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Gérard Mortier: «No soy el Cristiano Ronaldo de la ópera yo cobro menos»

Ha conocido a Almodóvar y ahora su objetivo es atraer a Amenábar a la ópera. El gestor adelanta a LA RAZÓN sus proyectos para el Real, en el que no faltarán ni Juan Diego Flórez ni Plácido Domingo («Ifigenia in Tauride»)

Gérard Mortier: «No soy el Cristiano Ronaldo de la ópera, yo cobro menos»
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Ya no tiene edad para ser un «enfant terrible», pero a sus 65 años Gérard Mortier no ha perdido un ápice de su espíritu transgresor. Tampoco de su ilusión. A punto de comenzar su aventura como director artístico del Teatro Real de Madrid, está tan entusiasmado como el primer día. En su despacho del octavo piso en la Ópera de la Bastilla apenas queda rastro de los cinco años pasados. Todo, o casi, duerme ya en cajas y bolsas. Por recoger queda una pila de libros de autores españoles o hispanos: Vila-Matas, Bolaño, Tomeo… La inmersión es lingüística y cultural. Confiesa haber hecho acopio de toda la filmografía de Almodóvar y Amenábar, entre otros. Por lo que no habría que sorprenderse si un día truecan la cámara y el plató por una escena lírica, como ya hicieran Haneke o el francés Patrice Chereau. -¿Se va satisfecho de París? Es la casa en la que ha pasado, según dice, los años más duros.-Estoy contento del balance económico y social. Artísticamente también, con sus aciertos y sus fallos. En cuanto a la taquilla, hemos tenido una ocupación del 92 por ciento y 800.000 espectadores. He creado un nuevo público, más joven, aunque sé que hay otro tipo que prefiere a Giancarlo del Monaco o Franco Zeffirelli. Pero pueden estar tranquilos, porque en dos meses los tendrán. Aquí va a haber una restauración del antiguo sistema, pero no me importa, incluso me parece bien, porque tras la restauración habrá nostalgia de la revolución.-Cree que el Teatro Real de Madrid será más tranquilo?-No, porque yo siempre busco trabajo. Pero será diferente. Es una casa más pequeña. Lo que es seguro es que tengo proyectos, dentro y fuera del teatro, y que van a convertirse en acontecimientos…-Llega al Real en enero y estará al principio al principio en cohabitación con Antonio Moral. ¿Cómo espera la convivencia?- Antonio es un muy buen amigo y no hay ningún problema. Aprecio mucho su trabajo y nos conocemos bien desde que venía a Salzburgo. Que le suceda no significa que yo lo haya pedido. No tengo nada que ver con su salida, porque a mí me contactaron cuando ya habían decidido no renovarle a él. Y entre nosotros ha quedado claro que yo no iba allí para robarle su puesto. Es más, creo que ya tiene nuevos e interesantes proyectos.-Hasta su incorporación, ¿va a estar mejorando su español?-Así es. Ahora voy a tomarme seis meses sabáticos en los que me aislaré completamente. Estudiaré español de manera intensiva porque es esencial para que pueda comunicarme bien. Y a partir de enero me voy a instalar en Real, con el acuerdo de Moral, pero para observar, para preparar mi primera temporada y reunirme con gente.-Moral ya había programado la de 2010/2011. ¿La están revisando conjuntamente?-A decir verdad, él ya la tenía parcialmente. Me la presentó y he hecho algunos cambios y le he explicado por qué. Quería montar «Moisés y Aarón», de Arnold Schoenberg. Una magnífica idea, pero no es momento de hacerlo porque el coro no está aún preparado. A cambio, voy a programar «Le Roi Roger» del polaco Karol Szymanowski – que acaba de concluir en Bastilla con puesta en escena de Krzysztof Warlikowski –.-Precisamente en una reciente entrevista en LA RAZÓN, Warlikowski, además de elogiarle, nos adelantaba estar trabajando en dos encargos suyos para Madrid: «Lulú» y «L'incoronazione di Poppea», dos títulos que Moral ha programado la próxima temporada.-(Mira, asiente y sonríe maliciosamente) Bueno… Ya le he dicho a Krzysztof que no haremos «Lulu». Pero «L'incoronazione…», sí.-No es extraño repetir la misma ópera en temporadas seguidas…-No será ahora, inmediatamente, pero le aseguro que va a ser algo completamente distinto. También está sobre la mesa «Tres hermanas», de Peter Eötvös. Aunque, en fin…. Soy alguien diplomático, no pretendo a hacer nada que le choque al público. Eso sí, cuento con los directores de escena más importantes hoy como Tcherniakov, Marthaler, Luc Bondy… -Hay otro título que parece se iba a caer de la programación 2010/11, «La Fanciulla del West», de Puccini, un compositor del que usted no es precisamente un apasionado. ¿Se mantiene?-Es posible… Se lo voy a explicar. No es en absoluto mi repertorio, pero eso no significa que me oponga sistemáticamente. Hace poco, por ejemplo, asistí a un recital de Juan Diego Flórez en el Real y la gente se sorprendió. «¿Pero te gusta?», me preguntaron. No me conocen todavía. Me ven como un monstruo de la revolución y no saben que soy alguien muy abierto. En este caso, es porque mi buena amiga Eva-Maria Westbroek, una de las más grandes, que ya le anticipo que va a venir a Madrid con «Lady Macbeth de Mzensk», de Dmitri Shostakovitch, me ha dicho que le haría ilusión, me lo ha pedido, y como Moral ya la había programado, he dicho que sí.-¿Sabe ya con qué directores de orquesta va a trabajar?-Sí, me he puesto en contacto con ellos y ninguno me ha dicho que no. La calidad de la orquesta en Madrid es bastante buena. López Cobos ha hecho un gran trabajo y vamos a seguir por ese camino.-Mantiene entonces su idea de que vayan rotando en el foso… -Sí. Y es algo que se ha discutido mucho. Pero aquí en París el resultado es que la Orquesta ha subido como una flecha. Todo el mundo lo reconoce. Es un sistema de la Filarmónica de Viena y creo que aplicarlo en Madrid sería muy interesante. Un grupo de directores, cada uno especializado en su repertorio. - ¿Algunos nombres? ¿Españoles?-No es un secreto: Pablo Heras Casado, Pedro Halffter y Ernest Martínez Izquierdo para lo contemporáneo. Por supuesto, López Cobos es bienvenido, aunque creo que quiere darse un pequeño respiro.-El público parisino no se lo ha puesto fácil en estos cinco años. Abucheos y gritos de algunos espectadores a los que usted tilda de «hooligans». ¿Qué espera encontrar en Madrid?-«Hooligans» hay en todos sitios. Me han dicho muchas cosas, pero la reacción del público madrileño en el estreno de «Katia Kabanova» de Janácek fue extraordinaria. No me parece que no les guste lo contemporáneo. Dicen que es conservador, pero no tengo miedo. Yo no soy un provocador, sólo quiero ampliar la visión de los espectadores. Que no vengan siempre a ver lo mismo, tanto en el plano musical como en el escénico. Quiero crear mi público, y la gran diferencia entre París y Madrid es que en Madrid pueden ser conservadores pero no arrogantes.-No tiene nada que temer entonces el público madrileño…-No creo. Además, les garantizo que volverán a ver en el Real a figuras como Plácido Domingo, Flórez y otros con los que ya he hablado.-Domingo dijo en París que estaba en conversaciones con usted…-Es verdad, y ya hemos cerrado la primera temporada. Estará en 2011 con «Ifigenia en Tauride» en el papel de Orestes y regresará en 2012, pero todavía estamos negociando. También he cerrado con Flórez, seguramente un recital. Lo único que les pido a mis cantantes es que participen en mi proyecto. Yo no concibo mis temporadas ni programo las obras a medida de uno u otro intérprete. Lo que me interesa es tener un concepto. -La crítica francesa le ha sido hostil. Y usted ha denostado su bajo nivel, ¿cómo ve la española?-He de reconocer que hay algunos buenos críticos en Francia. Otro problema es que cada vez existe menos espacio para la cultura en la prensa gala si la comparamos con la española. Actualmente, si hay dos países que le dan importancia a la cultura son Alemania y España. En cuanto a la crítica, ahora no me preocupa especialmente.-Para usted es muy importante integrarse en la ciudad y la sociedad en la que trabaja y vive…-Por eso durante estos seis meses me voy a sumergir en la literatura y la historia de España. Releer las grandes obras sobre la guerra civil. Acabo de comprar un libro inmenso, un estudio magnífico sobre García Lorca, del que quiero montar en ópera «El público». También he conocido ya a los directores del Reina Sofía, del Teatro del Canal, etc. Necesito crearme esa red de contactos; es así como funciono.-En diciembre dijo a este periódico que le gustaría trabajar con Almodóvar. ¿Ha habido avances?-Le puedo asegurar que tuvimos un encuentro de dos horas y que quedé fascinado. Es alguien excelente, más de lo que yo imaginaba. Un hombre de una gran humanidad a quien le gusta escuchar. Y, sí, creo que habría una posibilidad de trabajar juntos. Ahora tengo que seducirle, pero tomándonos nuestro tiempo. Entretanto, he estudiado su última película, que me parece soberbia. Es como el «Falstaff» de Verdi, alguien que tras treinta años de trabajo, toma distancia y lanza una mirada sobre su propia obra. Se trata de un ejercicio de estilo sobre el cine de hoy. Sólo comparable a lo que hizo David Lynch con «Inland Empire».-¿Se considera el Cristiano Ronaldo de la ópera? Un hombre al que se rifan y por el que se paga caro.-(Ríe) ¡Yo no cuesto tanto! Lo único que sé es que soy alguien apasionado y quiero transmitir esa pasión. Habrá un público que me acompañe y otro que no, pero tengo esperanzas de convencer.