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Suben a 21 los muertos por la explosión de un coche bomba en Bogotá

La explosión se produjo poco después de que tuviera lugar una ceremonia de entrega de medallas en la Escuela de Cadetes de Policía.

Los servicios de emergencia en el lugar del atentado/Foto: Efe
Los servicios de emergencia en el lugar del atentado/Foto: Efelarazon

Al menos 21 personas han muerto y decenas han resultado heridas por la explosión de un coche bomba frente a la Escuela de Cadetes de Policía General Santander, en Bogotá.

Un ataque suicida, desesperado, con una enorme carga de explosivos, más propia de atentados yihadistas que de una guerrilla colombiana. Es también una declaración de guerra. El conflicto continúa pese a que el ex presidente colombiano Juan Manuel Santos firmara los tratados de paz, hoy inconclusos, con unas FARC descabezadas y traicionadas que en su camino hacia la disolución han abandonado a «hijos bastardos», «ovejas negras» aún peores, que pujan por el territorio.

Ayer, una furgoneta gris Nissan Patrol cargada con explosivos estalló en el interior de la Escuela de Policía General Santander, en Bogotá, en un atentado que dejó al menos 21 personas muertas y 68 heridos. Eran alrededor de las nueve de la mañana, cuando se escuchaba un fuerte estallido cerca de la Escuela de Cadetes General producto de la detonación. Los cristales de edificios cercanos se rompieron. Según cuentan los presentes, el vehículo entró a la fuerza por una de las garitas de la escuela y estalló contra un alojamiento femenino de cadetes. «Un vehículo entró por la guardia de la autopista sur con la general a toda mierda y se estrelló contra un alojamiento femenino de cadetes y explotó», relataba un testigo. «Estaba en mi casa cuando escuché el ruido y fue muy fuerte (...) yo soy madre de dos hijos y no me imaginó el dolor», cuenta una de las mujeres que estaba en el lugar. Después, un policía en estado crítico, muy nervioso, disparó el arma contra el suelo.

El Ministerio de Defensa confirmaba enseguida que se trataba de una «acción terrorista», una de las más graves que ha sacudido a la capital colombiana desde que disminuyó la intensidad del conflicto armado tras el pacto de paz con la ex guerrilla de las FARC a finales del 2016. El actual presidente, Iván Duque, tuvo que cancelar un consejo de seguridad en la ciudad de Quibdó, la capital del selvático departamento del Chocó, y regresó a Bogotá en compañía del ministro de Defensa, Guillermo Botero, y de la cúpula militar. «He dado órdenes a la fuerza pública para determinar los autores de este ataque y llevarlos a la Justicia. Todos los colombianos rechazamos el terrorismo y estamos unidos para enfrentarlo. Colombia se entristece, pero no se doblega ante la violencia», dijo el mandatario, sin responsabilizar a ningún grupo armado por el ataque.

Pocas horas después, Duque visitaba el lugar del atentado y anunciaba que estaba «plenamente identificado» el autor material: «Ya avanza la investigación y se ha identificado al autor material. Vamos a actuar con toda la firmeza», dijo a la prensa. A continuación, el fiscal general, Néstor Humberto Martínez, señaló que se trata de José Aldemar Rodríguez, oriundo del departamento de Arauca, en el este del país, y quien se cree que murió al detonar 80 kilos de pentolita que llevaba en una camioneta.

Con unos ocho millones de habitantes, Bogotá ya fue sacudida por esporádicas acciones de terror en 2017. En febrero de ese año, el ELN se adjudicó un atentado contra una patrulla policial con un saldo de un uniformado muerto y varios heridos de gravedad en el barrio la Macarena de Bogotá. Ese mismo año, un atentado en un centro comercial dejó tres muertos y varios heridos. Las autoridades culparon del hecho al Movimiento Revolucionario del Pueblo (MRP), un grupúsculo de izquierda.

Los ataques con vehículos cargados con explosivos eran frecuentes en Colombia cuando el cártel de Medellín, que dirigió el difunto narcotraficante Pablo Escobar, se enfrentaba al Estado, pero el conductor no era un kamikaze que moría en el ataque.