Armamento

Corea del Norte presenta el Hwasong‑20, su nuevo misil balístico intercontinental

Kim muestra músculo político durante el desfile nocturno por el aniversario del Partido de los Trabajadores ante una élite internacional que respalda su régimen

Pyongyang (Korea, Democratic People's Republic Of), 11/10/2025.- A photo released by the official Korean Central News Agency (KCNA) shows North Korean leader Kim Jong Un attending a military parade to celebrate the 80th founding anniversary of the Workers' Party of Korea at the Kim Il Sung Square in Pyongyang, North Korea, 10 October 2025 (issued 11 October 2025). North Korea marks its 80th founding anniversary with a military parade attended by delegations from China, Russia and Vietnam. (Ru...
Kim Jong- Un saluda durante el desfile nocturnoKCNAAgencia EFE

Bajo el resplandor metálico de los focos, y el eco marcial de miles de botas sincronizadas, Corea del Norte presentó este sábado el Hwasong‑20, su nuevo misil balístico intercontinental (ICBM), durante el desfile nocturno por el aniversario del Partido de los Trabajadores en Pyongyang.

En el acto celebrado en la plaza Kim Il Sung, envuelto en el rojo de los estandartes, Kim Jong-un abandonó el tono defensivo habitual y reafirmó su voluntad de proyectar fuerza “más allá de las fronteras sagradas de la patria”, elogiando a las tropas que operan en “puestos avanzados de la construcción socialista”, una fórmula interpretada como alusión a su apoyo militar a Rusia.

El Hwasong‑20, transportado sobre una plataforma TEL de 18 ejes, irrumpió entre formaciones blindadas bajo la descripción de la agencia KCNA como “el sistema de armas nucleares estratégicas más poderoso jamás desarrollado por la República”. Su silueta alargada y su fuselaje de mayor diámetro indican mejoras estructurales respecto al Hwasong‑18: propulsión de combustible sólido, reducción de tiempos de lanzamiento, ojiva con potencial MIRV (múltiples vehículos de reentrada) y un perfil balístico optimizado para evadir interceptación.

Analistas consultados por The Chosun Ilbo subrayan que su alcance teórico supera los 15.000 km, tecnológicamente capaz de cubrir el territorio continental estadounidense, aunque persisten dudas sobre la sofisticación del guiado inercial y la resistencia térmica de la carga durante la reentrada.

No fue, sin embargo, el único protagonista de la parada castrense. En una coreografía de precisión, procesiones de misiles hipersónicos de deslizamiento (HGV) y de medio a largo alcance atravesaron la plaza central, descritos por KCNA como “encarnaciones del poder absoluto que garantizan nuestros inquebrantables derechos de supervivencia, desarrollo y paz”.

En paralelo, desfilaron misiles de crucero estratégicos de largo alcance, plataformas de lanzamiento de vehículos aéreos no tripulados y unidades superficie‑aire y superficie‑superficie, componiendo una exhibición integral de la arquitectura de fuego norcoreana.

La agencia destacó especialmente el paso del nuevo carro de combate principal Cheonma‑20, dotado de potente armamento ofensivo y sistemas de defensa reforzada, seguido por una batería autopropulsada de 155 mm, símbolo del poder artillero del Ejército Popular Coreano.

Cerró la secuencia el lanzacohetes múltiple de 600 mm, un sistema autóctono de alta cadencia que, según la retórica oficial, “demuestra la capacidad de ataque de precisión de la Corea del Juche”. Todo ello consolidó el mensaje: el arsenal norcoreano ha entrado en una nueva era de integración táctica y versatilidad estratégica.

En su discurso, el mariscal  enmarcó estas “armas esenciales del alma revolucionaria” dentro de una “estrategia de autodefensa ilimitada”, elogiando la “heroica proyección exterior” de las fuerzas armadas.

“La valentía del Ejército coreano se verá en la defensa de nuestra tierra, y en los puestos avanzados de la construcción socialista”, afirmó, en clara alusión a su cooperación militar con Moscú. Pocas horas después, se reunió con Dmitri Medvédev, quien destacó “el sacrificio de los soldados norcoreanos en Kursk” como prueba tangible de la alianza de combate entre las potencias.

Para los observadores de defensa, la aparición conjunta del Hwasong‑20 y de los nuevos sistemas hipersónicos y de ataque múltiple marca una mutación doctrinal decisiva.

El sátrapa norcoreano encabezó esta semana una poderosa puesta en escena cuidadosamente orquestada, rodeado de aliados estratégicos y figuras próximas a su órbita ideológica. La tribuna estuvo flanqueada por el primer ministro chino, Li Qiang, el jefe del Partido Comunista de Vietnam, To Lam, y el presidente del Consejo de Seguridad Nacional ruso, Dmitry Medvédev. La presencia simultánea de estos altos representantes de tres potencias comunistas o afines simbolizó la consolidación del eje asiático que respalda —abierta o tácitamente— a Pyongyang en plena escalada de tensiones globales.

A ellos se sumaron delegaciones políticas de Irán, Nicaragua, México y otros países, junto con simpatizantes de pequeños grupos ideológicos de apoyo a la República Popular Democrática de Corea (RPDC) procedentes de todo el mundo. Todos fueron invitados a participar en los actos conmemorativos celebrados en la capital, que culminaron el viernes con el colosal desfile, en una demostración de fuerza destinada tanto a los suyos como al exterior.

Durante sus discursos, Kim centró buena parte del mensaje en presentar su sistema político como un modelo de estabilidad y éxito, afirmando que la RPDC “se muestra ante el mundo como un ser poderoso”. Reforzó su mensaje de autonomía y legitimidad interna, dirigiéndose directamente a los observadores internacionales que cuestionan la viabilidad de su régimen. En su intervención en la víspera ante decenas de miles de fieles, defendió sin matices un sistema basado en la obediencia total al liderazgo, la “uniformidad ideológica” y la “pureza social”, evocando la tradición instaurada por su abuelo Kim Il-sung en los años cincuenta.

Kim afirmó que ha estado impulsando el desarrollo simultáneo de armas atómicas y la economía para hacer frente a «las crecientes amenazas de guerra nuclear por parte de los imperialistas estadounidenses», según los medios de comunicación estatales. «Nuestro Gobierno sigue haciendo frente a las feroces maniobras políticas y militares de presión de adversarios aplicando políticas más duras, manteniéndose firmes en sus principios y empleando contramedidas valientes e intransigentes», afirmó Kim. «Esto está impulsando poderosamente el crecimiento del bando progresista contra la guerra y la hegemonía». A su vez, expresó su confianza en superar las dificultades y mejorar drásticamente la economía en un futuro próximo, para “convertir este país en una tierra más próspera y hermosa y en el mejor paraíso socialista del mundo».

El discurso, pronunciado ante la mirada aprobatoria de los aliados asiáticos y de una galería internacional cuidadosamente seleccionada, fue una celebración patriótica y una declaración política de supervivencia y desafío, mientras sigue buscando legitimidad global a su manera.

China y Corea del Norte en la era de las sombras nucleares

Xi Jinping felicitó al dictador norcoreano y destacó la importancia de impulsar la colaboración y la estabilidad regional, sin entrar en detalles específicos sobre proyectos o acuerdos futuros. Forjada en las brasas de la posguerra, esta alianza es uno de los pactos geopolíticos más longevos y enigmáticos de este siglo.

Nacida del Tratado de Defensa Mutua de 1961, único en su tipo dentro del arsenal diplomático de Pekín, esta hermandad comunista ha resistido sacudidas ideológicas y crisis nucleares que habrían hecho naufragar otras relaciones: desde las tensiones de la Guerra Fría hasta las pruebas atómicas norcoreanas de 2006, que el propio Pekín calificó como “una flagrante violación” antes de alinearse con las sanciones de la ONU.

El pacto, renovado en 2021 por otros veinte años, se ha transformado en un vínculo de cálculo más que de afinidad. Para China, Pyongyang es hoy menos un aliado estratégico que un amortiguador incómodo. Un escudo frente a los 28.500 soldados estadounidenses desplegados en Corea del Sur, pero también una fuente de fricción capaz de desestabilizar toda la península.

La prioridad de Pekín ya no es la desnuclearización, sino la contención: evitar el colapso del régimen de Kim y una avalancha de refugiados hacia su frontera nororiental. De ahí su decisión de vetar sanciones adicionales en 2022, aun reconociendo el potencial “desestabilizador” del arsenal norcoreano.

En el terreno económico, China domina la respiración del Norte: el 98 % del comercio exterior de Pyongyang fluye por su frontera, sustentado por envíos de alimentos y energía que amortiguan crónicas hambrunas —al parecer, el 40 % de la población está desnutrida, una cicatriz heredada de la catástrofe de los años 90 que costó hasta tres millones de vidas—. Ferrocarriles como el de Dandong-Shenyang refuerzan una dependencia diseñada para perpetuarse. La pandemia, sin embargo, congeló ese circuito: el cierre total de fronteras y el rechazo de Kim a las vacunas ofrecidas por COVAX tensaron al límite una relación ya marcada por la desconfianza.

El nuevo eje que emerge es inquietante. En junio de 2024, Pyongyang firmó un tratado de defensa mutua con Rusia, entregando armas, municiones y hasta personal a Moscú en plena guerra de Ucrania. Este movimiento reaviva ecos de la Guerra Fría y complica la arquitectura estratégica de Pekín, que pretende mantener un difícil equilibrio entre su apoyo tácito a Moscú y su deseo de no aislarse de Occidente.

Pekín evita formalizar un eje trilateral con Rusia y Corea del Norte, pero el abrazo entre Kim y Putin erosiona su influencia, mientras las relaciones intercoreanas se hunden: Pyongyang declara “estado hostil” a Seúl y entierra la idea de la reunificación.

Con más de medio centenar de ensayos nucleares y misilísticos desde 2006, el régimen de Kim alimenta una carrera armamentística latente en el noreste asiático, donde ya la mayoría de los surcoreanos apoya desarrollar su propia bomba atómica. Washington endurece sanciones contra empresas chinas acusadas de financiar el eje Pyongyang-Pekín, pero la creciente rivalidad entre EE. UU. y China paraliza los consensos en la ONU.