España

Por la familia «con crisis o con bonanza»

Una vez más, miles de voces se unen al cardenal para pedir leyes que reconozcan a la célula social básica. 

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MADRID- Por cuarto año el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, convoca un gran acto de oración por la familia en las calles de la capital.

– Con la crisis económica y los recortes, ¿los cristianos exigirán menos ayudas a la familia que hace dos o tres años?
–El derecho de las familias a ser respetadas y promovidas en su vida interna y en el ejercicio de sus tareas y responsabilidades esenciales para el bien de las personas y de la sociedad es un derecho natural, anterior y previo al Estado. Las leyes positivas no crean este derecho. Deben de reconocerlo, desarrollarlo, ampararlo y aplicarlo en todo tiempo: con bonanza económica o con crisis.

–¿Qué pueden hacer las familias cristianas para proteger el derecho de los padres a educar a los hijos?

–El derecho de las familias a la educación de sus hijos es igualmente un derecho primario y fundamental, anterior a la legislación positiva del Estado. Es especialmente importante en la formación moral y religiosa de los niños y de los jóvenes. La Declaración Universal de los Derechos del Hombre lo recoge y sanciona; en el derecho constitucional, que se desarrolla en las sociedades libres después de la II Guerra Mundial, se hace lo mismo. Lo que está ocurriendo actualmente con la práxis normativa y administrativa de no pocos estados europeos daña uno de los aspectos más decisivos del bien común y oscurece fuertemente las perspectivas de un progreso, sólidamente fundado, de las sociedades europeas. Son políticas difícilmente comprensibles. De su decidida superación depende en gran medida el futuro de Europa.

– Desde la gran manifestación «La familia sí importa», de 2005, ¿cómo cree que ha evolucionado el movimiento familiar entre los católicos españoles?
–Ha evolucionado con gran fuerza de irradiación social y cultural y, sobre todo, con una gran calidad espiritual, intelectual y humana. Más aún, se ha convertido en uno de los capítulos más apasionantes del apostolado seglar contemporáneo en España.

– Si llegara a gobernar el PP y pasaran los meses sin derogar la Ley del Matrimonio Homosexual o mejorar la Ley del Aborto… ¿cuánto deberían esperar los católicos antes de salir en manifestación?
– La Iglesia convoca a sus fieles para la proclamación y la celebración pública del Evangelio de la Familia teniendo en cuenta, por supuesto, la realidad –¡el sitio en la vida!– de la familia y del verdadero matrimonio entre el varón y la mujer, del que nace y sobre el que se constituye la comunidad familiar; es decir, siendo muy consciente de lo que la doctrina social ha calificado como «la primera célula» de la sociedad y de la propia Iglesia. Lo hace sin los consabidos «respetos humanos», libremente, y sin dependencias políticas. La mueven única y exclusivamente razones pastorales.

– Hay políticos que hablan de expulsar inmigrantes o impedir su reagrupación familiar por meras faltas administrativas o municipales.
–Los derechos de la familia valen y son urgibles para toda familia y, si se debe poner algún acento especial, diremos que especialmente para los más débiles y, consiguientemente, para los inmigrantes.

–¿Qué impresión se llevan los obispos europeos que acuden a estos encuentros?
– Nuestros hermanos europeos en el Episcopado han quedado muy impresionados por la vitalidad apostólica de las familias y de la Iglesia en España y por su toma viva de conciencia de la grave situación social y cultural en la que tiene que desenvolverse la institución familiar entre nosotros. Pienso que les ha servido de estímulo pastoral. Lo agradecen mucho.

–Imaginemos un donativo de 500.000 euros con una nota: «Gástelo en un gran acto por la familia, o bien en centros de orientación familiar en su diócesis». ¿Qué elegiría usted?
–No hay por qué establecer disyuntivas entre una y otra acción pastoral. El encuentro europeo de las familias cristianas es muy conveniente, ¡urgente! Los centros de orientación familiar son imprescindibles y necesarios para una buena pastoral.

– ¿Qué ayuda puede encontrarse en esos centros católicos?
–La valiosa ayuda de la orientación cercana humana y espiritualmente, para que puedan resolver mejor, y en su misma raíz, los muchos y a veces graves problemas de fidelidad y de unidad en la experiencia del amor matrimonial; también los que se presentan en la realización de la apertura generosa y responsable al don de la vida y los muchos y delicados que implica todo el proceso pedagógico, social, cultural y político de la educación integral de los hijos.

– Está teniendo mucho éxito el libro «El desafío del amor» (LibrosLibres), que analiza una frase cada día del himno al amor de San Pablo (1 Co 13,1-3). ¿Pero qué puede decir un judío célibe del siglo I a las parejas españolas del siglo XXI?
–Que se fijen en el amor de Dios, que se ha derramado en nosotros por Él, Jesucristo, como un don prodigiosamente fecundo y bello ¡don del Espíritu Santo! En ese gran e infinito amor encontrarán la fuente siempre viva para descubrir y realizar su amor en toda su verdad. Es una verdad que comienza y se sustenta en un corazón libre que ha abierto su vida al Corazón de Cristo, de ese «judío célibe del siglo I» (como dice usted) y que era justamente el Hijo de Dios, del «Dios que es amor» y que nos lo mostró haciéndose uno de nosotros, muriendo en una Cruz por nosotros y triunfando en su Resurrección para nosotros y para las posibilidades de vivir auténtica y gozosamente nuestro amor.

– Juan Pablo II pedía «una nueva creatividad para el bien». ¿Cómo aplicar esto a nuestra sociedad de divorcio y aborto consolidados?
–La Iglesia vive como «el Cuerpo de Cristo», en la que se hace presente, vivo y actuante en la historia a través de los carismas –dones del Espíritu Santo– de la Palabra, de los Sacramentos, de la caridad y del ministerio de los Sucesores de los Apóstoles, encabezados por el Sucesor de Pedro y, junto con sus colaboradores primeros, que son los sacerdotes. Toda creatividad de la Iglesia que no venga de la gracia del Evangelio, de la inspiración del Espíritu Santo y con el sello de la autenticidad apostólica no sirve para mucho. La buena creatividad es la de los santos. Y ésta está muy repartida entre los hijos e hijas de la Iglesia, sean pastores, consagrados, consagradas o fieles laicos.