¿Tercer confinamiento?
El temor en Francia al movimiento «Yo no me confino»
Aumenta el rechazo a un tercer cerrojazo no solo por las consecuencias económicas
El dilema del tercer confinamiento en Francia
Francia vive “horas cruciales” decía este sábado en twitter Emmanuel Macron volviendo a lanzar la idea de que los franceses tienen al alcance de la mano no llegar a tal extremo. 24 horas antes era su primer ministro, Jean Castex, quien alecciona de cierta forma diciendo que era “la última oportunidad” para no llegar a la medida. La semana arranca en una Francia sin confinamiento pero en el ambiente se respira que puede acabarla confinada. Muchas voces del Ejecutivo se adhieren a esa idea con más o menos contundencia. El ministro de Sanidad, Olivier Veran, decía en una entrevista en el Journal de Dimanche este domingo que la medida “no está descartada”.
Un mensaje en bloque de todo el Ejecutivo para que el ciudadano note el peso de la responsabilidad en estos momentos. Una estrategia que sin embargo, esconde la falta de unanimidad en en Consejo de Ministros respecto a la conveniencia o no del tercer confinamiento. Toda la semana pasada estuvo cargada de especulaciones y divisiones en el seno del Ejecutivo galo. Macron por el momento habría privilegiado los argumentos del coste social y económico tras pedir múltiples informes que el inquilino del Elíseo ha estado estudiando durante los últimos días. Y junto a ellos, otro sobre la velocidad con la que se propaga la cepa británica en Francia y que llega a la conclusión de que el ritmo es rápido y preocupante, un 50% de incremento semanal, pero inferior al que se produjo en Reino Unido a la misma altura de fechas.
Sin embargo, la estrategia del ejecutivo no sólo pasa por apelar a la responsabilidad individual. Desde este lunes, el gobierno francés refuerza los controles para que se cumpla el toque de queda actual de las 18 horas en los grandes núcleos urbanos del país y muy especialmente, tal y como ha nombrado el primer ministro Jean Castex, la persecución de fiestas ilegales, que sin haber llegado a impactar tanto como en España, sí se han producido con frecuencia. Estos controles internos se suman las restricciones externas con el cierre de fronteras para países externos a la UE que entró en vigor ayer. Algo que no afecta a los socios comunitarios siempre y cuando se presente una prueba PCR.
En Francia, desde el inicio de la pandemia, se han registrado 75.620 muertes y más de 3,1 millones de casos de personas infectadas por el coronavirus. Más de 27.000 personas se encuentran hospitalizadas y más de 3.000 en la UVI por la covid-19. El Gobierno cree que el avance de las nuevas variantes no se ha detenido con las medidas en vigor, como el toque de queda entre las seis de la tarde y las seis de la mañana, y el cierre de los restaurantes, museos, espectáculos y centros deportivos. Y la incipiente campaña de vacunación —cerca de 1,4 millones de franceses se han vacunado— es insuficiente para atenuar la circulación del virus. “La cuestión de un confinamiento se plantea legítimamente teniendo en cuenta estos datos”, dijo el pasado viernes el primer ministro, Castex.
Las últimas medidas anunciadas parecen una especie de prórroga para comprobar si Francia puede frenar la tercera ola con las reglas actuales. Para el Gobierno, y especialmente para Macron, era imperativo mantener las escuelas abiertas y no volver a interrumpir la vida económica. Y así ha defendido su opción este fin de semana en una entrevista para New York Times.
El primer confinamiento estuvo vigente entre el pasado marzo y mayo. El segundo, más laxo, entre noviembre y diciembre. A diferencia de los anteriores, este tercero tendría por el momento un carácter más preventivo ante el temor de una tercera ola de virus propiciada por las variantes detectadas en el Reino Unido y Sudáfrica, ya que por el momento Francia se mantiene estable desde hace dos semanas en cifras malas, de unos 23.000 contagios diarios, pero mejores que las de los países de su entorno.
El miedo al movimiento #YoNoMeConfino
Uno de los factores que más ha tenido en cuenta el Ejecutivo francés a la hora de medir los tiempos antes de decretar un eventual tercer confinamiento es el miedo a un estallido de disturbios en las calles tal y como ocurrió en Holanda la semana pasada. El gobierno ha ido preparando el terreno durante las últimas dos semanas para crear adhesión a la opinión de que el país necesita un tercer confinamiento para luchar contra esta tercera ola del virus. Y aunque, el apoyo de los franceses es mayoritario según indica la demoscopia (64% favorable según sondeo Harris Interactive), lo cierto es que crece el ruido y las protestas según se ha ido acercando la fecha del anuncio.
En las redes sociales, el movimiento JeNeMeConfineraiPas (Yo no me confinaré) ha ido aumentando exponencialmente poniendo en tela de juicio la aceptabilidad social, con por ejemplo, más de 22.000 publicaciones en twitter desde el pasado 10 de enero. Entre sus adherentes, una galaxia en la que figuran desde figuras complotistas hasta algunos médicos poco sospechosos de seguir teorías del complot, pero que consideran que las pérdidas humanas que puede generar indirectamente un tercer confinamiento (depresiones, suicidios, problemas mentales) serán aún mayores que los beneficios de aplicarlo.
No todos los que critican las nuevas medidas restrictivas del gobierno francés provienen de la misma línea ideológica. De hecho, médicos como el doctor Michael Peyromaure, jefe del servicio de urología del hospital Cochin de París, son firmes defensores de las vacunas y de las medidas de responsabilidad personales, pero consideran que los prejuicios económicos y sociales de un tercer confinamiento serán “irreparables”. “No podemos sacrificar todo por miedo permanente a la muerte” afirmaba hace unos días en un debate sobre la conveniencia del nuevo confinamiento en televisión. Esa oposición también puede percibirse en algunos editoriales de la prensa francesa estos días, algunas firmadas por figuras como el filósofo Bernard-Henri Lévy que lleva meses distanciándose de las mayoritarias posturas en favor de salvar vidas al precio que sea. Son figuras que han situado el debate del confinamiento fuera de la caricatura complotista al no ser negacionistas y exponer argumentos sólidos que pueden rebatirse.
Sin embargo, uno de sus argumentos estrella, el del modelo sueco, ha desaparecido del inventario después de que el propio rey de Suecia reconociera en diciembre el “fracaso” de su estrategia y el coste inasumible de número de fallecidos.
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