Negociaciones
Arabia Saudí reclama el liderazgo regional al erigirse en mediadora
La Casa de Saúd ha sabido preservar sólidos vínculos económicos y militares con Estados Unidos -la primera visita internacional de Trump ha sido no casualmente Riad- y tener además cada vez más estrechas relaciones con China, además de con la Rusia de Putin
La elección de Riad como escenario para las discusiones entre Estados Unidos y Rusia sobre el futuro de Ucrania confirma la voluntad de las autoridades saudíes de erigirse en potencia mediadora y soft power no solo regional sino mundial. La Casa de Saúd ha sabido preservar sólidos vínculos económicos y militares con Estados Unidos -la primera visita internacional de Trump ha sido no casualmente Riad- y tener además cada vez más estrechas relaciones con China, además de con la Rusia de Putin. La diversificación de alianzas de los últimos años evidencia la voluntad de los dirigentes saudíes de marcar una agenda propia basada exclusivamente en sus intereses particulares al margen de Occidente y las grandes potencias.
Con la exhibición de poder de convocatoria de este martes quedan definitivamente atrás los años de ostracismo que sucedieron a la desaparición y muerte del periodista Jamal Khashoggi en la Embajada saudí en Ankara y cada vez más lejana la imagen oscurantista y fundamentalista que llevó antaño aparejada, aunque las violaciones de los derechos humanos y las libertades básicas son cotidianas en el país.
Asimismo, por el peso de su economía y sus alianzas y albergar los lugares más sagrados del islam, Arabia Saudí ejerce un liderazgo político y simbólico incuestionable en el mundo árabe. Además, en el seno de la comunidad árabe la monarquía de la Casa de Saúd ha reclamado el papel de líder del mundo suní frente a la República Islámica de Irán, centro del chií. Su transformación económica, de país exportador de hidrocarburos a una economía cada vez más diversificada -que espera recibir miles de millones de inversiones en los próximos años, como queda reflejado en el plan Vision 2030-, da cuenta de las aspiraciones globales del régimen. El deporte es sólo uno de los varios frentes empleados por el régimen en los últimos años para reforzar su imagen global abierta al diálogo y al entendimiento. Como han hecho otras monarquías vecinas, los medios de comunicación -televisiones por satélite y plataformas informativas- son otro de los canales elegidos por Riad para difundir sus posicionamientos ante los asuntos globales.
Más allá de la cita sobre Ucrania de esta semana, Arabia Saudí viene reclamando de la misma forma en los últimos meses un papel de liderazgo en el futuro de Gaza y Siria. Como el resto del mundo árabe, las autoridades saudíes han rechazado con rotundidad el plan del presidente estadounidense Donald Trump de hacerse con el control de la Franja y expulsar de ella -con destino a países vecinos como Jordania y Egipto- a los más de dos millones de personas que en ella malviven.
En la cumbre árabe de emergencia convocada en El Cairo el próximo 4 de marzo, Riad liderará a los países de la región en la elaboración de un plan alternativo a la ‘Riviera de Oriente Medio’ para la reconstrucción de Gaza que pase en cualquier caso por la exclusión de Hamás, enemigo común de las monarquías y Egipto. Por otra parte, a pesar de que en 2023 el buen curso de las negociaciones entre la Casa de Saúd y el Gobierno de Netanyahu apuntaba a un próximo acuerdo, Riad se resiste a las presiones de Trump y asevera que solo se avendrá a reconocer a Israel hasta que no se garantice
la viabilidad de un Estado palestino. En Siria, Araba Saudí aspira a ejercer de contrapeso a Turquía -apoyo fundamental de los rebeldes yihadistas de Hayat Tahrir al Sham (HTS) en su exitosa ofensiva militar de finales del año pasado- en la más que incierta transición desde la dictadura de Bachar al Assad y evitar que el país sirva de plataforma a movimientos islamistas radicales, enemigos declarados de la monarquía de facto liderada por el príncipe Mohammed bin Salman.