Coronavirus

Temor en Asia a una segunda ola de contagios

En Japón, la complacencia está generando una segunda ola de infectados que alerta a las autoridades. Países como Taiwán, Singapur o Malasia redoblan las medidas

El mundo mira hacia China muy atentamente. Lo hace con ojos escépticos ante la cuestionable veracidad de sus cifras, aunque también se les observa con esperanza, con el deseo y la necesidad de predecir cuándo se notarán los efectos de las medidas que España y otros países están adoptando a diferentes velocidades para ganar la batalla al Covid-19. El gigante asiático va por delante y sus resultados marcan la pauta a seguir ante una pandemia que, aparentemente, están controlando de manera satisfactoria. No están solos, los esfuerzos de otras naciones de Asia-Pacífico están sirviendo para atajar el ritmo de contagios con ingredientes similares: enorme disciplina extrema, tests rápidos y veraces, tecnología punta y distanciamiento social ejecutado con diferentes niveles de confinamiento. A pesar del optimismo, tanto China como el resto de las potencias de la región comparten el temor a que se produzca una segunda ola de contagios generada, principalmente, por ciudadanos asintomáticos no diagnosticados que importen el virus desde otros lugares.

Durante las últimas semanas, además del Gobierno chino y la ciudad semi-autónoma de Hong Kong, países como Singapur, Taiwán, Japón o Australia han prohibido la entrada de los no residentes a sus territorios - el caso de los nipones es más laxo y la prohibición afecta a los procedentes de 49 países - incluso los nacionales y residentes que regresan a casa se ven sometidos a férreos controles durante los 14 días de cuarentena. En China, estas restricciones han provocado que lo vuelos internacionales se reduzcan de tal manera, y sus precios sean tan altos, que sus ciudadanos en el exterior vean imposible su regreso hasta que finalice el veto.

A pesar de la ralentización del número de contagios, según las cifras que ofrece el Gobierno de Xi Jinping, docenas de nuevos casos se reportan a diario y casi todos son importados. Como parte de su política de tolerancia cero ante un nuevo brote del coronavirus, las autoridades chinas someten a sus ciudadanos provenientes de otros países a una estricta vigilancia durante la cuarentena que incluyen sanciones penales. La tecnología está siendo fundamental para impedir una segunda oleada de contagios en China. El levantamiento paulatino de las medidas de confinamiento es condicional en muchas regiones y depende de una aplicación de teléfono móvil que determina quién puede desplazarse con libertad (aquellos que tengan el color verde) y quién debe quedarse en casa y avisar a las autoridades (colores amarillo y rojo), dependiendo de unos parámetros de diagnóstico sin rigor pero eficientes al identificar potenciales síntomas. Además, los repatriados utilizan el servicio de mensajería WeChat, similar a WhatsApp para reportar a diario su temperatura corporal.

Si en China no está habiendo lugar para la relajación, en Japón, la complacencia está generando una segunda ola de contagios que preocupa a las autoridades. El ritmo de propagación del virus entre enero y febrero se ha visto incrementado en marzo. La aplicación de la cuarentena a sus nacionales y ciudadanos extranjeros que vuelven al país se reduce a un documento firmado cuyo incumplimiento supone multas de alrededor de 4.000 euros y hasta seis meses de cárcel, no a una imposición al estilo chino, y las consecuencias se están notando.

La respuesta de Taiwán a la pandemia se considera como una de las más exitosas del mundo gracias a su experiencia previa con el virus del SARS en 2003. El país todavía mantiene la prohibición de entrada a los extranjeros y su tasa de infección es todavía muy baja. Sin embargo, la semana pasada se confirmaron siete nuevos casos de nacionales provenientes de otros países (seis en EE.UU y uno en Reino Unido). Las multas por saltarse la cuarentena en Taiwán rondan los 30.000 euros, una cifra imposible de afrontar para la gran mayoría de la población y la tecnología juega un papel crucial con el rastreo de la geolocalización en los teléfonos móviles. Su éxito es comparable al de Singapur, país con el que comparte la pronta aplicación de medidas preventivas de higiene y fuertes sanciones disciplinarias. La estrategia del Gobierno de la presidenta, Halimah Yacob, ante una segunda oleada ha sido la de cortar por lo sano en lugar de hacerlo gradualmente. Este viernes aunció que, desde el 7 de abril hasta el 4 de mayo, los colegios y los lugares de trabajo no esenciales permanecerán cerrados.

En el sudeste asiático, Malasia se está llevando la peor parte de la pandemia, especialmente tras un evento religioso celebrado en febrero que incrementó los contagios por decenas. En Tailandia, los turistas confinados preocupan al Gobierno, ya que se están dando casos en los que evaden el confinamiento. Por esta razón, el viernes se ha impuesto un toque de queda de 10 de la noche a 4 de la madrugada. Australia lleva semanas tomando medidas graduales contra el coronavirus que han ido de las recomendaciones a las prohibiciones paulatinas y escalonadas. El confinamiento no es total y aunque solo se puede salir de los hogares para lo esencial (incluido hacer deporte) los grupos de más de dos personas están prohibidos. Desde el Gobierno de Scott Morrison no hablan de “segunda ola de contagios”, sino de mantener controlado un primer brote que sigue registrando fallecimientos diarios, pero cuyo número de contagiados se mantiene estable.

Corea del Sur, éxito y complacencia

Se trata de uno de los países más elogiados de Asia gracias su manera de contener la propagación del Covid-19. La clave de su éxito reside en su acierto en el rastreo de la infección, la realización de pruebas masivas y el aislamiento rápido de pacientes. A pesar de tener bajo control el virus y de contar con una de las curvas más envidiadas del mundo, durante los días pasados se ha registrado un incremento de casos diagnosticados y el miedo a una segunda ola de contagios está latente. La amenaza proviene de nacionales residentes en el exterior y extranjeros, estudiantes en su mayoría, que no están cumpliendo con la cuarentena. El Gobierno no quiere caer en la complacencia y descuidar las amenazas a pesar de las prohibiciones a la ciudadanía, las cuales se extendieron esta semana. Se han cancelado los exámenes de acceso a la universidad, así como la apertura inicialmente planeada de los colegios. Además de los casos de contagios de personas provenientes de otros países, como el equipo nacional de esgrima recientemente llegado de Hungría, se están produciendo casos en iglesias, hospitales y asilos.