Opinión

La pinza Rusia y China

José María Liu, representante de la Oficina Económica de Taiaéi en España, sostiene que la invasión rusa socava la estabilidad mundial

Un miembro del Ejército ucraniano sostiene una flor durante la boda de dos compañeros ayer en Kiev
Un miembro del Ejército ucraniano sostiene una flor durante la boda de dos compañeros ayer en KievEfrem LukatskyAgencia AP

Vivimos momentos difíciles para la paz. La invasión rusa de Ucrania ha iniciado una guerra en Europa después de casi 80 años de paz de consecuencias imprevisibles no solo para la región, sino para todo el mundo y en la que, como sucede en todas las guerras, lo único seguro es que no habrá «ganadores» y que todas las partes son «perdedoras». La invasión rusa del territorio ucraniano socava la paz y la estabilidad regional y mundial, supone una amenaza al orden basado en leyes y desafía el sistema jurídico internacional que salvaguarda la soberanía y la integridad territorial de los países de todo el mundo. Es momento de resaltar las recientes palabras del papa Francisco sobre lo que está ocurriendo: «quien hace la guerra olvida a la humanidad».

Imposición de sanciones

Desde Taiwán nos sumamos a la enérgica condena de toda violación de la soberanía de Ucrania por parte de Rusia y hacemos un llamamiento a las partes para que resuelvan pacíficamente las disputas de manera racional lo antes posible. Como miembro responsable de la comunidad internacional, Taiwán se mantiene firme en su defensa de los valores universales de la libertad, la democracia, el respeto por los derechos humanos y el Estado de derecho, valores que compartimos con la mayor parte de los países de la comunidad internacional, de manera muy especial con EE UU y la Unión Europea. Lamentamos profundamente la decisión de Rusia de haber optado por la invasión en lugar de por las negociaciones diplomáticas. Asimismo, nos unimos a nuestros socios de ideas afines en la imposición de sanciones económicas a Rusia y en la adopción de medidas adecuadas de apoyo a Ucrania, entre ellas el envío ya efectivo de 27 toneladas de suministros médicos y sanitarios como ayuda humanitaria.

En los últimos tiempos, tanto Rusia como China han dado sobradas muestras de su peligroso deseo de redefinir el concepto de «democracia» a su antojo, considerando, como ha tratado de defender el régimen de Pekín, que el criterio último para juzgar una democracia es si esta «produce resultados». ¿De qué resultados estamos hablando? ¿De la capacidad de imponer su hegemonía por la fuerza? ¿Aceptarían los ucranianos que están ahora mismo abandonando sus hogares, o quienes ya han sufrido pérdidas humanas y materiales, este singular criterio? La propia embajadora de EE UU ante la ONU, Linda Thomas-Greenfield, ha resumido la postura adoptada por Rusia diciendo que lo que el Gobierno de Putin quiere es una vuelta al pasado, al tiempo anterior a Naciones Unidas, aquel en el que los imperios dominaban el mundo. Y se ha referido también a la posibilidad de que otros países puedan pensar que hay una «puerta abierta» a sus ambiciones territoriales si el mundo no responde a tales agresiones. A diferencia de lo que Rusia y China quieren hacernos creer, ahora estamos en 2022 y debemos mirar al frente y dejar de buscar argumentos anticuados y excusas trasnochadas para justificar lo injustificable: el desprecio por la paz y la seguridad mundiales.

Potencias hegemónicas

El objetivo más inmediato e inaplazable de todos ha de ser ahora el de parar el horror iniciado por la temeraria decisión de Rusia y restablecer la paz en Ucrania. Pero la acción de la comunidad internacional no debería detenerse ahí. Una vez más, se hace necesario que el mundo tome conciencia de la necesidad de pararles los pies a las potencias hegemónicas si no queremos que los conflictos se extiendan por el resto del mundo. Si Occidente no enseña los dientes a Rusia ante su beligerante actitud y el daño que está infligiendo en Ucrania, se estará sembrando un precedente para que otras potencias hegemónicas y autoritarias, como es el caso de China, hagan lo que les venga en gana.

Las medidas militares nunca han sido la opción para resolver las discrepancias. Esta es una regla de oro válida para todo el mundo, y en Taiwán tenemos sobrada experiencia en sufrir las continuas amenazas militares procedentes de China, que nunca ha renunciado al uso de la fuerza para tratar de acabar con nuestra soberanía e integridad territorial.

Ante tales amenazas, nuestro Gobierno está poniendo especial dedicación en garantizar nuestra seguridad nacional modernizando nuestras capacidades de combate defensivo y mejorando las capacidades de combate asimétricas para responder a la provocación militar de China, asegurando la estabilidad social interna del país y minimizando cualquier potencial efecto sobre nuestro desarrollo económico.

La amenaza que pesa desde hace tiempo sobre los 23,5 millones de taiwaneses ha hecho también más fuerte nuestra democracia. No buscamos una confrontación militar, pero haremos lo necesario para defender la libertad y la democracia y, en definitiva, la paz.

*Embajador José María Liu es representante de la Oficina Económica y Cultural de Taipéi en España