
República Democrática del Congo
Crece el temor por la población civil en Goma mientras se registran ataques a embajadas occidentales en RDC
Los informes que llegan con cuentagotas de la capital de Kivu Norte hacen temer un elevado número de víctimas civiles

No hay internet en Goma. Viene y va, de manera que las informaciones procedentes de la zona de los combates escapan de manera intermitente. Recorre las calles una gigantesca ironía, vuelta tangible a través del tableteo de las ametralladoras, porque el desorden que cunde hoy en la capital de Kivu Norte se debe a dos facciones enfrentadas por imponer su propio orden. Se conoce que el grupo rebelde conocido como M23 controla el aeropuerto de la ciudad, el centro urbano y la frontera ruandesa, aunque fuentes sobre el terreno confirmaron en la mañana del martes que un pequeño núcleo de resistencia congoleña, camino a su extinción, proseguía los enfrentamientos en zonas periféricas.
Esta resistencia desesperada la protagonizan los milicianos wazalendo que siguen con vida y munición, junto con los pocos militares congoleños que no han escapado de la ciudad o que no se han vestido con ropas de civil para mezclarse con la multitud. Los wazalendo incluso llegaron a realizar este lunes una breve pero letal incursión a Gisenyi, la ciudad ruandesa que colinda en la frontera con Goma, asesinando a varios civiles en su esfuerzo por tomar, sin éxito, el aeropuerto de la localidad ruandesa. Katia, ruandés y habitante de Gisenyi, confirmaba a LA RAZÓN en la tarde del martes que “los combates en la ciudad han terminado, ahora está tranquilo. Los rebeldes [del M23] controlan ahora Goma y el aeropuerto”. Fuentes del interior de Goma confirmaron también la huida de la mayoría de las tropas congoleñas, que han optado por subir a embarcaciones que las lleven a través del lago Kivu hasta la isla de Bugarula, para escapar desde allí a la próxima ciudad de Bukavu, aún bajo el control del Gobierno. Embarcaciones en las que viajaban también civiles, algunas de las cuales fueron tiroteadas por el M23 desde sus posiciones en tierra firme.
Todavía falta información que permita dibujar un escenario claro de lo sucedido en las últimas 48 horas, aunque las noticias que llegan con cuentagotas no son esperanzadoras. Un español que se encuentra dentro de la ciudad informó a este periódico de que “se escuchan ráfagas intermitentes que no parece que correspondan a combates” y aseguraba que “están sacando a gente de sus casas, incluidos niños y mujeres, y ejecutándolos en el momento”. Aunque esta información no ha sido confirmada, el portavoz de la Oficina de Asuntos Humanitarios de la ONU, Jens Laerke, afirmó este martes que “los enfrentamientos son muy intensos, hay muchos cadáveres en las calles”; el director para África del Comité Internacional de la Cruz Roja añadió en la misma rueda de prensa en Ginebra que “hay tiroteos en zonas con muchos habitantes […]. Se está usando artillería pesada en zonas pobladas”.
Tras concluir el grueso de los combates, otra de las preocupaciones que atenazan a los habitantes de Goma tiene que ver con los alimentos. El enfrentamiento por la ciudad comenzó el pasado viernes, hace cuatro días, volviendo imposible la entrada de alimentos pero también dificultando enormemente a los civiles la (aparentemente) sencilla acción que supone salir de casa a hacer la compra. David, residente de Goma y padre de siete hijos, trasladó sus preocupaciones a LA RAZÓN en este respecto: “Se nos está acabando la comida y el agua, no sé qué voy a hacer”. De momento, David espera escondido en su casa. Pero sabe que pronto deberá salir y superar su miedo, aunque no está del todo seguro de que salir de casa significará necesariamente conseguir comida para su familia.
Natalia Torrent, responsable de operaciones de Médicos Sin Fronteras en Kivu Norte, afirmó en unos audios enviados por la organización que “la población va a estar más desesperada, encerrada en sus casas y con víveres escasos. Los mercados no están funcionando […]. La situación será mucho más compleja”. Añadía que los almacenes del Programa Mundial de Alimentos, además de los de otras organizaciones, habían sido saqueados en los últimas horas. El agua potable también supone una preocupación, ante la posibilidad de que enfermedades endémicas (cólera) se propaguen en los próximos días.
Fuentes sobre el terreno informaron a LA RAZÓN que pronto se permitirá a los civiles abastecerse de alimentos en los mercados locales, aunque seguirá siendo una apuesta arriesgada. Muchos miembros de las fuerzas de seguridad congoleñas se han vestido de civiles para escapar a su situación, y es previsible que los conquistadores aprovechen estos momentos para rematar su tarea.
Pudo comprobarse algo similar en los campos de desplazados ubicados en el interior de la ciudad. Domingo de la Hera, un salesiano con residencia en Goma, informó a este periódico en la tarde del lunes que “los desplazados han recibido la orden de abandonar los campos, ya empiezan a verse procesiones de gente con bultos en la cabeza, bidones… en dirección a su poblado de origen”. Después se pudo saber que el M23 ordenó esta movilización para localizar a potenciales elementos subversivos. Torrent dijo además que “a día de hoy, no sabemos la situación de los campos […]. Hasta que la situación no se estabilice, no sabremos adónde se ha movido esta población”. Recordemos que en diciembre de 2024 se habían contabilizado 700.000 desplazados en la ciudad de Goma.
La frustración despertada entre la población congoleña por lo sucedido en Goma se ha trasladado a la capital del país, Kinshasa, donde un nutrido grupo de personas lideró una serie de protestas contra varias embajadas, a saber: las delegaciones diplomáticas de Francia, Bélgica, Holanda, Estados Unidos, Uganda, Ruanda y Kenia. Los manifestantes llegaron a incendiar las puertas de algunas de las embajadas, obligando a la policía a dispersarles con gas lacrimógeno. Los manifestantes aseguran protestar por la complicidad de los gobiernos occidentales en sus tratos con Ruanda y Uganda, financiadores del M23, aunque no deja de resultar curioso que no se registraran protestas en las embajadas de Emiratos Árabes Unidos (comprador del 93.3% del oro ruandés traído de República Democrática del Congo) o Tailandia, China, Singapur o Japón (compradores de un 85.5% del coltán ruandés procedente de República Democrática del Congo).
No cabe duda de que Occidente puede (o debe) asimilar su parte de responsabilidades ante lo ocurrido en Goma, tanto como otro abanico de naciones que hace décadas que opera en el país africano, ocultas tras el cómodo estruendo del colonialismo europeo. Un dato importante a la hora de comprender por qué una ciudad que nadie conocía hasta la semana pasada aparece hoy en los titulares.
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