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Perfección por Lucas Haurie

La Razón
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Que la crítica más repetida a Guardiola sea que resulta «demasiado perfecto» significa que sus detractores se han rendido. Ahora que su carrera declina, podemos afirmar sin dejarnos llevar por la rivalidad que Roger Federer ha sido el tenista más fabuloso que ha hollado una pista. Pero siempre, incluso en sus años de mayor esplendor, hubo gente rijosa que abominaba de él por… «ser demasiado perfecto». Como el suizo, el entrenador del Barcelona ha construido la máquina más precisa de la historia del fútbol. Encima, es educado y huye del aspaviento. El adjetivo perfecto no admite gradaciones. Serlo es bueno y no serlo genera pelusilla.

Ahora bien, el deporte es confrontación y siempre se puede ser derrotado. Guardiola ha caído en multitud de ocasiones y volverá a perder mil veces. Pero ello nunca querrá decir que quien le gane ha sido capaz de superar su excepcional talento como técnico y conductor de grupos. Eso genera frustración entre los acomplejados que no se sienten honrados por la posibilidad de batir a un genio, sino que envidian su perfección. Rafa Nadal le ha ganado a Federer una docena de finales y jamás ha dejado de expresar su admiración por el rival. Si alguien le gana a Pep Guardiola de aquí a 18 días, le restregará el resultado por la cara. Distintas maneras de encajar la perfección ajena.