Estreno

Un actor de carácter

La Razón
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R onaldo le dio con sus 3 goles al Villarreal la última alegría a Juanito Navarro, que volvió a casa tan contento del Bernabéu, se metió en la cama y se murió. Uno diría que satisfecho, tras haber dado tantas carcajadas al público español durante más de 60 años. En su calidad de actor que algunos podrían calificar característico, pero que en realidad era de carácter. Un trueno de personaje que a primera vista podría parecer constantemente cabreado, pero que por el contrario estaba siempre de buen humor. Su estilo era potente, racial y directo, de ahí su inmediata conexión con el espectador. Su presencia enseguida se imponía, con su particular chorro de voz y su facilidad para jugar con los vulgarismos en complicidad con el patio de butacas. Podía ser el cazurro con boina desconfiado y farruco, el marido cornudo, el sinvergüenza juerguista o el embaucador restrechero, y en todos los papeles sobresalía su incontenible personalidad. Es sorprendente que a sus 86 años siguiera en la brecha con nuevos proyectos, mientras acababa de colaborar con Santiago Segura en «Torrente 4». Pero ante todo si hablamos de él hay que hablar de un actor de revista, género hoy en vías de extinción. Tiempos de chistes con doble sentido, situaciones cómicas de enredo, cante, baile y señoritas estupendas ligeras de ropa. De una forma de actuar con libertad de pausas para hacer guiños al público, esplendores de un humor profundamente ibérico con su correspondiente éxito de taquilla. Épocas de rutilantes vedettes como Queta Claver, Raquel Daina, Vicky Lusson, Ingrid Garbo, Addy Ventura o Tania Doris, que evocan una especie de olimpo de accesibles diosas cubiertas de plumas y sobre espectaculares taconazos bajando por las escalinatas. Apoteosis que más de una vez por falta de recursos provocaban algún aparatoso tropezón para alborozo del respetable poco respetuoso de la primera fila, la llamada «fila de los calvos». Trabajó en diversas compañías hasta crear la suya propia, compartiendo tablas con cómicos de la categoría de Luis Cuenca, Antonio Garisa, Tony Leblanc, Casal, Antonio Ozores, Simón Cabido y, sobre todo, la que sería su gran pareja artística, Lina Morgan, con la que encontraría la perfecta química entre actores que trasladaron a TV con las inolvidables «Noches del sábado». A finales de los 70 la revista empezó a decaer y Juanito Navarro se despidió del género con «Una vez al año, no hace daño», que supuso del descubrimiento de Bibi Andersen. En los 80 alcanzaría una gran popularidad televisiva interpretando junto a Simón Cabido los personajes de Don Ciruelo y doña Cocleta, mientras seguía teniendo éxitos teatrales como «La novia del Príncipe», de Alonso Millán. Y en el cine, podemos hablar de una filmografía tan extensa como anecdótica, llena de papeles secundarios donde aportaba su sobresaliente presencia y oficio. Su época de mayor apogeo coincidió con el fenómeno del destape, donde hay que destacar un gran número de películas de Mariano Ozores, donde complementaba junto a Antonio Ozores a la pareja de moda del momento, Pajares y Esteso, con ese humor un poco derivado de la antigua revista salpimentado de alegres señoritas con el pecho al aire. A pesar de su oficio de todoterreno, se le notaba más incómodo a la hora de transmitir en la pantalla con la misma eficacia que en el escenario. Como último detalle castizo, cabe destacar su empecinado empeño, casi parte del folclore, por presentarse candidato a la presidencia del Real Madrid. Le faltaron votantes como siempre le sobró público adicto. Hoy nos quedamos con otro gran cómico menos ¿Y cuántos nos quedan?