Museo del Prado

Reina Sofía: una colección para tiempos sin canon

Después de meses de trabajo, el Reina Sofía presentó la remodelación de su colección para unos tiempos en los que han cambiado los referentes de la historia del arte

Reina Sofía: una colección para tiempos sin canon
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La colección de un museo es el tesoro que debe cuidar y proteger. Es, también, y quizá ahora más, la seña de identidad con la que contar su visión de la historia. Unos creen que esa historia del arte es lineal, que empezó en una cueva y termina ahora hace un instante con un vídeo. Otros creen que ha ido dando saltos sin sentido y ahora mismo no hay centro de poder, universidad, museo o Estado con ejército al frente (como hizo Napoleón) que imponga una forma de arte. No hay una sola Historia del Arte. Ese es el único «no canon». Visto así, la reordenación de la colección del Reina Sofía «no es una historia canónica», ni está construyendo una «historia evolutiva». «No estamos escribiendo "Guerra y Paz", sino "Las mil y una noches"», puso como ejemplo Manuel Borja-Villel, director del museo. Es decir, miles de voces cuentan su propia historia, sin jerarquía, aunque el resultado no asustará a nadie.

 

De las 17.290 obras que forman la colección del Reina Sofía se exhiben algo más de mil; 400 estaban guardadas en el almacén y no se mostraban y 137 son nuevas incorporaciones (compras, donanciones y préstamos). Éste ha sido el material empleado para contar una historia que empieza en los últimos años del siglo XIX y acaba con una pieza adquirida hace unos de meses de una artista contemporánea.

 

«Queremos crear un modelo histórico. Estamos en una crisis de sistema, y es posible que el mundo capitalista esté en decadencia. Las instituciones tienen la obligació ética de explicarnos la situación en la que nos encontramos», afirma Borja-Villel. Esta colección debe ayudar a dicho objetivo.

 

Una de las grandes novedades de la nueva instalación es la inclusión de cine, fotografía, libros y revistas. El cine se incluye precisamente en el arranque del siglo XIX, con «Salida de la fábrica», de los Lumière, considerada la primera película, o «One Week», de Buster Keaton, para explicar en qué consistía el cubismo. El uso de la fotografía no sólo como soporte artístico, sino como documento, también permite contextualizar el proceso creativo. Ahí está la colección de «Camera Work», publicación clave en el desarrollo de la fotografía. Reconoce Borja-Villel que la parte fundamental de estos fondos es la de los años treinta, momento del auge de las vanguardias, el cubismo, Picasso, Dalí, Miró, el surrealismo. Son salas envidiadas en cualquiera de los grandes museos del mundo.

 

La inclusión de 16 grabados de «Los desastres de la guerra», de Goya, es quizá lo que más atención ha acaparado, sobre todo porque rompe la frontera administrativa con el Museo del Prado. Borja-Villel habla de «poner los orígenes de la colección en la multiplicidad». ¿Dónde está el principio? Sobre esta cuestión ha preferido no seguir tanto un orden cronológico, auque también, y construir «microrrelatos». La primera parte de la colección, que concluye con el «Guernica» y el arte de la guerra, está instalada en la segunda planta del edificio Sabatinio.

 

Antonio López, la excepción

 

Uno de los problemas de la instalación es la fragmentación de la colección por la distribución de espacios del viejo hospital de San Carlos. La segunda parte está instalada en la cuarta planta. Arraca con el triunfo de la pintura nortamericana (Motherwell, Rothko, Vicente, Guerrero) y el arte de posguerra y la primera aparicion de un Tàpies surrealista y salvaje; el neorrealismo fotográfico (con un extraodinario panel de Català-Roca); las películas de Val del Omar; de nuevo Miró, Tàpies, Cuixart, Feito y Saura junto a Kandinsky y Klee. Como excepción, casi como un anacronimso, en este recorrido se abre una sala dedicada al realismo con la escultura «Hombre y mujer», de Antonio López –con los dibujos–, además de «Madrid desde el cerro del tío Pío» y «Los novios».Y hay na pintura de Carmen Laffón. El final de la modernidad está representado por un cuadro de Tàpies, y la cinta de Alain Resnais, otra vez, «La guerre est finie». La ruptura es obligada porque la colección continúa a partir de este momento en el edificio Nouvel. En el nivel 1 están los 60 y la implicación del arte español en el internacional: Klein, Guston, Twombly, Broodthaers; el pop de Arroyo, Gordillo y Equipo Crónica; los conceptuales Miralda y Rabascall. Una de las salas más conseguidas es la dedicada al minimal (Kelly, Flavin, Barnett Newman, los Becher). En el nivel cero está lo más cercano en dos vertientes: los que transitan zonas desconocidas, como Grup de Treball, Cindy Sherman, incluso García-Alix; y los que experimentan nuevas vías para la pintura, con Barceló, Irazu, Badiola, Gordillo, Cristina Iglesias, Uslé, Hernánez Pijuan.Goya y los modernos

 

Los esperadas obras de Goya anunciadas para el Reina Sofía ya están instaladas. Era la manera de explicar la influencia que el pintor aragonés tuvo en la modernidad española. Se trata de 16 grabados de la serie «Los desastres de la guerra» cedidos por el Museo del Prado y primeras ediciones. Es una manera de indicar que los orígenes de la modernidad son diversos y que, aunque la barrera administrativa con el Prado existe, «no tiene sentido

 

en la historia del arte». Además, dijo Manuel Borja-Villel, «hay que romper los tópicos de lo que se entiende es la España Negra».