Trauma
¿Cómo afectará la guerra a la salud mental de los más pequeños?
El conflicto ha colocado a 7.5 millones de niños en una situación tremendamente delicada, en la que su salud mental está en juego
Han pasado 23 días desde que el presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin, dio comienzo a las hostilidades en territorio Ucraniano. Desde entonces, los fallecidos se cuentan por miles y los desplazados por millones. Las imágenes que el conflicto está dejando tras de sí son abrumadoras, y todo el mundo mira con horror una destrucción que parece no tener límite. Sin embargo, estas imágenes -por cercanas y por duras que puedan parecer- nunca conseguirán hacer justicia al impacto emocional que supondrá para las personas que las viven en primera persona.
Desde la comodidad de nuestros hogares es difícil ponderar lo que está pasando en este momento por la cabeza de los miles de combatientes de ambos bandos; y por la de los millones de civiles que tienen que sufrir el horror de la guerra; tanto para los que permanecen en territorio ucraniano, como para los que se han visto en la necesidad de abandonarlo.
Estar sometidos durante tanto tiempo a niveles de alerta y estrés semejantes -evidentemente- pasará una factura. Desde la Fundación Salud y Persona- que es una organización sin ánimo de lucro especializada en el bienestar emocional- estiman que alrededor de un 22% de las personas que viven en una zona de conflicto, acaban por desarrollar trastornos mentales o episodios de los mismos, “con un aumento en problemas de ansiedad, insomnio, depresión, trastorno por estrés postraumático, trastorno bipolar y trastornos psicóticos, entre otros”.
Y desde el punto de vista psicológico, los que se llevan las peor parte son aquellos que todavía no han desarrollado plenamente su carácter: los niños. Save the Children ha estimado en 7,5 millones los niños que están en riesgo de sufrir problemas emocionales por culpa del conflicto armado.
“Todo va a ir bien”
“Imagina el terror al que se enfrenta un niño en un sótano oscuro, viendo los rostros de sus padres rezando para que el próximo misil no caiga en su edificio. Los padres pueden proteger a los niños contra el trauma hasta cierto punto, pero no hay mucho que puedan hacer”, explica la Fundación Salud y Persona en una nota de prensa compartida con los medios de comunicación.
Y es que, en la gran mayoría de los casos, la primera barrera de protección psicológica que tiene un niño a su disposición son sus padres... que son los que le dicen que “todo va a ir bien”. Sin embargo, en una situación como la que le ha tocado vivir a millones de familias ucranianas, este escudo se ha esfumado; porque muchos padres se han tenido que quedar a combatir, mientras que los pequeños se han tenido que marchar a un lugar seguro.
Esta separación tiene un impacto enorme, entre otras cosas, porque desaparece de golpe una figura en la que el niño confía y que le transmitirá seguridad, aún cuando la situación no es en absoluto segura.
De esta forma, además de estar en una posición en la que debe gestionar el propio trauma de la guerra, el niño también deberá gestionar la separación de sus padres y el miedo de que “a papá le haya podido pasar algo”. Y es que a veces se nos olvida lo obvio: detrás de cada combatiente y detrás de toda baja en combate, hay unos familiares y unos seres queridos que están sufriendo su ausencia y que no saben si lo volverán a ver. Y lo peor de todo, es que esta avalancha emocional, los más pequeños tienen que gestionarla -además- sin llegar a entender el porqué.
Muchos especialistas en la materia sostienen que la mejor alternativa en una coyuntura como esta, es que los niños mantengan un estilo de vida lo más normalizado posible. También señalan desde la Fundación Salud y Persona, que es imprescindible poner a disposición de los más pequeños un espacio para poder hablar y para poder expresar todas las emociones que están sufriendo, de forma que se consiga encauzar una recuperación que -irremediablemente- será difícil.
En conclusión, el conflicto ha colocado a los niños en una situación tremendamente delicada, en la que su salud mental está en juego... y con unas consecuencias que pueden llegar a ser devastadoras.
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