Palacio Real

Tenso funeral por el guardia civil asesinado por ETA en Francia

La Razón
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Madrid- Emoción, desolación y bronca. De todo hubo en el funeral de Estado «corpore in sepulto» oficiado ayer en el patio de armas de la madrileña sede de la Dirección General de la Guardia Civil por el agente asesinado por ETA el sábado en el sur de Francia, Raúl Centeno.

La emoción, la propia de un acto tan dramático como el acaecido ayer, en el que las más altas autoridades del Estado junto con sus familiares y allegados rindieron homenaje al joven de 24 años que, como dijo el vicario general castrense, Ángel Cordero, lo ha dado «todo por la patria», como bien recuerda el lema cincelado en la entrada de todos los acuartelamientos del Instituto Armado. Desolación, la de sus familiares, rotos por el dolor de tan dura pérdida. Un desconsuelo especialmente personificado en el hermano del fallecido, con la mirada perdida en el vacío, y en la madre, con aspecto de estar todavía en estado de shock. Y la bronca, la que se desencadenó al final, cuando tímidamente en el interior del recinto del Instituto Armado y de forma más sonora en sus aledaños, unas decenas de personas increparon al jefe del Ejecutivo, José Luis Rodríguez Zapatero.

Hasta ese momento, la solemnidad y la emotividad habían presidido unas honras fúnebres que dieron comienzo tras la llegada de Sus Majestades los Reyes poco después de la una de la tarde. Don Juan Carlos, ataviado con uniforme de capitán general del Ejército de Tierra, y Doña Sofía, de riguroso luto, presidieron el acto acompañados de Sus Altezas Reales los Príncipes de Asturias. Tras pasar revista el Rey, los cuatro dieron el pésame a los familiares más allegados del guardia, que apenas si pudieron contener las lágrimas.

Instantes después, y acompañados por los acordes de la marcha fúnebre, ocho compañeros del asesinado en el Grupo de Apoyo Operativo (GAO), escoltados por seis representantes de la Escuela de Guardias Jóvenes Duque de Ahumada vestidos con el uniforme de gran gala, transportaron el féretro –que había llegado dos horas antes a la base aérea de Getafe– hasta el centro del patio, depositándolo frente al altar entre los aplausos de los centenares de personas que asistieron al acto.

Ya en la homilía, el vicario general castrense lamentó el «trágico y vil» atentado cuando «confiados esperábamos el final de la violencia» y rogó para los que están sumidos en esa «espiral» salgan de la «ceguera» y abandonen el «camino de la destrucción».

Tras la Santa Misa, el Rey impuso a Centeno a título póstumo la Cruz de Oro al Mérito de la Guardia Civil y la Medalla de Oro al Mérito Policial, ceremonia a la que siguió el homenaje a los caídos y uno de los momentos más drámaticos de toda la ceremonia. El general jefe de Información entregó a los padres y al hermano del fallecido ambas condecoraciones, su tricornio y una bandera de España, que fueron recogidos entre desgarradores sollozos que resonaron con fuerza en el profundo silencio que guardaban los congregados en el patio de la sede del Instituto Armado.

Los himnos de la Guardia Civil y nacional precedieron a la marcha del ataúd, despedido entre fuertes aplausos, y también a la bronca. Con el féretro todavía presente, algunos de los congregados en el acuartelamiento comenzaron a increpar de forma aislada a Zapatero con gritos de «¡fuera!» o «¡inútil!». Los insultos arreciaron después, pues a las puertas de la sede de la Guardia Civil se habían congregado unas decenas de personas que despidieron al jefe del Ejecutivo y a los ministros que lo acompañaban –entre los que estaban Alonso, Bermejo o Salgado– con silbidos y los increparon con graves descalificaciones. Antes, habían despedido a Don Juan Carlos y Doña Sofía con gritos de «¡Viva el Rey!».

El que recibió una ovación a su marcha fue Mariano Rajoy. El presidente del PP asistió a la ceremonia junto a la plana mayor de su partido, Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz Gallardón. También estuvieron el embajador de Francia en España, la plana de la Guardia Civil y la Policía, el coordinador general de IU, Gaspar Llamazares, y José Blanco.

Tras el acto, los restos de Raúl Centeno fueron trasladados al cementerio de la Almudena, donde fue incinerado al mediodía.