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Barcelona

(2-0) El Madrid presenta sus credenciales

«El primer partido serio de la temporada», Casillas dixit, sirvió para demostrar que el Madrid de Mourinho, aún en fase de construcción, ha encontrado el fútbol y el camino hacia éxitos predecibles. Venció al Milan (2-0), como antes al Ajax y al Auxerre, y presentó credenciales que apuntan en Europa más allá de los fatídicos octavos de final.

Cristiano Ronaldo celebra su gol
Cristiano Ronaldo celebra su gollarazon

«Lo que da valor a una taza de barro es el espacio vacío que hay entre sus paredes» (Lao-Tsé); el valor del Madrid está en el banquillo, en el lugar que ocupa el entrenador y las ideas que éste ha implantado: colocación, dominio y lucha hasta la extenuación, desde el minuto uno al noventa y tantos, como en aquellos tiempos. El valor de la plantilla madridista, el continente, lo determinan los precios del mercado, altísimos; el contenido lo ha establecido Mou-rinho, al desterrar la maldición de Schuster, derrotado por Roma y Juventus, y Pellegrini, abatido el año pasado por Pato (2) y Pirlo, en un cuarto de hora vertiginoso.

El Madrid, este Madrid, no disimula sus intenciones. Sale a por todas, no especula, corre y presiona hasta reventar, o hasta que el cuerpo aguante, que es lo que espera su entrenador. Mourinho lo exige todo y quien le discute un átomo lo paga. ¿Cuánto durará esta entrega total, este ritmo atroz, esta ambición sin límites? Muy seguro ha de estar de sus métodos y de su preparación para afrontar el futuro sin reservas. O así parece. Repite alineación, evita las rotaciones porque ha encontrado un «once» que funciona y lo explota sin miramientos. Nada le distrae, ni que salte un espontáneo a los 50 segundos y lo cace el de seguridad con una patada sin balón merecedora de roja. Superado el lapsus, Amelia fue el objetivo, rebasado a los 13 minutos, después de una falta de Pirlo a Xabi en la frontal, que Ronaldo coló en la portería al abrirse Ibrahimovic y Seedorf en la barrera.

Cargaba el Madrid el juego por la izquierda, dominios de Zambrotta, con Cristiano en plan hombre orquesta y sólo un minuto después del 1-0 hizo el 2-0: centró el portugués, remató Özil y el balón, que pegó en la espalda de Bonera, entró por encima de Amelia. En un cuarto de hora el encuentro parecía resuelto, más aún lo hubiera estado de señalar el árbitro portugués un penalti de Gattuso a Ronaldo (min 16).

Para no descolocarse, como si temiera venirse abajo a causa de la velocidad, el Milan se detuvo, encontró la pelota y se adueñó del partido desde el centro del campo. A Ronaldinho, repartidor de lujo, en el Bernabéu le han tomado por Tragabuches (va por Candau). Cuando jugaba en el Barcelona le ovacionaron, como a un torero, y ayer le pitaron cada vez que tocaba el balón, como si fuera un bandolero. Las patillas invitaban al equívoco; su talento y la indumentaria lo desmentían. Situado entre la línea que formaban el gladiador Gattuso, el creativo Pirlo y el incombustible Seedorf, y la vanguardia inadvertida donde formaban Ibrahimovic y Pato, con el 80 a la espalda intentaba surtir de balones a sus compañeros; no lo conseguía por la seriedad defensiva del Madrid, una garantía cuando el equipo pierde el dominio del partido y perspectiva.

Durante un cuarto de hora el Milan mandó y Casillas desvió al larguero el único disparo que recibió, un saque de falta de Pirlo que entraba por la escuadra. El bofetón espabiló otra vez al Madrid y Amelia hizo sendas paradas a Ronaldo y Özil y se libró del tercero porque Di María chupó hasta desesperar. Entonces llegó el descanso, y a continuación, otra carga de la brigada ligera con sendas ocasiones de Higuaín y Di María. Allegri vio que la clave estaba en el centro del campo, donde los madridistas a veces se entumecían, y cambió a Boateng, más músculo, por Gattuso.

Sentenció Churchil que «el éxito no es definitivo ni el fracaso, fatídico; lo que cuenta es el valor para continuar», y el Madrid está en la senda victoriosa. Donde antes dudaba y se perdía, ahora da un golpe sobre la mesa. Tiene fe en lo que hace y si, como apuntaba Valdano en la víspera, este partido iba a medir el valor real del equipo, se constata que lo tiene, que es de ley, como aquel que sirvió a John Wayne para obtener el único Oscar de su carrera. Y hacía el papel de un comisario tuerto. El Madrid tiene intactos y alerta los cinco sentidos, y anoche sólo le falló la puntería. Suerte que hubiese merecido, por ejemplo, Marcelo –hasta cuatro ocasiones de gol, que no encontraron el oportuno rematador, generó–, un zaguero con una portentosa proyección ofensiva.

Era el partido número 75 de Mourinho en Liga de Campeones y sus jugadores, vaciados, le brindaron un triunfo reducido a un escueto y corto 2-0. El Milan fue un rival digno, pero menor, que se libró por suerte de la goleada.