Terremoto Kamchatka
Las consecuencias del megaterremoto de Kamchatka: una base naval rusa bajo amenaza y un saldo humano milagroso
Los países del Pacífico ya han empezado a relajar sus alertas, pese a seguir monitorizando la situación ante posibles réplicas
El coloso subterráneo que despertó en la península rusa de Kamchatka, desatando un sismo de magnitud 8,8, en la escala Richter, es el más formidable en el territorio desde 1952. Este titán telúrico, con epicentro en las profundidades del Pacífico, desató un tsunami que mantuvo en ascuas al planeta. Las réplicas aún sacuden la región, mientras países desde Japón hasta Chile calibran sus respuestas ante un evento que, aunque parecía devastador en su origen, ha dejado un saldo humano milagrosamente leve.
En el ámbito de la seguridad militar, ha emergido una inquietud respecto a posibles riesgos que podrían comprometer la Base Naval Nuclear de Rybachiy, un enclave crítico para la defensa rusa. Esta instalación, ubicada en un punto estratégico, alberga algunos de los submarinos más avanzados de la Armada de Moscú, junto con un arsenal de armamento de última generación.
En el remoto confín oriental de Rusia, la tierra se estremeció este miércoles con violencia inusitada. El sismo liberó una energía equivalente a millones de toneladas de TNT, según el Servicio Geofísico Unificado ruso. En las primeras horas de este jueves, ocho réplicas de magnitudes entre 4,5 y 6,7 reverberaron frente a las costas de Kamchatka, como retumbos de un gigante que se niega a descansar. Expertos apuntan a que ahora hay cientos de reacciones y que podrían prolongarse meses, pero su intensidad disminuirá progresivamente. A pesar de la magnitud, se descartan impactos ecológicos significativos, un alivio en una región rica en biodiversidad volcánica.
Olas gigantes, pero sin víctimas
En las vecinas islas Kuriles la naturaleza mostró su doble rostro. Cuatro olas gigantes, desencadenadas por el movimiento, barrieron la costa de Paramushir. La primera, avanzando 200 metros tierra adentro, sorprendió por su ímpetu y las siguientes golpearon el puerto de Sévero-Kurilsk, dejando un rastro de muelles destrozados y barcos a la deriva. Unas 2.700 personas fueron evacuadas en el archipiélago, pero, contra todo pronóstico, no se reportaron víctimas. La preparación local y la rápida respuesta evitaron una tragedia mucho mayor.
En el archipiélago nipón, la amenaza de un tsunami masivo encendió todas las alarmas. Las costas del Pacífico, desde Hokkaido hasta Kyushu, fueron puestas en máxima alerta por la Agencia Meteorológica de Japón. Las olas, aunque menos catastróficas de lo temido, alcanzaron 1,3 metros en Iwate, 80 centímetros en Hokkaido y 30 centímetros en Yokohama. El sistema de monitoreo sísmico nipón, uno de los más avanzados del mundo, permitió una reacción inmediata. La alerta inicial, que movilizó a 2 millones de personas y paralizó trenes y vuelos, fue rebajada a un aviso de precaución al constatar que el peligro cedía. El impacto no fue solo físico. En el área metropolitana de Tokio, hogar de 37 millones de personas, el pánico inicial colapsó el tráfico y dejó a miles varados. Mientras, los recuerdos del devastador tsunami de 2011 volvieron a estremecer. Ahora, evalúan daños estructurales, pero la resiliencia de sus infraestructuras ha sido clave.
A miles de kilómetros, el maremoto cruzó el Pacífico atenuado. En la Isla de Pascua, o Rapa Nui, las olas de 30 a 40 centímetros llegaron a las 11:30 hora local (15:30 GMT), un evento que, aunque modesto, movilizó a un millar de los 8.000 habitantes hacia la iglesia del pueblo, punto de reunión designado por el Senapred chileno. En el continente, las costas de La Serena, Coquimbo y Valparaíso recibieron el tren de olas cuatro horas después, con una perturbación máxima de 40 centímetros en Chañaral, según la Red Geocientífica de Chile.
En Centroamérica y otros puntos de Sudamérica, las alertas han sido levantadas, pero la vigilancia persiste. La memoria de tempestades pasadas, como el de Chile en 2010, mantiene a las autoridades en guardia. El Pacífico es un vecindario inquieto, por lo que nunca bajan del todo la guardia. Se encuentran sobre placas que no negocian; se mueven, chocan.
La pequeña ciudad costera de Crescent City, California, situada en la frontera con Oregón, volvió a demostrar por qué los sismólogos la consideran un punto crítico para tsunamis en la costa oeste de Estados Unidos. Con un historial que incluye decenas de eventos de este tipo, entre ellos un devastador tsunami en 1964 que cobró 11 vidas, esta localidad enfrentó nuevamente la furia del océano. Datos preliminares indican que las olas alcanzaron una altura máxima de 1,2 metros, la mayor registrada en el país tras el sismo. A pesar de la magnitud del evento, salió prácticamente ilesa. Bajo un cielo despejado, los residentes retomaron sus actividades cotidianas, demostrando la resiliencia de una comunidad acostumbrada a convivir con la amenaza.
Por su parte Nueva Zelanda, la costa este de las Islas del Norte, del Sur y las Chatham enfrentó corrientes fuertes e inusuales, manteniendo alertas nacionales por 24 horas tras un repunte de actividad sísmica desde América del Sur. La costa oeste de la Isla Sur y el estrecho de Cook registraron menor amenaza, pero las alertas persistieron hasta la noche.
Los datos del jueves, con réplicas aún activas pero sin nuevas alertas de tsunami, sugieren que lo peor ha pasado. Sin embargo, la ciencia advierte: la energía liberada en Kamchatka seguirá tal vez por meses, en forma de temblores menores.
Alerta en la base naval de Rybachiy: en riesgo el arsenal estratégico ruso
La base naval de Rybachiy, ubicada en la bahía de Avacha, a solo 120 km del epicentro, ha desatado preocupaciones entre analistas militares sobre la seguridad de las operaciones navales estratégicas rusas. Este enclave, situado en la península, alberga los submarinos de misiles balísticos de las clases Borei, Borei-A y Delta, pilares fundamentales de la disuasión nuclear de Moscú.
Fuentes oficiales rusas han insistido en que la situación está bajo control, con un portavoz de la Marina afirmando que "estas instalaciones fueron diseñadas para resistir ataques nucleares de adversarios". Además de los submarinos nucleares, la base alberga los avanzados submarinos de misiles guiados Yasen-M y Oscar (SSGN), que representan una amenaza convencional significativa, así como el enigmático K-329 Belgorod, el más largo del mundo, capaz de portar torpedos nucleares Poseidon, cuyo posible despliegue en Avacha Bay ha sido reportado.
El sismo provocó daños significativos en la infraestructura civil de Kamchatka, incluyendo edificios colapsados y carreteras destruidas, pero no ha dejado informes confirmados de daños en la base naval. No obstante, la falta de claridad en las imágenes satelitales, agravada por condiciones climáticas adversas, dificulta determinar qué submarinos estaban presentes en la bahía durante el evento. Entre ellos, el submarino Delta III Ryazan (K-44), cuya operatividad es incierta, podría haber estado en la zona.
Desde una perspectiva militar, incluso olas menores generadas por el terremoto podrían comprometer la integridad de los submarinos, especialmente aquellos en mantenimiento. Colisiones con estaciones de amarre o la entrada de agua a través de escotillas abiertas son riesgos reales que podrían afectar la operatividad de estas plataformas críticas.
La tremenda sacudida de 1952
El 4 de noviembre de 1952, otra bestia geológica de magnitud 9,0 aterrorizó la península de Kamchatka. Con epicentro a 130 km de la costa, en la trinchera de Kuril-Kamchatka, donde la placa del Pacífico se sume bajo la de Ojotsk, este megaterremoto desencadenó un tsunami que arrasó Severo-Kurilsk, en las islas Kuriles, dejando una estela de tragedia.
La Tierra se fracturó con una intensidad XI en la escala de Mercalli, sacudiendo 700 km de la zona de subducción a 21,6 km de profundidad. Réplicas, algunas de magnitud 7,0, prolongaron el caos, según el USGS. En Severo-Kurilsk, tres olas de 15 a 18 metros golpearon con ira. La población, recién llegada tras la anexión de las Kuriles en 1945, carecía de experiencia en tsunamis.
Muchos huyeron a las colinas, esquivando con pánico la primera ola, pero regresaron al pueblo, donde una segunda segó 2.336 vidas de 6.000 habitantes. Algunos historiadores sugieren hasta 8.000 víctimas, incluyendo niños, aunque los datos oficiales soviéticos, desclasificados en los 2000, minimizaron la cifra. Los sobrevivientes fueron evacuados al continente, y la urbe se reconstruyó tierra adentro, dejando solo el puerto en la costa.
El tsunami cruzó el Pacífico, azotando Hawái con olas de 6 metros que destruyeron muelles, un astillero en Hilo y un puente a Coconut Island, causando daños por 800.000 a 1.000.000 dólares estadounidenses de la época Seis vacas murieron, pero no hubo víctimas humanas. En Alaska, Chile y Nueva Zelanda, olas menores resonaron sin mayores estragos. Este desastre, sin alertas modernas, catalizó la creación del servicio sísmico soviético en 1956. Hoy Kamchatka sigue advirtiendo: la danza de las placas no cesa.