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Una idiotez

La Razón
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El escritor británico Martin Amis ha dicho que España debe agradecer a la ETA el asesinato del almirante Carrero Blanco, «el hombre que iba a reemplazar a Franco». Para Amis, España es hoy un Estado de Derecho y una nación moderna gracias a un crimen terrorista. Además de vileza, Amis da muestras de una completa desinformación. ¿Fue la ETA y sólo la ETA la única responsable de la muerte de Carrero? Es cierto que el entonces Presidente del Gobierno era una presa fácil. Llevaba menos seguridad que hoy «los Albertos» o David Bisbal, y sus movimientos eran casi sistemáticos. En el repugnante libro «Operación Ogro» de Genoveva Forest, que firma con el seudónimo de «Julen Aguirre», hay más auroras boreales que datos e informaciones. Y aún existen en las sedes de dos agencias de prensa norteamericanas los teletipos que anunciaron el asesinato del almirante con una hora de antelación a la del cumplimiento del atentado. Para mí, que la ETA mató a Carrero, con una infraestructura muy superior a la que tenía la banda terrorista. A mí, políticamente, la figura de Carrero Blanco no me era nada simpática. Y no lo era por su inamovible lealtad al Generalísimo. Carrero Blanco era, en efecto, más franquista que Franco, pero ello no quiere decir que su lealtad al franquismo fuera más allá de la muerte del dictador. No era, como afirma Amis, «el hombre que iba a reemplazar a Franco». La gran batalla de Carrero Blanco no fue otra que asegurar la sucesión del Régimen por una Monarquía encarnada en la figura de Don Juan Carlos. Era el gran enemigo de Don Juan, al que no perdonó un comentario coloquial referido a su persona y que un desleal del Rey en el exilio le trasladó. Carrero, con López Rodó y otros, se impuso al movimiento azul de Solís que quería impedir a toda costa la designación de Don Juan Carlos. Se llegó a montar la «Operación Boda» de Alfonso de Borbón Dampierre con la nieta mayor de Franco para dificultar el rumbo. Carrero sabía que Don Juan Carlos iba a desmontar el Régimen, y defendió siempre su candidatura. No es ejemplar hacer públicas las opiniones privadas del Rey, pero en cierta ocasión, que hablamos de ello, el Rey se mostró convencido que de vivir Carrero Blanco éste habría aceptado como tantos otros, sin poner trabas ni recortes, el período de la transición a la democracia. Y su convencimiento se sostenía en la lealtad demostrada del almirante. Carrero Blanco fue un hombre de segundo plano, con un poder casi omnímodo y una ausencia de ambiciones personales de muy difícil comparación. Cuando murió asesinado, nada tenía que dar ni repartir a sus descendientes. La ETA, sola o acompañada -más bien lo segundo-, no lo asesinó por ser el número dos de un Régimen que se acababa. Lo hizo porque era el más fácil de matar, facilidad que se unía a la gran repercusión del crimen. Pero el almirante no tenía previsto ni pensado reemplazar a Franco, como Amis asegura. Sabía que el Rey y la Monarquía que vendrían después de la muerte de Franco cumplirían con la necesidad del cambio y la reconciliación. Carrero era leal, y lo fue hasta la muerte, pero no tenía un pelo de tonto. Su final político coincidiría con el cierre del sepulcro de Franco. Como español, nada le tengo que agradecer a la ETA. Asesinó a un almirante honesto, a un político honrado -equivocado como tantos de su tiempo-, y a un hombre leal.