Cargando...
Literatura

Literatura

Conducir y conducirse por María José Navarro

Conducir y conducirse por María José Navarro larazon

Desde que me dejó mi amiga Paquita el mil quinientos de su padre y por poco lo estampo en el pilón de la parcela, supe que lo mío no era conducir. A mi escasa pericia para las cuestiones que la exigen se suma una inseguridad absoluta en mis posibilidades y una torpeza de récord. Yo no me fío de mí y por eso esquivo todo tipo de marrones, ya sea al volante o ajustando el despertador. Tengo una ventaja, eso sí, y es que me puedo tomar tranquilamente mis colodros cuando salgo por las noches y los amigos ya saben que yo pago lo que haga falta, pero que no puedo echar una mano al volante.

Lo que sí tengo claro es que mezclar pastillas con alcohol no es aconsejable, sea cual sea el alcohol y las pastillas. Por lo visto, el hasta ahora presidente del observatorio contra la violencia de género en Madrid lo olvidó o se creyó liberado de los efectos que todos sabemos de sobra.

Pero lo dicen los expertos y también la justicia: Jesús Neira iba ebrio. A eso se le puede llamar haberle tirado de más a los palomos o se puede argumentar que el nivel del alcoholemia se produjo «bajo las condiciones terribles de una medicación que le provocó un reflejo en la prueba». Esto último, por cierto, no es lo que confirma el juzgado ante el que tuvo que declarar el profesor, que se limita a multarle y a llamar a las cosas por su nombre. La teoría eximente es del propio Neira, autopaciente complaciente y encantando de conocerse. Siento enormemente hablar así de un hombre que tuvo un arranque de valor ante un macarra asqueroso y a una novia que nos avergüenza a todas nosotras, pero el profesor Neira hace ya mucho tiempo que dejó de respetarnos al resto y, sobre todo, hace mucho que no se respeta a sí mismo. Y es una pena.

Una pena que en un mundo donde tanta falta hacen los héroes cotidianos tengamos que asistir a la caída de un hombre que no ha hecho otra cosa que ganarse nuestra distancia. Se lleva también por delante un cargo que se creó para su mayor gloria y que se ha demostrado fue un tremendo error. Ni sus declaraciones se ajustaban a lo que se esperaba de su posición ni jamás confirmó su capacitación para el puesto. Y al fondo la pobre lucha contra la violencia de género, que a estas alturas estará dudando entre tomarse una caña o un Gelocatil.

Cargando...