Rasputín

Vladimir Cerrón, el médico castrista que persigue una revolución en Perú

Formado en Cuba, el líder de Perú Libre utiliza su dominio del partido para empujar la agenda más radical de Castillo

El político peruano Vladimir Cerrón
El político peruano Vladimir CerrónArchivoArchivo

La caída del primer ministroGuido Bellido y la formación de un nuevo gabinete ha sido el último episodio de una guerra cada vez menos soterrada entre el presidente peruano, Pedro Castillo, y Vladimir Cerrón, fundador y líder del partido de ambos, Perú Libre.

Formado como médico en Cuba y declarado admirador de su régimen, Cerrón es una de las razones por las que muchos temen que Castillo guíe a Perú por la senda del comunismo castrochavista Y, aunque el presidente ha buscado desmarcarse de los más radicales al prescindir de Bellido, mano derecha de Cerrón, este conserva el control de muchos diputados de Perú Libre en el Congreso y ha dejado claro que luchará por recuperar su cuota de poder.

El de Castillo con Cerrón es un matrimonio cada vez peor avenido. El presidente fue al principio el hombre de paja de Cerrón para conquistar el poder, ya que él no podía ser candidato por su condena por corrupción en 2019. Castillo fue elegido pese a no tener ninguna experiencia política por el prestigio que ganó como sindicalista al liderar la huelga de docentes contra el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski en 2017.

Como cabeza de un partido que se declara marxista-leninista, Castillo ganó las elecciones contra todo pronóstico con la promesa de transformar radicalmente el país y una nueva Constitución. Pero en solo unos meses, Castillo da indicios de haber comprendido que su gobierno solo será viable si se aleja de las tesis revolucionarias de Cerrón. No será fácil.

Según Yerel Vásquez, del Instituto de Estudios Peruanos, “Cerrón transmite la imagen de alguien que interviene constantemente” y “esto provoca tensiones dentro del gobierno”. Las tesis de los cerronistas chocan a menudo con las de los ministros más moderados. La división en el gobierno y la fragmentación del Congreso, en el que solo una precaria mayoría sostiene a Castillo, ponen en cuestión la gobernabilidad, pero Cerrón no parece dispuesto a ceder.

Nacido hace 50 años en Chupaca, en el departamento de Junín, uno de los más pobres del país, Cerrón creció en una familia de izquierdas. Su padre, profesor universitario, murió brutalmente asesinado en 1990. Era la época en la que el campus de la Universidad Nacional del Centro del Perú, en Huancayo, se había convertido en frente en la lucha todos contra todos de Sendero Luminoso, el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru y los servicios de seguridad, que a veces rivalizaban en crueldad con los terroristas.

La muerte de su padre lo marcó y empujó al socialismo. Becado para estudiar Medicina en Camagüey, Cuba, su experiencia en la isla lo convenció de las “bondades” de la revolución. Tras especializarse en Neurocirugía, Cerrón volvió a Perú y se dedicó a la política en su Junín natal, donde fue elegido gobernador en 2010 y 2019.

En esos años, Cerrón forjó su gran arma, Perú Libre, una maquinaria política inusualmente sólida y disciplinada en un país en el que los partidos se han caracterizado tradicionalmente por su volatilidad.

Explotando con habilidad el conservadurismo social del Perú rural, Cerrón hizo del rechazo al matrimonio homosexual una de sus banderas y no dudó en atacar con comentarios homófobos a sus rivales. Pero la sentencia que lo condenó en 2019 confirmó las sospechas de que detrás de su popularidad en Junín había además prácticas clientelares y corruptas. A aquella condena le podrían seguir otras, porque sigue en el centro de la investigación del caso de “Los dinámicos del Centro”, una trama para cobrar a cambio de la expedición de permisos de conducir en la que también está acusado Bellido.

La caída de Bellido ha sido un revés, pero Cerrón conserva otros peones. Su hermano Waldemar es el jefe de Perú Libre en el Congreso. El marcaje a Castillo continúa.