Biología y ética
La creación de embriones parte humanos y parte monos incomoda a muchos
Los beneficios potenciales del experimento, sin embargo, superan los riesgos
La física es famosa por sus ideas alucinantes. Las partículas subatómicas pueden estar en muchos lugares a la vez. El paso del tiempo depende de qué tan rápido te muevas. Pero debido a que tales ideas se limitan al ámbito de lo invisible y lo inhumanamente vasto, la mayoría de la gente las considera poco más que curiosidades divertidas.
La biología también tiene ideas alucinantes. Dado que pueden afectar al mundo cotidiano de los cuerpos vivos, su impacto a menudo se siente mucho más visceralmente. Un ejemplo son las “quimeras”, organismos que, un poco como la bestia mitológica, se forman a partir de células de dos especies distintas. Los científicos ya han producido cabra-oveja y rata-ratón. Ahora, un grupo de investigadores estadounidenses, chinos y españoles ha informado de un progreso significativo en la búsqueda para crear quimeras utilizando células humanas, en este caso, combinándolas con células de monos para formar embriones funcionales.
Es otro ejemplo del creciente poder de la humanidad para jugar con los aspectos básicos de la vida, un poder que incomoda a muchas personas. El trabajo deja la idea misma de una especie que se ve al menos un poco borrosa en los bordes. Los experimentos que involucran células humanas pueden romper tabúes profundamente arraigados sobre la dignidad humana, el excepcionalismo humano y, entre los religiosos, suscitar preocupaciones sobre interferir con la creación de Dios.
También hay preocupaciones más prácticas. Los embriones de mono humano no estaban destinados a crecer hasta la madurez. Pero es correcto preguntarse qué habría pasado si lo hubieran hecho y qué debería hacerse si alguien decide intentarlo o cuándo. ¿Cuál es el estatus moral y legal de un organismo con un genoma humano y otro no humano? ¿Qué efecto, si alguno, podrían tener las células humanas en el cerebro del animal? Conscientes de tales preocupaciones, muchos países, incluidos Estados Unidos y Reino Unido, regulan estrictamente lo que está permitido. Gran parte del último trabajo se realizó en China.
A pesar de esas preocupaciones, los beneficios potenciales superan los riesgos. Dicha investigación siempre debe realizarse con cautela y supervisarse adecuadamente. Pero también hay que fomentarlo, porque las recompensas que aporta pueden llegar a ser importantes. Los embriones quiméricos pueden ofrecer una solución a los problemas éticos que dificultan los experimentos con embriones humanos. Eso podría conducir a nuevos tratamientos para enfermedades congénitas. Esta investigación en particular se inspiró en el deseo de cultivar órganos humanos en los cuerpos de los animales, desde donde eventualmente podrían usarse para trasplantes. Aliviar la prolongada escasez mundial de órganos trasplantables podría salvar muchas vidas. Solo en Estados Unidos, más de 100,000 personas están en listas de espera para trasplantes.
La mejor manera de garantizar que dicha investigación pueda avanzar es hablar de ello con el público, no solo entre científicos y reguladores expertos. Los debates éticos en torno a las quimeras se llevan a cabo durante años, pero sobre todo en revistas científicas y conferencias académicas, lugares donde los forasteros rara vez se aventuran. Si las demostraciones dramáticas de este tipo de avance científico toman a la gente por sorpresa, es probable que generen una reacción violenta. Los científicos también deben trabajar para asegurar que las reglas internacionales estén armonizadas, en la medida de lo posible.
La historia ofrece motivos para el optimismo. Muchas tecnologías biológicas que al principio fueron criticadas como una intromisión imprudente en el orden natural de las cosas terminaron resultando mucho menos aterradoras en la práctica de lo que alguna vez parecieron en teoría. La fertilización in vitro alguna vez se consideró antinatural; en estos días es una rutina, al menos en el mundo rico. Los cultivos genéticamente modificados provocaron protestas callejeras y graves advertencias sobre los “Frankenfoods”. Miles de millones de comidas más tarde, la tecnología ha demostrado ser segura y eficaz. Sin embargo, en última instancia, los científicos deben convencerse no solo entre sí, sino también al público.
© 2021 The Economist Newspaper Limited. Todos los derechos están reservados. El artículo original en inglés puede encontrarse en www.economist.com
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