Constitución

La inutilidad del Senado

La Razón
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Acabamos de contemplar de nuevo una de las contradicciones más sorprendentes de la democracia: la inutilidad del Senado. Sé que pasaré por «un desconocedor absoluto» a los ojos de su presidente, Javier Rojo, pero los hechos demuestran que sigue ofreciéndose como un trámite estéril y eludible para el sistema. Lo acabamos de comprobar la semana pasada cuando el Senado rechazó infructuosamente el techo de gasto para 2010, presentado por el Gobierno y aprobado anteriormente por el Congreso. ¿Qué repercusión tuvo la decisión de la mayoría de senadores? Ninguna. Vuelve al Congreso, donde se aprueba definitivamente sin modificar una sola coma. ¿Qué papel ha jugado el Senado? El de florero. Ni sus decisiones son vinculantes ni ha sido objeto de la reforma sustancial para el papel que le otorga la Constitución, el de «Cámara de representación territorial». ¿Por qué ningún Gobierno ha propuesto hacer realidad ese mandato constitucional y, sin embargo, todos los partidos lo incluyen una y otra vez en sus programas electorales?. Lo desconozco. Y no me vale que en este foro se modifican infinidad de leyes. Podrían cambiarse en una segunda lectura en el propio Congreso. Más aún, si no existiera el pacto en el Congreso, los cambios realizados serían papel mojado. Las modificaciones en la Cámara Alta no son de obligado cumplimiento para el Congreso. Aún recuerdo el rifirrafe con el presidente JR sobre el asunto y, como respuesta, me imputó «desconocimiento absoluto». Entonces, diciembre de 2004, la realidad se imponía. El Senado había rechazado los Presupuestos Generales de 2005. Fueron devueltos al Congreso y allí aprobados. ¿Para qué había servido la decisión de sus señorías?. Para nada, por más que se empeñe quien ocupa la máxima poltrona de la institución. Pero si hasta para designar los candidatos por parte de los partidos, se hace como solución a compromisos políticos, como retiro dorado o como chollo. Eso sí, a los bolsillos de los españoles la broma nos cuesta decenas y decenas de millones de euros. Si no lo transforman, nos los podíamos ahorrar.