Asia

Resistencia democrática

El pulso de la “Generación Z” a la Junta Militar birmana

La «Milk Tea Alliance» une a los jóvenes de diversa condición de Myanmar con los movimientos pro democracia de Hong Kong, Taiwán o Tailandia

Protesta contra el golpe militar en Rangún (Birmania)
Protesta contra el golpe militar en Rangún (Birmania)LYNN BO BOEFE

Corría el año 1988 cuando los soldados birmanos acabaron con un levantamiento a favor de la democracia en el país disparando con rifles automáticos a las multitudes de manifestantes desarmados. Tiempo después, en el año 2007, los monjes budistas encabezaron un movimiento popular conocido como la Revolución del Azafrán que también fue reprimido por los uniformados de la misma forma. En ambos movimientos, los disparos, palizas y arrestos junto a los toques de queda y las redadas fueron el día a día hasta que el Ejército volvió a hacerse con el control y acabó con los anhelos democráticos de la población. Hoy el pueblo birmano se encuentra en una encrucijada similar.

Sin embargo, si algo difiere de anteriores ocasiones es que cuando se cumplen casi tres semanas de la asonada militar esta vez el general Min Aung Hlaing no está haciendo gala de la mano dura de sus antecesores. También surgen dudas sobre si el mandatario tuvo en cuenta la furia juvenil que su pronunciamiento podía generar entre la conocida como “Generación Z”, que ha logrado sacarle los colores sorteando los bloqueos del Gobierno en las noticias y movilizando a las masas.

El estupor tras el golpe del 1 de febrero duró menos de 72 horas. Pasado ese tiempo, gente de todo tipo en el país recurrió a Facebook -la plataforma de redes sociales más popular en la nación asiática-, para expresar su enfado y frustración ante el alzamiento. En cuestión de horas se creó un movimiento de desobediencia civil en la red que ahora ya aglutina a sanitarios, docentes, funcionarios públicos e incluso a algunos policías que se han pasado de bando.

El alcance fue tal que el Ejército decidió cortar por lo sano y no permitir el acceso a internet y a esta plataforma en todo el país. Sin embargo, estos nativos digitales y expertos en el uso de las redes sociales e internet se las ingeniaron para seguir en la brecha. No solo han logrado aglutinar a personas de diferentes edades y oficios, sino que han conseguido alzar la voz para que les escuchen en el exterior. Para ellos, no solo se trata de restaurar el poder de la Liga Nacional por la Democracia y de la liberación de su líder, Aung San Suu Kyi, quien permanece detenida desde el 1 de febrero. También se juegan su libertad de expresión, algo de lo que han gozado desde el país se abrió al mundo exterior en 2012.

Con ese fin se han organizado caceroladas nocturnas, concentraciones de coches haciendo sonar el claxon o se han disfrazado de super héroes y princesas para protestar en multitudinarias manifestaciones. Y todo ello sin apuntar a ningún líder, algo que les está permitiendo no ser identificados como alentadores de masas. A través de sus comunicaciones, han unificado eslóganes, acciones y el orden y pacifismo en las manifestaciones. Entre sus estrategias, la del miércoles pasado cuando corrieron la voz para que los ciudadanos dejaran aparcados sus coches en las intersecciones arguyendo problemas mecánicos con el fin de generar grandes atascos que impidieran a los empleados públicos llegar a sus puestos de trabajo.

En el exterior, han utilizado las redes sociales para difundir su mensaje y conectar con los usuarios de Hong Kong y Tailandia e intercambiar consejos sobre cómo mantenerse seguros durante las manifestaciones. Si en 2019 Hong Kong vivió las protestas más graves desde que volvió a manos chinas en 1997; en 2020 le tocó el turno a Tailandia, donde sus ciudadanos se movilizaron para protestar contra la monarquía y el Gobierno afiliado al ejército que dio un golpe de Estado de 2014.

Con estos escenarios de fondo, entre todos ellos ha crecido un sentimiento de resistencia y lucha compartida por la democracia contra las instituciones militares y el control estatal que se ha materializado en un movimiento conocido como la Milk Tea Alliance. Birmania es el último en sumarse a esta corriente que cuenta con la presencia de Tailandia, Hong Kong y Taiwán y que se ha servido de las plataformas de las redes sociales para compartir experiencias y símbolos.

“El objetivo de la Milk Tea Alliance es que exista una solidaridad compartida. Incluso si un país, por ejemplo Birmania, experimentara un apagón de Internet, otros miembros de la Milk Tea Alliance podrían todavía hablar por ellos”, afirma Sophie Mak, activista de la alianza e investigadora de derechos humanos en Hong Kong.

Lo cierto es que tanto Birmania como Tailandia comparten una historia repleta de intervenciones militares y una situación actual compleja en la que los uniformados acumulan mucho poder, paralelismos que no han pasado desapercibidos para los manifestantes. “Las protestas tailandesas [de 2020] fueron bastante virales en las redes sociales birmanas, porque a la gente [de Myanmar] no le gusta los militares”, afirma el estudiante birmano de la Universidad de Hong Kong Aung Kaung Myat. “Los militares gobernaron durante varias décadas y el gobierno militar fue bastante brutal y abusivo. Por eso, simpatizan con los manifestantes tailandeses“, añade.

Para Charlie Thame, profesor asistente de relaciones internacionales en la Universidad Thammasat en Bangkok, los ejércitos de ambos países se enfrentan ahora al mismo desafío: tratar de mantener el poder frente a una sociedad que se moderniza rápidamente y en la que las estructuras de poder tradicionales están siendo amenazadas por la influyente voz de unos jóvenes que están en Facebook, TikTok, Instagram y Discord movilizando a otros jóvenes.

Aun así, el Ejército no se rinde y ha intentado controlar internet, algo que los usuarios han eludido con VPN, tarjetas SIM extranjeras y otras medidas antes de que se restableciera el acceso. Ahora, la Junta Militar estudia introducir una nueva y draconiana ley de seguridad cibernética que reintroduciría la censura y obligaría a las plataformas de redes sociales a compartir información privada sobre sus usuarios cuando las autoridades lo requirieran. Habrá que ver si esto llega a término. Mientras tanto, como reza uno de los carteles más icónicos de las protestas en el país, parece que los militares “se han metido con la generación equivocada”.

Mya, la primera víctima de la represión

Una joven birmana que se encontraba en estado crítico tras recibir un disparo en la cabeza en una manifestación celebrada el 9 de febrero contra el golpe de Estado falleció el viernes, convirtiéndose en la primera víctima mortal de la represión de las protestas. Mya Zuet Jine, estudiante de 20 años, estaba ingresada en muerte cerebral en un hospital de la capital, Nayipidó, a causa de las heridas sufridas. Su hermana ha pedido a sus conciudadanos que «sigan participando en este movimiento hasta que sea exitoso, hasta que la dictadura militar sea expulsada».