años viviendo que, a ciertos niveles, cuesta mucho: managers, entrenadores, asistentes y todo lo que acompaña a una estrella. Añádase la tajada más grande de los impuestos, por mucho que se trate de camuflarlos en paraísos fiscales. Seguro que los padres de Arancha, como los de tantos jóvenes con gran éxito y mayores ingresos, habrán administrado sin consultar ni darle mayores explicaciones a su hija. Sin que esto signifique el abuso del patrimonio de la misma. Hay un caso paradigmático en ese sentido: Jesulín de Ubrique. Sabido es que su padre no ha sido un ejemplo de buena administración. No sólo no lo ha demandado jamás, es que públicamente nunca le ha reprochado nada. Algunos apuntan que el exceso de amor por su marido ha hecho que la deportista vea a sus padres a través de la mirada de su esposo. Otros llegan más lejos. Presuntamente, habría sido el marido de la tenista el que habría invertido con poca fortuna. Verdaderamente, un caso penoso. Con este tema abrió «Espejo público». Hubo además dos primicias, ambas referentes a Alfonso Díez. Jesús Manuel contó que el Duque había firmado la excedencia como funcionario. Como no cuenta con más ingresos que los de sus sueldo, es lógico que haya estado pensando cómo arreglar su economía. Por tanto, a qué va a dedicar el tiempo laboral, porque el tiempo libre se lo dedica a su esposa. Me consta que ha recibido varias propuestas, pero no están los tiempos para meterse en jardines donde no está uno seguro de las flores que va a encontrar. Por eso el Duque, junto a su hermana Begoña, se propone a abrir en Madrid una tienda de antigüedades, materia que conoce y entiende. El AVE solucionará el problema de la distancia.