
Sahel
Los conflictos en África (II): Mali, Níger y Burkina Faso
El continente africano vive hoy el mayor número de conflictos ocurridos al mismo tiempo

Existe la creencia popular de que el yihadismo armado sigue un abecé idéntico en cada rincón del mundo. No es así. Con el factor religioso, influyen diferentes componentes en la fórmula de la muerte que expanden a su alrededor; la historia, la cultura de las sociedades afectadas, factores económicos y formas de gobierno acceden a las definiciones que enmarcan a los diferentes grupos. No sería correcto aplicar en el Sahel la definición del yihadismo armado en Siria, pero también debe considerarse que dentro del Sahel existen diferencias según el país. Estas son interesantes de conocer para aquel interesado en una materia tan letal y próxima para España como es el terrorismo islámico.
Mali
Mali fue la puerta por la que penetró el yihadismo armado en el Sahel, procedente de Argelia. El Grupo Islamista Armado (GIA), que posteriormente pasó a llamarse Grupo Salafista de Predicación y Combate (GSPC) huyó de la nación magrebí tras su derrota en la guerra civil argelina y sus dirigentes establecieron pronto fuertes relaciones con las poblaciones locales del norte de Mali. Los lazos familiares, incluso matrimoniales, fueron determinantes para ello. En cualquier caso, habría que retroceder al 2012 para encontrar el inicio de la actual insurgencia en Mali, que aparece dividida en diferentes grupos con intereses diversos pero que tienen como fin último el control de los diferentes recursos que ofrece el territorio: oro, sin duda, pero también resultan provechosos en términos económicos el tráfico de drogas, armas y personas… incluso el tráfico de tabaco tiene su hueco aquí.
Buscando una perspectiva puramente “islámica”, aunque considerando siempre el importante deseo económico que les mueve, dos grandes grupos pugnan por la primacía: el JNIM (afiliado a Al Qaeda) y el llamado Estado Islámico del Gran Sáhara (asociado con el Estado Islámico). Ambos grupos han combatido entre ellos en ocasiones, mientras que sus métodos de conquista difieren en varios aspectos, donde el EIGS gana a todos los demás grupos en dosis de crueldad y de fanatismo religioso. Pero habría otros grupos de corte radical islámico. El Movimiento por la Unidad y la Yihad en África Occidental (MUYAO) o el temible Ansar Dine, entre otros. También los habría que traen consigo un componente étnico, como la Katiba Macina, conformada por una mayoría étnica peul. Todos estos grupos combaten entre sí, se alían si lo requiere la ocasión, se escinden y se vuelven a juntar, donde su principal enemigo es uno: el Estado maliense.
El Estado maliense se enfrenta en una guerra voraz contra estos grupos, apoyado por tropas rusas y por milicias de cazadores pertenecientes a la etnia dogon, pero no es este el único conflicto que afecta al suelo maliense. El secesionismo de Azawad, hoy representado por el Frente de Liberación de Azawad (FLA), exige la independencia del norte de Mali y participa hoy en una guerra activa contra el gobierno maliense. Pese a los vínculos existentes entre el independentismo de Azawad y el terrorismo islámico (recientemente se hizo pública su alianza con el JNIM), se tratan de entes diferenciados en cuanto a las bases de su lucha. Mientras que los beneficios económicos suponen un componente común a ambos, Azawad se escinde de los terroristas islámicos en el momento en que centra sus objetivos, no en la expansión de su interpretación del islam, sino en la independencia del norte de Mali.
Burkina Faso
El terrorismo islámico contagió a Burkina Faso en 2015, apenas un año después de que un golpe de Estado pusiera fin a 27 años de dictadura de Blaise Compaoré. Los primeros ataques se limitaron a comunidades del norte del país, pero la pésima respuesta del gobierno burkinés permitió que la inseguridad se expandiera en pocos años por la práctica totalidad del territorio nacional. Burkina Faso tiene un historial político distinto al de Mali. Pese a que ambos países han sufrido repetidos golpes de Estado, estos han sido mucho más numerosos en Burkina, mientras que el fantasma de Thomas Sankara (que gobernó el país entre 1984 y 1987, tras acceder al poder mediante un golpe de Estado… y que fue asesinado en un golpe de Estado dirigido por el propio Compaoré) imbuye en la población local un característico ánimo de resistencia popular.
Este afán de resistencia, que podría interpretarse como belicismo desde ciertas perspectivas, ha contribuido enormemente al desarrollo del conflicto. Por un lado, rápidamente aportó al yihadismo armado nuevos combatientes que se movían desilusionados con las escasas oportunidades que ofrece el país; por el otro, alimentó la creación de milicias locales que plantaran cara al terrorismo y que finalmente convergieron en los Voluntarios de Defensa de la Patria, que han pasado a convertirse en un elemento crucial de la lucha antiterrorista burkinesa. Los VDP, esenciales en esta guerra, también han sido acusados en ocasiones de cometer masacres indiscriminadas contra poblaciones locales, especialmente aquellas pertenecientes a la etnia peul. Entra aquí un componente fundamental a tener en cuenta en la guerra de Burkina Faso.
Aunque un elevado número de integrantes de algunos grupos armados malienses pertenecen a la etnia peul (se habló anteriormente de la Katiba Macina), de tradición pastoril e itinerante, este porcentaje se considera más elevado todavía en Burkina Faso. Un complejo contexto histórico que embarca a los peul, añadida a la amenaza terrorista y sus vínculos con ella, han facilitado un creciente proceso de discriminación contra ellos, no sólo por parte de las milicias populares, pero también por parte del Estado, dado que se piensa que militares burkineses también han participado en matanzas de civiles peul a quienes acusaron de colaborar con el terrorismo. El conflicto en Burkina Faso, pese a servirse habitualmente de una definición rígida (terrorismo versus Estado), debe mirarse con una mayor flexibilidad para comprender que la discriminación de los peul se puede considerar como uno de los motivos que lleva a su prolongación y a su, cada vez, mayor violencia.
Níger
Níger encajó los primeros golpes del terrorismo islámico en 2015, el mismo año que Burkina Faso. En su caso, las zonas fronterizas son las que suponen un mayor riesgo para su seguridad. En este punto se señalan la frontera entre Níger y Nigeria; y la triple frontera entre Mali, Níger y Burkina Faso, también conocida como la región de Liptako-Gourma. La primera recibe ataques procedentes del norte nigeriano y protagonizados por el Estado Islámico y de Boko Haram; la segunda, también asediada por el Estado Islámico, supone un enorme riesgo debido a la proximidad de la capital, Niamey, al área fronteriza.
No cabe duda de que Níger es hoy la nación saheliana cuya situación ha sufrido un mayor deterioro en 2024. El país ha escalado en un año cinco puestos en el Índice Global de Terrorismo, hasta ocupar la quinta posición, mientras que sufrió en julio el ataque terrorista más mortífero de 2024 a nivel global. Doscientas treinta y siete personas fueron asesinadas aquel día fatídico en Tahoua. El golpe de Estado ocurrido en 2023 facilitó, según los expertos, la expansión de la influencia yihadista en el país, mientras que nuevos grupos insurgentes fueron apareciendo para enfrentarse a la junta militar que ocupó el poder. Dichos grupos se dedican a atacar ocasionalmente a puestos militares, pero también realizan acciones de sabotaje contra los oleoductos nigerinos que transportan el oro negro a la vecina Benín. Algunos de estos grupos ya existían en el pasado y se enfrentaron a gobiernos anteriores; otros nacieron como consecuencia del golpe de Estado de 2023.
De esta manera, Níger, de forma similar a Mali, debe hacer frente a dos conflictos distintos: por un lado estaría el yihadismo armado, cuya violencia se ha multiplicado en los últimos años; por el otro estarían los grupos rebeldes de base étnica o política que procuran sabotear a la junta militar nigerina con intereses divergentes de la yihad. En cualquier caso, ambos contribuyen a la hora de dividir los recursos de los que dispone el Estado para hacer frente a las amenazas.
En Mali, Níger y Burkina Faso se pueden contar, a grandes rasgos, seis conflictos distintos: los tres países combaten a diversas vertientes del terrorismo islámico, donde la guerra contra Azawad afecta exclusivamente a Mali, la cuestión peul es de una creciente relevancia en Burkina Faso y los grupos insurgentes nacidos en los dos últimos años aportan nuevas dificultades a Níger. El flujo de armas que se da en la región, añadida al tráfico de drogas y de personas, son los principales motores económicos de los grupos armados, que difícilmente serán derrotados mientras sostengan estos medios de financiación.
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