Benedicto XVI

La última semana de Jesús por Benedicto XVI

Tras un minuciosotrabajo de investigación, documentación y oración, el Santo Padre retoma su perfil de un «Jesús real».

El papa Benedicto XVI saluda a los fieles.
El papa Benedicto XVI saluda a los fieles.larazon

ROMA- Benedicto XVI deja por un momento su magisterio pontificio y recupera su nombre de bautismo, Joseph Ratzinger, para volver a escribir sobre Jesucristo. Cuatro años después de que fuese publicada la primera parte, el segundo volumen de «Jesús de Nazaret», que lleva por subtítulo «De la entrada en Jerusalén hasta la Resurrección», verá la luz de forma simultánea en todo el mundo y en siete idiomas el próximo día 10. LA RAZÓN anticipa los puntos clave de esta esperada obra, en la que Ratzinger hace gala de su músculo intelectual como teólogo y biblista para narrar la Pasión, la Muerte y la Resurrección de Cristo:


- Presentar al «Jesús real». El Papa explica en el prólogo que su objetivo es presentar al «Jesús real», un Jesús que permita una «relación personal», en contraposición al llamado «Jesús histórico» de algunos estudios interpretativos. De ahí que el Santo Padre insista en que el libro no tiene valor magisterial, es decir, no compromete a la Iglesia, sino sólo a las opiniones de Joseph Ratzinger como estudioso y erudito. También se detiene en el término «Ecce homo» para subrayar que «en Jesús aparece el ser humano como tal. En Él se manifiesta la miseria de todos los golpeados y destrozados. En su miseria se refleja la falta de humanidad del poder humano, que aplasta así al que no es poderoso».


- Cristo no era un «revolucionario político». En el texto, el Papa señala que Jesús no fue un «revolucionario político» y que su mensaje y su comportamiento no constituyeron un peligro para el dominio romano. «Pilatos sabía que de Jesús no había surgido un movimiento revolucionario. Después de todo lo que había oído, Jesús debía parecerle un exaltado religioso, que tal vez violaba el ordenamiento judío respecto al derecho y la fe, pero eso no le interesaba», subraya.


- Sobre la Última Cena. Benedicto XVI repetidamente ha pedido que en la liturgia se traduzca conforme al texto griego más exacto la frase «sangre de la Nueva Alianza derramada por muchos», y no «por todos». Así se hace, por ejemplo, en la nueva Biblia de la Conferencia Episcopal Española. Benedicto XVI se muestra convencido de que en la Última Cena las palabras fueron, sin duda, «por muchos». Pero también recuerda que Juan dice que Jesús no sólo murió por el pueblo («de Israel», apunta el Papa), «sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos», dice la Biblia. Así, el Papa concluye: «La muerte de Jesús vale para judíos y paganos, para la humanidad en su conjunto».


- Voluntad humana y divina. En el capítulo dedicado a la oración en el Monte de los Olivos, el Papa detalla que la naturaleza humana de Jesús expresa los deseos de no morir, pero son vencidos: «No se haga mi voluntad sino la tuya». Su temor ante la muerte, ante el mal supremo, es la expresión de su faceta humana, pero explica que «la voluntad humana está orientada a la divina. Al asumir la voluntad divina, la humana alcanza su cumplimiento, y no su destrucción».


- Exonera al pueblo judío. El Papa se detiene en el Evangelio de Mateo, cuando habla de que «todo el pueblo» pidió la crucifixión de Cristo. «No se expresa un hecho histórico», asegura el Pontífice para luego preguntarse: «¿Cómo habría podido todo el pueblo –judío– estar presente en ese momento para pedir la muerte de Jesús?». De este modo reconoce que esa errónea interpretación ha tenido «fatales» consecuencias, en referencia a las continuas acusaciones a los judíos durante siglos, que propiciaron su persecución.


- Las mentiras de las dictaduras. Ante la pregunta de Pilatos a Jesús sobre «qué es la verdad», Benedicto XVI aprecia que esta cuestión «se hace también la moderna doctrina del Estado: ¿puede la política tomar la verdad como categoría para su estructura? ¿No es tal vez verdad que las grandes dictaduras han vivido en virtud de mentiras ideológicas y que sólo la verdad puede llevar a la liberación?». Esta interrogante le lleva a señalar que «También hoy en la disputa política como en la discusión acerca de la formación del derecho, se encuentra un fastidio frente a la verdad. Pero sin la verdad el hombre no coge el sentido de su vida, deja, a fin de cuentas, el campo a los más fuertes».


- Jesús en la Cruz. El Papa se detiene en la inscripción «Rey de los judíos» para hacer hincapié en que «la cruz es su trono desde el que atrae el mundo hacia sí. Desde este lugar de la extrema entrega de sí, desde este lugar de un amor verdaderamente divino, Él domina como verdadero rey, domina a su modo: de una manera que ni Pilatos ni los miembros del Sanedrín habían podido entender».


- Dios no es cruel. El Santo Padre se pone en el papel de cualquier ciudadano y se hace una pregunta en torno a la muerte de Jesús: «¿Acaso no es un Dios cruel el que exige una expiación infinita?». A renglón seguido expone que «no es que un Dios cruel exija algo infinito. Es justo lo contrario: Dios mismo se pone como lugar de reconciliación y, en su Hijo, toma el sufrimiento sobre sí. Dios mismo introduce en el mundo como don su infinita pureza». Junto a esta idea, también defiende que «Jesús en aquel momento cargó con la traición de todos los tiempos (...) soportando así hasta el fondo las miserias de la historia».


- La Resurrección como metamorfosis. «Si la Resurrección de Jesús no hubiera sido más que el milagro de un muerto revivido, no tendría para nosotros en última instancia interés alguno. No tendría más importancia que la reanimación, por la pericia de los médicos, de alguien clínicamente muerto». Con esta contundencia el Papa afronta el que considera «el punto decisivo» de su investigación. Él mismo encuentra problemas para definir el proceso y señala que es «una especie de "mutación decisiva"(por usar analógicamente esta palabra, aunque sea equívoca), un salto cualitativo». Así también se refiere a la Resurrección como «un romper las cadenas para ir hacia un tipo de vida totalmente nuevo» o como «una nueva dimensión del hombre».


- La vida eterna empieza ya. El Santo Padre señala que la «vida eterna» no es sólo la que viene después de la muerte. «Vida eterna significa la vida misma, la vida verdadera que puede ser vivida también en este tiempo y que después ya no puede ser rebatida por la muerte física. Eso es lo que importa: abrazar, desde ya, ahora la vida, la vida verdadera, que ya nada ni nadie puede destruir. El Papa recuerda que también Platón apuntaba que «el hombre puede hacerse inmortal uniéndose a lo inmortal», por ejemplo, uniéndose a la verdad, detalla el Santo Padre.


La siguiente entrega: la infancia
La primera parte de «Jesús de Nazaret» se publicó en 2007 y vendió 2,5 millones de ejemplares en el mundo en su primer año. Aunque el Papa dio por concluida esta nueva entrega en abril de 2010, las traducciones han retrasado la publicación. Ediciones Encuentro ha preparado una tirada inicial de más de 100.000 ejemplares y pondrán en marcha una reimpresión de 50.000 el día 10 de marzo.El Papa quiere ahora («si se me conceden las fuerzas») escribir «un pequeño fascículo» sobre la infancia de Jesús.



EL PAPA DESPEJA DUDAS
- EL REINO DE LOS CIELOS Y LA CIENCIA

Al reflexionar sobre la vida eterna, Benedicto XVI se hace eco de cuestiones tales como «¿Está quizás en contraste con la ciencia?». «Esta inversión de las proporciones en uno de los misterios de Dios. A fin de cuentas, lo grande, lo poderoso, es lo pequeño. Y la semilla pequeña es lo verdaderamente grande. Así es como la resurrección ha entrado en el mundo: sólo a través de algunas apariciones misteriosas a unos elegidos».
- ANTE EL SEPULCRO VACÍO
«Después de la resurreción, ¿quedó vacío el sepulcro?», pregunta el Papa que si bien reconoce que «el sepulcro vacío no puede, de por sí, demostrar la resurrección», lanza otra cuestión al aire: «¿Puede haber resucitado Jesús si yace en el sepulcro? Hoy se han desarrollado ideas de resurrección para las que la suerte del cadáver es irrelevante», comenta en relación a «las especulaciones teológicas, según las cuales la corrupción y la resurrección serían compatibles unas con otras». Así, aclara que «si bien el sepulcro vacío de por sí no puede probar la resurreción, sigue siendo un presupuesto necesario para la fe en la resurreción, puesto que ésta se refiere precisamente al cuerpo y, por él, a la persona en su totalidad».
- EL TERCER DÍA
Benedicto XVI detalla que la referencia a que «Jesús resucitó al tercer día» no es «una fecha ‘‘teológica'', sino el día de un acontecimiento que para los discípulos ha supuesto un cambio decisivo tras la catástrofe de la cruz».
- LA RESURRECCIÓN, «UN SECRETO DE DIOS»
«Ninguno de los evangelistas describe la Resurrección misma de Jesús. Ésta es un proceso que se ha desarrollado en el secreto de Dios, entre Jesús y el Padre, un proceso que nosotros no podemos describir y que por su naturaleza se escapa a la experiencia humana».
- JESÚS NO ES UN «FANTASMA»
Al adentrarse en las apariciones del Resucitado a los apóstoles, relata que «Él es plenamente corpóreo. Y sin embargo, no está sujeto a las leyes de la corporeidad, a las leyes del espacio y del tiempo». En otros términos, destaca que «Jesús no es, como temieron en un primer momento los discípulos, un ‘‘fantasma''». «No viene del mundo de los muertos –ese mundo que Él ha dejado definitivamente atrás–, sino al revés, viene precisamente del mundo de la pura vida, viene realmente de Dios».
 - EN TORNO A LA SÁBANA SANTA
Al analizar la sepultura de Jesús, el Santo Padre recuerda que mientras los Evangelios Sinópticos hablan de una sábana, Juan se refiere a unas vendas. «Aquí no entramos en la cuestión sobre la concordancia con el sudario de Turín; en todo caso, el aspecto de dicha reliquia es fundamentalmente conciliable con ambas versiones», sentencia.