San Luis

Juan Pablo II: el Papa de María por Jorge FERNÁNDEZ DÍAZ

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Sin duda, acertaba claramente el cardenal primado de Polonia, Stefan Wyszynky, cuando el 16 de octubre de 1978 le dijo al cardenal Karol Wojtyla, (todavía, al parecer, conmocionado por su elección en el Cónclave), que él estaba destinado a «dirigir a la Iglesia hacia el nuevo milenio». El año 1978 fue sin duda un año extraordinario en la bimilenaria Historia de la Iglesia católica. En tres meses se habían sucedido tres papas en la cátedra de Pedro: Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II. Nadie podía pensar en aquel momento que el Papa «venido del Este» iba a dirigir la Iglesia durante más de 26 años, convirtiéndose así en el tercer pontificado más largo de la historia.Y eso sin tener presente que hacía casi cinco siglos que no era elegido un Papa no italiano. Ciertamente, como se ve, parecían concurrir en aquel momento diversas circunstancias realmente muy poco frecuentes. Su pontificado no fue sólo extraordinario desde el punto de vista de su duración, sino sobre todo lo ha sido por la gran fecundidad del mismo. No cabe la menor duda de que la divina providencia había ido preparando a aquel joven polaco de las tierras de Cracovia en el interregno de las dos Guerras Mundiales para, habiendo vivido de manera personal y dramática, en primera persona, las que él denominó «ideologías del mal», es decir, el nazismo y el comunismo, ser el instrumento idóneo para convertirse en el referente moral indiscutible de ese pasado siglo XX y al tiempo acabar con la división europea surgida de la Segunda Guerra Mundial. Podemos hablar de Juan Pablo II como el Papa de Fátima, así como del Papa de «la Divina Misericordia». También podemos hablar de él como el Papa de la paz, evocando la famosa Jornada Mundial de la Oración por la Paz en Asís, o del Papa de la juventud ,que ha dejado el legado maravilloso de esas Jornadas Mundiales que convocan a millones de jóvenes de todo el mundo como ningún líder político consiguió hacerlo jamás. Pero, ante todo, en mi opinión, Juan Pablo II ha sido y será para siempre el Papa de María. Su devoción mariana queda reflejada en su lema episcopal: «Totus tuus», es decir, «todo tuyo», refiréndose a la Virgen María. Como el mismo Juan Pablo II refirió en muchas ocasiones, ese lema lo cogió de San Luis María Grignion de Montfort, joven santo francés de principios del siglo XVIII . Como es sabido, en la historia de su Pontificado hay dos grandes devociones, él consideró que formaban parte especial de su misión como sumo pontífice. La devoción a la divina misericordia y la devoción a la Virgen de Fátima. La primera la recogió de Santa Faustina Kowalska, polaca practicamente contemporánea con él y que tuvo la misión de preparar a Polonia y al mundo para un mayor conocimiento de la insondable profundidad de la Divina Misericordia. La dimensión de su intensa vinculación con Fátima viene marcada por una fecha y unos hechos que significaron un antes y un después en su largo Pontificado: el 13 de mayo de 1981, fiesta de la Virgen de Fátima, Ali Agcca atentaba contra Juan Pablo II en la Plaza de San Pedro. Como él mismo afirmó: «una mano disparó el arma y otra-–refiriéndose a la Virgen de Fátima– desvió la bala». Resulta evidente, pues, que se puede hablar con propiedad de Juan Pablo II como el Papa de Fátima o de la Divina Misericordia. No cabe duda de que el día y la hora que el Padre Eterno le llamó a su Casa, lo quiso significar de una forma muy especial. Fue el 2 de abril de 2005. Era primer sábado de mes, devoción especialmente mariana de Fátima y, al tiempo, litúrgicamente el segundo Domingo de Pascua, el domingo de la Divina Misericordia. Sólo la Providencia podía hacer coincidir en un mismo momento, el más trascendental de su vida, en una síntesis perfecta de las dos grandes devociones citadas. No puedo concluir sin dejar de citar el profundo amor de Juan Pablo II por España, de la que se despidió el 4 de mayo de 2003 con una frase que es toda una sentencia: «España tierra de María; España evangelizada y evangelizadora: ese es tu camino».


Jorge Fernández Díaz
Vicepresidente tercero del Congreso de los Diputados