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Holocausto

Liliana Segre: La dignidad frente al fascismo italiano

La senadora de 89 años y superviviente del Holocausto es obligada a llevar protección policial tras recibir 200 amenazas al día

Holocaust survivor Liliana Segre under police protection after death threats
La senadora y superviviente del Holocausto, Liliana Segre, saluda acompañada de sus guardaespaldas, esta semana en MilánClaudia GrecoEFE

Liliana Segre es ante todo una señora. La noche del pasado miércoles el delegado del Gobierno en Milán le comunicó que le sería asignada una escolta para visitar la ciudad y ella lo aceptó sin rechistar. Días antes había aparecido una pancarta amenazadora del partido posfascista Forza Nuova y las redes sociales llevaban una semana vomitando amenazas a un ritmo de 200 mensajes por jornada. La acusaban de instigar el odio a ella, que había impulsado como senadora una comisión precisamente para combatir el racismo, el antisemitismo y el odio. A ella, que goza de un respeto casi reverencial en Italia, como una de las pocas niñas judías que escaparon del Holocausto en Auschwitz. Pero a Segre, una señora de 89 años, todo este ruido le resultaba ajeno. Le dijeron que de aquí en adelante debería ser acompañada por una pareja de Carabinieri en sus actos públicos y se agarró del brazo de ellos para cumplir con distintas visitas en Milán, como tenía previsto.

Le tomaron las correspondientes fotos, con la cabeza bien alta. Declaraciones, por supuesto, no quiso hacer. Todos los periodistas de este país la buscaron, pero se negó a entrar en la polémica. Sólo un día después, acudió a la RAI, la televisión pública, para decir que «siendo una viejecita» no se esperaba verse así y que la protección no la pidió ella. Tampoco se esperaba que su propuesta en el Senado terminara de esta manera. «Una comisión contra el odio, sin hacer distinciones, pensaba que sería una cosa aceptada por todos. Incluso, con un optimismo de tiempos pasados, pensé que habría una especie de competición de propuestas por hacer», zanjó. Y con esto, nada más que decir.

Liliana Segre
Liliana SegreDANIEL DAL ZENNAROEFE

Sus cálculos resultaron equivocados hace una semana, cuando elevó en el Senado una propuesta para crear esta comisión. Salió aprobada con 151 votos a favor, pero contó con 98 abstenciones, las de todo el bloque de la derecha. El líder de la Liga, Matteo Salvini, se excusó entonces diciendo que no se trata de construir un «estado policial». La abstención causó incluso fracturas en Forza Italia, de Silvio Berlusconi, con una actitud más moderada que la de sus socios. Pero un asunto que en otro tiempo hubiera contado con el consenso de toda la Cámara, se convirtió en un nuevo elemento de división. Y en ese contexto empezaron a llegar las amenazas a través de las redes que terminaron con la escolta.

Llegaron críticas del prestigioso Centro Wiesenthal de Jerusalén, que lucha contra el antisemitismo; de la comunidad judía en Roma, que afirmó que no es nada nuevo; y de todo el panorama político, salvo de los partidos de la derecha que se abstuvieron en el Senado. Salvini dijo que las amenazas a Segre eran tan graves como las que recibe él todos los días.

En enero del año pasado la senadora recibió su cargo de forma vitalicia de manos del presidente de la República, Sergio Mattarella, que tiene potestad para nombrar a un máximo de cinco personalidades para este cargo. Se cumplía el 80 aniversario de las leyes raciales que Mussolini impulsó contra los judíos. Segre llevaba ya muchos años siendo esa señora, licenciada en Derecho, que impartía lecciones para que no se borrara la memoria del Holocausto. Pero antes que eso había sido una niña. Una pequeña que con ocho años vio cómo la expulsaban de la escuela, como consecuencia de ese decreto de Mussolini, sin que ella entendiera muy bien por qué. Una preadolescente a la que, cumplidos los 13, su padre y dos de sus cuñados la subieron a un tren en 1943 para tratar de escapar a Suiza. Y una adulta prematura que el 30 de enero de 1944 terminó saliendo del andén 21 de la estación de Milán con dirección a Auschwitz. Allí le marcaron el número 75190 que aún lleva en su antebrazo. De los 776 menores italianos que terminaron en este centro, ella fue una de los 25 que consiguieron salir con vida. Su padre y otros cientos de miles de personas murieron en este lugar.

El andén 21 de la estación de Milán lo transformaron hace años en un Memorial del Holocausto. No sólo por Liliana Segre, sino porque fue el punto de partida para centenares de judíos italianos que terminaron en manos de las tropas nazis. Ella es sólo testimonio vivo de lo ocurrido. Y entre ese legado que remarca a menudo destaca siempre una palabra que instalaron con letras gigantes junto a los viejos ferrocarriles de Milán: «Indiferencia». «Me da miedo la indiferencia», señala en unas memorias. «Contra la indiferencia nos queda la Carta Magna», repite. Y ahora que le han colocado una escolta y el país la señala como el nuevo símbolo del clima de racismo existente, ella lo vive con indiferencia. No por quienes propagan esas señales de odio, a los que no entiende, sino por el desinterés de sentirse protagonista.